Capítulo 51. Represalia

Lea observa a Damián, siente que el piso se mueve, el mundo gira y su corazón sale corriendo del pecho.

“Santo cielo se ve guapísimo”, es lo único que logra coordinar su atrofiado cerebro con la presencia del adonis.

Pero el adonis no piensa lo mismo y la mira con dolor, rencor y enfado. Ella ni siquiera se dá cuenta ya que el licor la ha entumecido por completo.

— Damián cariño, pasa adelante – Paula extiende su mano, pero él niega en rotundo.

— Lo siento Paula, pero tu eres parte de todo esto – los señala a todos — todos lo son – la mujer da un paso atrás sin saber que decir y este prosigue — todo es parte de la maldita trampa – mira fijamente a Lea — incluso tú – ella abre los ojos como un par de platos sin entender, niega — todos ustedes estaban enterados de la verdad y ni siquiera fueron capaces de advertirme – gira hacia Harold — tu eres el peor, te hablé con sinceridad y te reíste de mí – niega por su propia mala suerte.

— Damián hijo espera…

— No me llames así, esa maldita palabra te queda demasiado grande – le grita a Derek en la cara — tal vez si te hubiese interesado habría hecho lo posible por llegar hasta mí independientemente de la abuela y… - su voz se rompe ya que el argumento se le antoja vacío — ¡eres nadie para mí! – lo señala con altanería.

— Solo lo sabíamos Derek y yo Damián, no exageres y baja el tono por favor – Albert se planta frente a él, pero lo aparta.

— Y tú eres peor que ellos porque finjiste ser una buena persona y ahora… - Lea niega, levanta una mano y el la aparta — no m,e toques, estaba muy preocupado por ti y vine a explicarte lo que sucedió, pero ahora me doy cuenta que estás muy bien acompañada y de ahora en adelante gozas de protección, afecto y quizá que otros privilegios – la mano de la pequeña chica impacta contra la cara de Damián azotándolo.

— Escucha bien estúpido niñito de mamá y papá – lo señala a la cara — tú a mi no me ofendes y mucho menos insinúas cosas que pasan no – la lengua de Lea se traba, llora la rabia — pero lo que si puedes tener seguro es que decente soy no como tu que eres un regalado echándote con cualquiera luego de que te prometes a mí – todos quedan impactados ya que el inglés de la pequeña fiera es horrendo — ¡págame mi millón y sal de aquí con mi vida! – lo último fue un exabrupto incomprensible para unos e impensable para otros.

Harold entendió perfectamente, Paula queda en el aire y Albert grita al ver que la chica sale corriendo tratando de salir de la sala donde se encuentra.

¡Y lo hace!

Se va de la casa, corre tan rápido como la dejan los tacones y el hermoso vestido que lleva puesto, no es una muñeca de sociedad, es una chica que le ha tocado vivir de una manera ruda. Una mujer que buscando su mejoría se ha enredado en una maraña de mentiras aun cuando lo único que le quedaba era su honestidad incluso hacia ella misma, pero ahora se encuentra perdida en una ciudad que poco conoce con un idioma que no domina y en una calle sola, oscura y tenebrosa que no solo la asusta sino que la engulle.

— Calma, calma Lea todo saldrá bien – se dice a sí misma para alentarse.

Mira hacia todos lados y no reconoce nada, pero confía en que pronto la encontrarán. Suspira entrecortadamente sosteniendo las lágrimas que se asoman en sus preciosos ojos, siente las punzadas de las ampollas que ya se han formado en sus pies a causa de la carrera con zapatos de fiesta. Se los quita llevándolos en la mano para evitar más ampolladuras, escucha un sonido de pasos y voltea.

— ¡Pero, mira esto! – su respiración se dispara al ver al sujeto.

***

Mientras tanto en la casa de Harold y Paula…

— ¡Qué gran cagada Damián! – escucha a su tío Albert, pero no le presta atención desesperado buscando a Lea quien salió corriendo de la casa —. Vas a sufrir mucho cuando lo entiendas – reprocha.

— ¿Quieres dejar toda sa mierda para otro día? Lea es más importante en este momento – el hombre se carcajea y Damián pierde la cabeza por el miedo — ¡escucha imbécil! – lo toma por la camisa gritándole amenazante — Lea está sola ahí fuera y no conoce nada ni a nadie, además ya sabes cómo habla el inglés – señala hacia dentro de la casa — dejemos los reproches para otro día ¿me expliqué? – Albert asiente y éste lo suelta.

— Lo siento, tienes razón, he sido muy…

— ¿Visceral? – responde Damián.

— Sí, así es – expresa cabizbajo.

— Pues bienvenido al club – su respiración se hace pesada —. Escucha viejo, nunca me has caído bien y ni siquiera se el por qué, pero lo que sí se es que ahora no quiero hablar de nada parecido porque me siento preocupado por…

— Ella te agrada más de lo que pensabas ¿eh? – Albert sonríe y parece que se ve a sí mismo en un espejo aunque el hombre que tiene enfrente es rubio.

— Pero no es el tema, debo casarme con Gretta aunque la odie – resopla enfadado, su tío niega inconforme ante sus palabras.

— Si bueno, es una verdadera mierda, pero se pone peor cuando te exilian – Albert se encoge de hombros al hablar y Damián se detiene de súbito.

— ¿Qué has dicho, en serio te exiliaron? – asiente — ¿pero quien?

— Pues tu abuela Damián, decidió que tu eras el heredero de la fortuna porque Harold y yo solo éramos unos imbéciles – la boca de Damián se abre tanto que duda pueda volver a cerrarla — y al negarle la paternidad a Derek por ser un tipo normal y no de la realeza, pasaste a ser hermano de tu madre, no hijo sin embargo Martha Elena murió antes de que cumplieras la mayoría de edad y de pronto a papá se le salieron las cosas de las manos – lo mira con las manos en los bolsillos.

— ¿Por qué te exilió? – Damián mira hacia todos lados sin encontrar a Lea, pero la plática con Albert le interesa — es decir…

— ¡Soy homosexual sobrino! ¿O debo decir… hermano? – sonríe abiertamente —. Ella, Martha no permitiría fenómenos en su familia, razón por la cual cuando naciste y se fijó en lo perfecto que eras no dudó en darte el apellido y como Mauricio era el dueño de la plata que por cierto puso a tu nombre – los ojos de Damián se abren desmesuradamente — además de estar perdidamente enamorado de ella pues, no le negaba nada – Albert sonríe con todos los dientes.