— ¡Y por el amor de Dios Andrés, no te equivoques esta vez! – exige una Gretta malhumorada y celosa de Lea.
— Descuida cariño, ya sé que hacer – refiere muy seguro de sí mismo al ver llegar el auto estilo limusina y bajarse a Damián junto a su padre — debo dejarte, va llegando el paquete – y cuelga.
Andrés se encuentra rondando la residencia para saber exactamente el sitio donde se encuentra Lea, platica con su cómplice que es la chica llamada Sara (la que es su novia por cierto). Le indica la parte de atrás de la casa para que suba y verifique mientras no ve guardias armados por ninguna parte.
“A veces los millonarios son mucho más descuidados que nosotros”, piensa con una sonrisa malévola al ver a Lea bajar por la escalera.
— ¿Qué haces? – Sara golpea el hombro masculino — pueden verte – él le hace un guiño muy seguro de sí mismo.
— Guarda la calma cielo, recuerda que yo he sido guardaespaldas y se lo que hago – le da un beso en la nariz — ¡ahora vigila la parte de atrás por favor! – la chica asiente con una sonrisa preciosa y él pone los ojos en blanco cuando gira para irse —. Eres una tontita obediente Sara bonita – sonríe mirando las curvas de la chica que solo buscó para encontrar a Lea.
Presencia el intercambio e incluso la bofetada que le propina la pequeña chica que de alguna forma ya le agrada y quiere tenerla. Sonríe imaginándola debajo de él en una cama, pero su pensamiento se esfuma al verla correr hacia lo que supone la puerta de salida de la gran casa y retrocede sobre sus pasos para darle cara por el lado de la terraza, pero no la ve salir.
Lea se detiene un momento para sorber los fluidos que salen de su nariz y los limpia con el dorso de la mano, Damián ha logrado desestabilizarla por completo y ahora se encuentra hecha no solo un desastre sino un lío también porque esta más que segura de que se ha enamorado de él.
— ¡Estúpido, idiota y cretino! – refunfuña mientras sale al fresco de la noche — eso es lo que eres Damián Del Toro de tu puta madre – escucha su nombre y corre.
Últimamente lo hace muy bien, escapa de donde no desea estar y en este momento bien sabe que no puede estar en la misma habitación que él. Dobla la esquina internándose en un callejón que ni siquiera conoce ya que la zona en general es inhóspita para ella. Sin embargo no se detiene y sale a una carretera inmensa donde no se ve un alma. Cruza la calle, un auto pasa a toda velocidad y rechina las llantas, se asusta y corre todo lo rápido que la dejan los zapatos de tacón altísimo que lleva puestos dando gracias al cielo de no haber caído de bruces aun. Siente dolor y atina a quitarse los zapatos.
— ¡Pero mira esto! – reconoce al sujeto enseguida y da unos pasos atrás — ¿me buscabas fierecilla? – niega temerosa ya que no ve a nadie alrededor.
— ¡Aléjate de mí! – levanta lo único que lleva encima: los zapatos.
Andrés se carcajea al ver lo valiente que es con un par de zapatos en las manos.
— ¿Marcarás tus huellas en mi piel? – Lea se prepara para atacar — ¡uf que pervertida!
El hombre se lanza hacia ella doblándose para atraparla por la cintura, pero no cuenta con que ella es muy baja de estatura y clava los tacones en la espalda masculina lo que hace que el hombre grite de dolor, pero la sostiene. Golpea dos, tres veces más hasta que alguien tira de su cabello.
— ¡Suelta a mi novio estúpida! – reconoce la voz de Sara y tira un golpe hacia atrás con el par de zapatos acertando en la cabeza de su ex amiga — ¡ay, m@ldit@ voy a matarte! – cae al piso y Sara le brinca encima.
Forcejeo y gritos se escuchan alertando a los transeúntes aunque hay personas que solo pasan y miran. Un joven se acerca corriendo y golpea a Andrés en la cara apartándolo de las mujeres que giran golpeándose y arañándose en el piso.
— ¡Pero qué suerte tiene esta hembra! – grita Andrés limpiando la sangre de su labio — ¿y quién coño eres tú imbécil?
— Alguien que reconoce una agresión cuando la ve y tú quieres lastimar a la chica – el joven se cuadra y Andrés saca un cuchillo.
La cosa se caldea ya que el “caballero blanco” se encuentra desarmado, pero mientras esquiva los embates de Andrés le da chance a Lea que conecte a Sara desmayándola.
— ¡Vaya pequeñita! Si que peleas muy bien – ella lo mira y su bello rostro le parece conocido, sobre todo por los rizos.
— Creo que fue un golpe de suerte ¡cuidado! – Lea lanza los zapatos en la cara de Andrés con tanta fuerza que clava el tacón en un pómulo. Grita — ¡ups, justo en el blanco! – este bulle de rabia y lanza el cuchillo a ciegas rozando la piel del moreno y Lea grita.
Andrés la sujeta de nuevo por la cintura lanzando una patada al estómago del joven y este cae.
— ¿Qué harás ahora pequeña fiera? – le aprieta los pechos y ella muere de asco —. Te encuentras indefensa ¿sabes? – Lea siente que unas fuertes y asquerosas náuseas la atacan y en el momento que Andrés la gira para besarla.
Un chorro de vómito sale de su boca bañando la cara del hombre. Queda estático y ella deshace el abrazo que la tiene cautiva y que ya no es tan fuerte, vomita de nuevo la camisa y el pantalón del sujeto junto con los zapatos.
— ¡Lea! – escucha una voz que siempre reconocerá — ¡Jesús! ¿qué coño pasó aquí? Damián se detiene por un momento viendo la escena y luego clava la vista en el sujeto sucio de vómito.
Recuerda perfectamente el momento en el que ese mismo tipo lo abordó en el bar ofreciéndole un botellín de agua, la escena se da al frente de dicho bar y la visión de una limusina conocida lo azota como un látigo.
— Damián ¿te encuentras bien? - escucha la voz de su tío, pero no voltea a mirarlo.
— Ahora que lo recuerdo todo… sí.
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Editado: 06.03.2025