Una Propuesta Millonaria

Capítulo 70. Trago amargo

— ¡¿Qué has dicho?! – la abuela se acerca a él amenazante con puños arriba — si tú le has hecho algo te voy a…

— ¡Mima! La voz rota de Larissa llama la atención de Lorena —. Déjalo que hable, se nota afectado ¡ven que tengo miedo! – la respiración de la mujer enferma es irregular.

Temerosa de las siguientes palabras de Damián estira los brazos para que su propia madre la consuele ya que necesita llorar este trago amargo.

— ¡Lo siento mucho! – su pecho arde ante el dolor que él mismo siente —. Ella… - suspira para detener las lágrimas y Lorena se acerca un poco para mirarlo a los ojos — ella está en buenas manos, pero necesito que vengan a Manhattan conmigo – explica casi sin voz.

— Es grave – expone Larisa con el mentón arriba y él asiente ya con lágrimas en los ojos — ¡tú la amas y la protegerías! ¿no es cierto? – las palabras de la mujer se clavan como un puñal en el pecho de Damián que puja por llevar aire a sus dolidos pulmones casi sin lograrlo, pero niega.

— No la protegí lo suficiente y por eso se encuentra en ese momento recluida en un hospital y en estado de coma – Larisa pierde el equilibrio y Corina corre a auxiliarla.

El grito de Lorena se escucha en toda la estancia, la puerta se abre de golpe dejando ver a un hombre de mediana edad, alto, fornido, con un rostro cálido y desenfadado, este observa la escena con asombro y preocupación ya que la señora mayor cubre su rostro con expresión de dolor.

— ¡Damián! – el aludido gira antes de tomar en brazos a la anciana — ¿Qué pasa aquí chaval? – el hombre abre los brazos en busca de una sonrisa de su sobrino político y por el contrario lo que encuentra es una mirada triste.

Preocupado decide integrarse al drama buscando ayudarlo en lo que se pueda. Entonces es el caballero quien toma en brazos a la abuela de Lea para consolarla.

— Dios mío ¿Qué le pasó a mi niña? - llora desconsolada alertando a Sebastián.

— Tranquila doña Lorena, estoy seguro que lo que sea que esté sucediendo es remediable - intenta devolverle el ánimo a la mujer — ¿No es así sobrino? - Damián suspira entrecortado sin saber si: asentir a las palabras de su tío o negar.

— Es complicado tío, solo puedo decir que he dejado a Lea en buenas manos y que más tardar en diez días tendremos buenas noticias - su mirada desesperada no convence al tío, pero como ama a ese muchacho como si fuese propio entonces apoya su diatriba.

— ¿Estás viendo mujer o más bien oyendo? – expresa sonriendo a Lorena — la muchacha está en buenas manos - ayuda a la señora a tomar asiento en el sofá.

Larissa llora desconsolada con las manos cubriendo su rostro, como madre tiene una corazonada y es que su hija no se encuentra bien.

— Larisa, Lorena ¿les gustaría ir a la cocina a tomar un té de hierbas para sentirse mejor? – Corina sonríe de manera dulce sin que se le note la preocupación.

Acción que no le pasa por alto a su esposo ya que llevan mucho tiempo, juntos y la conoce muy bien. Al salir las féminas de la sala de té, Sebastián se gira hacia Damián quien está al borde del llanto, con dolor de cabeza y nuevas nauseas

— ¿Qué pasa Damián? – interroga con preocupación — no me gusta para nada esa cara de cordero degollado que te cargas – Damián le devuelve una sonrisa triste y un movimiento negativo de cabeza, pero el tío no lo deja hablar — ¡Y no me vengas con la tontería de que “es complicado” porque aún puedo darte unos azotes! – abraza a su sobrino recordando cuando era un pequeño travieso.

— ¿Aun tienes esa botella de Macallan Añejo? – ahora Sebastián entiende que el chico creció y la pena es del corazón.

— Por supuesto, la guardo para estás ocasiones – palmea la espalda de Damián y lo dirige hacia fuera de la salita — vamos al estudio de Corina, allá tendremos un poco más de intimidad - Damián no puede evitar sonreír ante la humildad de su tío.

— ¿Cuándo te darás cuenta que la mitad de todo esto es tuyo? por no decir que todo - el hombre niega con una sonrisa radiante en los labios.

— Nada de lo que ves a tu alrededor es mío muchacho, le pertenece a Corina ¿O no recuerdas lo que me decía Martha Elena? - llegan a la puerta de la enorme habitación que funciona como estudio de trabajo para Sebastián.

— ¿Que eras un estorbo? Creo – niega sonriendo aún, indicándole a su sobrino una silla para que la ocupe.

— Una piedra en el zapato – se carcajea — jamás le quitaría un centavo a mi amada Corina, este es su patrimonio y tiene derecho a hacer con él lo que desee - Damián niega inconforme.

— Siempre me has dado muy buenos consejos además del amor que siempre me has profesado, pero hoy no estoy de acuerdo contigo porque la tierra es de quien la trabaja y tú… - lo señala directamente con el dedo índice — has trabajado esto y lo has hecho con dedicación y afecto - el hombre asiente a las palabras del joven.

— Y nada me llevaré cuando muera, salvo el amor de la mujer que me tiene atrapado el corazón de toda la vida - expresa enamorado hasta los huesos de su mujer —, pero en este momento yo no soy el tema relevante en la ecuación - interrumpe su momento romántico para dar paso al problema que evidentemente tiene su sobrino y del cual él es ignorante — ¿Qué pasa con la muchacha? Porque si esas dos mujeres que parecen adolescentes, están así de tristes es porque les has traído malas noticias - Damián suspira aceptando el vaso relleno del whisky que le ofrece su tío.




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