Una Propuesta Millonaria

Capítulo 54. Reflexiones

Damián observa detenidamente sus manos, cada mancha de sangre, cada magulladura e incluso las cicatrices de heridas anteriores cuando en su niñez y adolescencia ni siquiera pensaba en detenerse a la hora de golpear. Enfadado con el mundo, etiquetado por los psicólogos y terapistas vivía en constante contienda con cualquier persona que lo mirase dos veces. Una conducta que dejaría atrás luego de saberse internado en un psiquiátrico donde pudo por fin drenar por completo todo el odio por la ausencia de una figura de respeto ya que el abuelo moría por él y más aún cuando su abuela murió, el viejo se refugió en él.

Al golpear a Andrés todo lo que había dejado atrás volvió en forma de rabia, razón por la cual no pudo detenerse por sí mismo sin embargo y contrario a lo que hacía antes pudo contenerse al ser arrastrado por sus hermanos y su ahora… padre que de ninguna manera piensa tener algún contacto con él.

— ¡Qué se joda! – pese a que escuchó perfectamente y con mucha a tención las palabras de su tío Albert y aunque nunca ha sido muy apegado a él, se rehúsa a aceptar a ese hombre como su padre —. Nadie me puede obligar a aceptarlo ¡joder que no soy un crío! – dice en voz alta mientras camina con descuido sin querer llegar a casa de su hermano Harold.

Poco a poco llegan a su cabeza flashes de lo que ocurrió el día de la nefasta noche en la que se emborrachó y alguien lo drogó aunque ahora sí que está seguro de la culpabilidad de Andrés aunque no sepa de la conchupancia que tiene con Gretta. Se arrepiente de ser tan tonto y ponerse en bandeja de plata para que lo tomaran por un pequeño al que pudiesen engañar (lo cual hicieron por supuesto), no obstante en este momento y antes de querer arreglar el lío lo que más anhela es estar con Lea y explicar la situación. Pero ella lo ha rechazado.

Nunca ha sido hombre de insistirle a una mujer, pero cree que podría suplicarle aunque sea un poco para que vuelvan al convenio porque el solo hecho de pensar en irse al altar con la rubia le pone la vida más triste de lo que ya la tiene.

Acepta el hecho de que su abuelo lo haya llamado mentiroso, es una realidad y su expresión de decepción lo hace desinflarse por completo. No quiere ser ese hombre sin vergüenza que le gusta mentir, pero dándole vueltas a lo que pudo haber salido mal con un plan tan sencillo como: “comprometerse con Lea, casarse y luego de un tiempo prudencial divorciarse”. Y ¡voilá!

Ser de nuevo el soltero más codiciado entre las mujeres, pero ahora divorciado que sería como una luz de neón en su prontuario de chicas en el saco.

— ¡Pero ahora todo se fue a la porra y de comodín, Lea no quiere verme! – resopla enfadado al recordar que ella prefirió a ese sujeto que parece un payaso con esos rizos ridículos.

Presta atención al camino y se encuentra casi en la esquina antes de llegar a casa de su hermano, espera que ese joven se haya ido ya porque de lo contrario no responderá de sí mismo.

Respira profundo y arriba hasta la terraza, pero en el momento que va a tocar la puerta esta se abre dejándole ver a una Lea sonriente prácticamente coqueteándole al tipo que parece un poodle.

— ¡Gracias de nuevo Raphael! – sonríe encantada ante la sonrisa del sujeto — espero que me visites para hablar de ese tema que tenemos en común – lo ignora olímpicamente y Damián hace acopio de toda su energía para contenerse de explotar.

Siente que los celos lo superan.

— Él no va a visitarte nunca Lea – su voz sale tan grave que hasta él mismo se asusta.

— ¿Quién dice que no? – lo mira de arriba a abajo con suficiencia —. Apártate Damián, cásate con tu Gretta y déjame en paz – levanta el mentón y él piensa que se ve preciosa desafiándolo pero no puede permitírselo — yo solo quiero mi millón y que desaparezcas de mi vida – la mandíbula del hombre se aprieta tanto que sus dientes rechinan.

— ¿Sigues aquí amigo? – Raphael abre y cierra la boca sin saber que decir — ¡largo!

— ¡No! – ella se ubica entre ambos hombres — ¡él se irá cuando yo lo diga! – le grita a la cara —. Raphael eres bienvenido cuando lo desees – habla con más suavidad ante los ojos muy abiertos del joven.

— ¡Vete amigo por favor! – ahora el tono de Damián es peligrosamente bajo —. Se te nota muy inteligente y no creo que sea agradable para ti que te eche a patadas – le sonríe de manera casi demoniaca.

— ¡Te dije que!

— Lea – la suave voz de Raphael llama su atención — creo que es mejor si me voy en este momento – sonríe tranquilo —, siempre puedo venir a visitarte cuando nuestro amigo aquí presente no se encuentre – el chico sube la vista mirando directamente a los ojos al hombre que le saca casi una cabeza dándole a entender que no le teme.

Damián toma una respiración tan profunda que sus pulmones arden.

— Sí Lea déjalo que se vaya – murmura con doble intención — necesito que hablemos a solas – sonríe al joven.

— Está bien Raphael, gracias de nuevo – abraza al joven y este besa su mejilla bajo la mirada asesina de Damián — y en cuanto a ti – lo señala — no tengo intención de hablar contigo, lo que necesito es que me dejes en paz y me pagues el millón de dólares – Lea le habla cerca, desafiante y en un tono que no le gusta para nada.

— Pues para poder pagarte el millón deberás escucharme – la chica casi corre hacia el interior de la casa y él va pisándole los talones.

Se detiene de súbito ante la exigencia de Damián, gira hacia él y aunque se maravilla de lo guapo que se ve sus ojos se llenan de lágrimas al pensar en que se casará con la rubia odiosa y mala.

— ¿Y que se supone escuche? – se aleja al ver que él levanta la mano para tocarla — ¿Qué te casarás con esa chica Gretta porque te revolcaste con ella escandalizando a la alta sociedad? – a medida que habla levanta la voz considerablemente.

— ¿Lea, cariño? – Paula aparece — ¿sucede algo cielo? – no termina de hablar ya que ve a Damián e intuye que los gritos de la chica son por su causa. Se retira.




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