Una Propuesta Millonaria

Capítulo 53. Ajustando cuentas

Damián se acerca al sujeto que tiembla como una hoja tanto por el asco que siento como por la expresión asesina que ve en el rostro del hombre que se le viene encima sin miramientos. Conecta su gran puño en la cara de Andrés y ahí se abrió la piel además que el pobre salió disparado hacia atrás cayendo despatarrado en el pavimento. Sara grita y pretende correr hacia su novio, pero Lea se lo impide de un puñetazo en el rostro y cae golpeándose el trasero, la espalda y la cabeza.

— ¡Eso te pasa por perra! – le grita Lea a la mujer en el suelo — ¡Dios Santo! – se dirige hacia el chico lindo que intentó salvarla y que ahora sabe que no lo necesitaba — ¿te encuentras bien? – observa a Albert y a Derek sacar a Damián de encima de Andrés que ya no se mueve.

— Hola, sí, eso creo – Lea arranca un trozo de tela de su fino vestido y hace un torniquete en la pequeña herida que el joven lindo tiene en el brazo — ¡vaya! No solo eres hermosa sino peligrosa y sabes defenderte en cualquier situación – ella ríe.

— Son los beneficios de no tener dinero y crecer en las calles ¡ven levántate! – extiende su mano para que el chico la tome —. Soy Lea, gracias por salvarme.

— ¿En serio? – ella asiente —. Pues creo que manejaste muy bien la situación – hace un intercambio de puños al aire y ella muere de risa — ¿qué? Hasta se me antojan unas clases de eso que le hiciste a la chica – señala a Sara que aún se encuentra en el piso atontada por el derechazo a la cara obsequiado por una Lea sonriente — por cierto, soy Raphael De La Croix – el chico le hace un guiño y su rostro se colorea ante el flirteo.

— ¿De La Croix? – asiente enseñándole una dentadura blanca y alineada — ¡eres artista plástico, me encantas! – chilla una Lea descalza sucia y con el vestido roto, dando saltitos de emoción.

— ¡Oh, bueno gracias! – se ruboriza por la euforia de la chica — no todo el tiempo me refieren esos… halagos – se encoge de hombros avergonzado.

— ¡Ay bueno, te necesito! – se acerca y lo abraza — eres mi inspiración pese a que no he hecho nada aun solo que me encanta tun trabajo y quisiera que me dieras tu número, claro si tuviera teléfono o por lo menos una libreta donde anotar – se revisa ante la mirada café del chico que se encuentra asombrado por lo rápido que habla intercalando algunas palabras en español — ¡Ya sé! Vamos a la casa y ahí te limpiaré esa herida y de paso anoto tu número de celular, solo que no sé por dónde irme porque aquí no conozco nada y estoy completamente perdida… – ahora Raphael piensa que está un poco tocada de la cabeza.

— ¡Cállate Lea, nos vamos! – Damián pasa por delante del moreno considerablemente más bajo golpeando su hombro —. Mira que fachas tienes – se escucha una sirena y ella brinca por el miedo que le produce el sonido.

— ¡NO! – grita, Damián se detiene por un momento y respira profundo —. No se te ocurra tocarme idiota, no te acerques – le manotea en la cara o por lo menos eso intenta.

— ¡No seas necia mujer!

— ¡Te dije que no! – llora — vete con tu prometida rubia de piernas largas – la ahoga el llanto, es un llanto etílico que al bajar la adrenalina l efecto que hizo el alcohol en su organismo ha vuelto — ¡esa con la que te acostaste el mismo día que me terminaste! – sus gritos se ahogan entre las lágrimas y el bochorno cubre a Damián de manera inclemente ante la selección de palabras que escoge Lea, las cuales son lanzadas como dagas a su pecho.

— ¡Lea! – se acerca demasiado y ella lo golpea en el rostro de nuevo.

— ¡Vete, déjame en paz, sola estoy mejor! – se aleja de él caminando a toda prisa secando con rabia las lágrimas que bañan su hermoso rostro — ¡eres una mierda Damián del Toro! – pero él decide que no se va y que menos que nada la dejará.

— ¿Sabes que, chavala grosera? – la sujeta por la cintura girándola — ¡te lo aguantas porque voy a explicarte! – ella lo golpea con los puños en el pecho, pero es mucho más fuerte.

Patalea golpeando sus rodillas lo cual hace que se remueva un poco. Se rehúsa a soltarla, no quiere estar lejos de ella y menos ahora que recuerda no haber estado con Gretta. Una escalofrío recorre su espina dorsal solo de pensar que él y esa mujer…

— ¡Suéltala Damián! – niega sin mirar a su abuelo que al parecer legó en el auto patrulla — ¡qué la sueltes! – cierra los ojos y la baja.

Ella cae de rodillas con el rostro cubierto, ahora sí que está avergonzada. El viejito lindo se acerca a consolarla.

— ¡Yo… yo lo siento mucho! – solloza desconsolada.

— No te apures mi amor, todo va a estar bien – la abraza y ella niega — ¡llévense ese sinvergüenza de aquí! – ordena a los policías y estos obedecen llevándose a Andrés detenido — veamos que nos dice este pajarito cantarín – mece a Lea entre sus brazos y todos miran la escena.

— Yo me encargo desde aquí Don Mauricio, gracias – la voz de Paula esta vez no la tranquiliza y llora sin parar — ¡Harold por favor ayúdame! – la toma en brazos, Damián gruñe enfadado con el mundo — ¿Raphael? – el chico asiente — ¡ven con nosotros por favor! – los pies de Damián se mueven solos y sus manos empuñadas hacen que las uñas se claven en las palmas de sus manos lastimándolo.

— ¡Déjala, no quiere verte! – la respiración de su nieto se hace errática.

— No quiero dejarla, quiero demostrarle lo que valgo – el anciano levanta una ceja. Un vehículo se detiene a su lado.

— Espero que sea más de un millón de dólares Damián – el aludido cierra los ojos negando con la cabeza —, las mentiras siempre salen a la luz cuando menos lo esperas hijo mío, ahora te pido que hagas algo bien – Mauricio asiente hacia el chofer que abre la puerta del auto — cásate con Gretta, deja en paz a Lea que ya ha sufrido bastante por tu culpa, no nos decepciones más…




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