Una Propuesta Millonaria

Capítulo 55. Mentiras, aclaraciones y sorpresas

Damián queda embobado con el trasero precioso de la chica grosera y malgeniada que sin dudarlo lo ha dejado con la palabra en la boca y sube la escalera con la barbilla muy en alto, suspira entrecortado sin ninguna insistencia de su parte para que la escuche sin embargo se dirige hacia la sala de estar que aunque ya es bastante avanzada la noche, su familia se encuentra tomando un postre imagina luego de la cena.

Resopla.

— Buenas noches Damián ¿te apetece comer algo? – Harold le ofrece y él niega.

— No gracias, descuida estoy bien así – levanta la mano sonriendo — ¡qué hermosa reunión! – ironiza — ¿pensé que se habrían ido a su nidito de amor? – le refiere a su tío Albert sin siquiera mirar a su padre.

— Deja la ironía sobrino, sabes que a esta hora no nos iremos – regaña — ninguno conduce de noche – aclara.

— ¿Y cómo coño voy a saberlo? Si ni siquiera los conozco bien – se encoge de hombros, pero a Albert no le pasa desapercibido el dolor en su voz — si por lo menos hubiesen tenido la decencia de aparecer de cuando en cuando algunas cosas se habrían aclarado y las mentiras no dolerían tanto – reprocha mirando a Derek quien niega con el mismo mal humor que su propio hijo.

— También podrías quedarte a escuchar ciertos secretos que no te han sido revelados, hijo…

— No me llames de ese modo, mi padre se llama Mauricio Del Toro – expone con desagrado hacia el hombre que lo engendró — y puedes quedarte con tus mentiras porque ni siquiera me molestaré en escucharte – termina mirándolo como lo haría con su peor enemigo.

— Deja la falta de respeto Damián – advierte Harold — las cosas no son como las piensas, sabes bien que tu abuela era una arpía porque lo viviste en cuerpo y alma – se carcajea falsamente.

— ¿Sabes que creo Harold? – se dirige hacia el mayor de los hombres incluido Derek —. Que a ustedes le convino más que Martha Elena me dejara la responsabilidad del dinero y prestigio de la familia porque de ese modo no pesaría sobre sus hombros – espeta con toda la grosería que lo caracteriza.

— ¡No digas pendejadas crío de mierda! – grita Albert ofendido por las palabras de su sobrino quien se encuentra listo para saltarle encima — ¡¿quieres saber por qué eres mi sucesor?! – da unos pasos al frente casi llegando frente a él, pero Derek interviene.

— Albert por favor, cálmate – lo detiene colocándole sus grandes manos en el pecho — esto es algo que no vale la pena, en este momento no lo va a entender – trata de que sus ojos conecten, pero su pareja solo mira con molestia a su sobrino.

— ¡Y jamás lo entenderé, no te deshaces de una responsabilidad como lo es tener un hijo solo porque alguien te amenace! – la paciencia de Albert expira.

Se desembaraza de los brazos de Derek y salta hacia Damián golpeándolo, este cae sobre la mesa de té. Se levanta de inmediato lanzándose sobre Albert, caen al piso en medio de gritos y forcejeos; el pómulo de Damián sangra por un corte hecho por el puño de su tío. Toda la rabia e impotencia que tiene dentro la saca en forma de golpes hacia todo aquel que intervenga. Su infancia: solo, su adolescencia marcada por su abuela que siempre estaba dirigiéndolo y buscando que hiciese lo que ella le daba la gana y por último su madre que ni siquiera lo defendía de los ataques de la mujer que según ella, lo estaba criando.

Lea observa desde lo alto de la escalera la interacción y cubre sus boca, el ruido y los gritos la han hecho salir de su habitación, pasó por la de Tania cerciorándose de que estuviese dormida. Baja a toda velocidad, pero al llegar al último escalón le sobreviene un mareo que la deja fuera de combate, escucha un grito a lo lejos y siente como cae golpeándose la cabeza con el filo de una mesita de madera colocada al lado de la suntuosa escalera haciéndose una herida de donde le brota sangre, mucha sangre.

— ¡Lea cuidado! – el grito de Paula alerta a todos, pero su propio peso le impide correr — ¡Dios mío, no! – Harold va hacia Lea que se encuentra inconsciente en el piso.

— ¡Ya basta, ha habido un accidente! – su voz se escucha sobre los gritos y los golpes — ¡maldita sea Damián ayúdame, es Lea! – el hombre gira al escuchar su nombre y se descuida lo que Albert ya con la nariz hecha un desastre de carne y sangre aprovecha para noquearlo con un derechazo — ¡ya basta Albert por el amor de Dios, lea esta herida! – corren a favorecerla.

— Harold hay que llevarla a urgencias…

***

Media hora después en un hospital cercano…

— ¿Cómo se encuentra doctor? – gime una Paula asustada todavía por el accidente — ¿por qué no despierta?

— Tiene una contusión, su cerebro se ha movido un poco – explica el galeno llenando una historia — tardará un poco en despertar ¿qué edad tiene la paciente? – Paula abre los ojos.

— Veinte, tiene veinte años – se escucha la voz temblorosa de Damián completamente fuera de su zona de confort.

— ¿Padece algún tipo de alergia? – inquiere inexpresivo al sujeto gigante que arriba a toda prisa con la cara golpeada y un apósito en el pómulo izquierdo.

— Cacahuate y uvas pasas – se detiene ante el doctor mirándolo como un desquisiado, este asiente.

— Entiendo ¿es alérgica a medicamentos? – Damián asiente.

— Es un analgésico – piensa — ¡ibuprofeno! – mira al medico — ¿necesita alguna otra información?

— Acerca de su familia, si – responde escribiendo en la hoja en blanco de la carpeta.

— Bien, es hija única solo de madre ya que su padre es desconocido, su madre padece cáncer de mama en fase tres y su abuela solo tiene problemas de hipertensión arterial controlada con medicamentos y una alimentación sana – se estremece al darse cuenta que sabe más de Lea de lo que pensaba.

Observa la sonrisa del doctor al escribir nuevamente, pero se expande al recibir lo que parece unos resultados: “positivo” recita el hombre muy bajito.

— ¡Excelente es positivo y felicidades! – Damián arruga las cejas.




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