Una razón para amarte

Capítulo 8.

Stella.

Era hace unos cinco años atrás. Debido a problemas hormonales y la ausencia de útero, siempre parecí varios años más joven, parecía una niña, solo alta. En ese momento me interesaba el teatro y estudiaba en un estudio dirigido por una actriz bastante famosa en el siglo pasado. Aunque ya nadie la contrataba, algunos aún la recordaban. Con mi apariencia no podía interpretar los papeles que quería, pero me esforzaba mucho para demostrar que podía hacer cualquier cosa.

Un día fuimos a la ciudad con un espectáculo para participar en un concurso. Fue allí donde vi por primera vez a Cruz. Solo había visto hombres así en westerns: aunque estaba vestido con un traje color acero, parecía que escondía un revólver detrás de la espalda. Su mirada lúgubre y dura y su confianza impenetrable, daban la sensación de tener un muro invisible alrededor de él que inspiraba miedo y respeto.

Nunca le habría prestado atención si no fuera por su acompañante, una mujer de esas que te hacen querer arreglarte la ropa, alisarte el cabello y en general dar rienda suelta a tus complejos. Ella era perfecta, como una estatua en un museo. Tenía una figura impecable y vestía un elegante vestido rojo brillante. Su cabello estaba recogido en un peinado alto, y su maquillaje, aunque sutil, era perfecto. Una ráfaga de viento me trajo el aroma de un perfume caro.

—Te vimos en el escenario. Tienes un talento innegable, cariño —dijo con voz melodiosa.

—Gracias —respondí, sonriendo agradecida.

La admiré abiertamente, notando sus labios perfectamente contorneados, su nariz recta y aristocrática, su elegante mentón ovalado y sus movimientos suaves y medidos. Se comportaba como una mujer que sabía muy bien lo que valía. Era hermosa, como una actriz en la alfombra roja o una modelo de revista de moda.

—Estoy filmando una película muy relevante, sobre el tema del día —dijo el hombre.

—¡¿Sí?! —exclamé alegremente, anticipando algo increíble, porque nunca había visto a un director de cine—. ¿Cuál?

—El título todavía es preliminar —eludió la respuesta—, pero necesito una chica para interpretar uno de los papeles.

—A mi hija, para ser exactos —añadió la mujer, sonriéndome cálidamente—. ¿Quieres convertirte en actriz como yo?

—¡Sí! —exclamé, sintiendo que en ese momento vendería mi alma al diablo por la oportunidad.

Sabiendo que mi padre no aprobaría esto, le dije a nuestra directora que me quedaría en la ciudad con mi hermana, que estudiaba en la universidad local, y que ambas regresaríamos al día siguiente. En realidad, fui con Cruz y esa mujer. Estaba tan emocionada por la oportunidad de aparecer en una película y volverme increíblemente hermosa que no pensé en nada más.

Llegamos a una casa, la mujer y yo subimos al segundo piso, donde me pidió que me pusiera ropa diferente y me explicó lo que debía hacer. Según el guion, yo era la hija de esta mujer, quien había sido violada por su padrastro.

—Sé que es difícil, pero no te preocupes, el actor no te hará nada malo, te lo prometo —me acarició la cabeza—. Estoy segura de que lo lograrás. Recuerda, la cámara solo te seguirá a ti, o mejor dicho, a tu rostro, así que intenta transmitir todo el horror y el disgusto de lo que está sucediendo.

La mujer hablaba de manera tan convincente mientras otra chica me maquillaba que no tuve preguntas cuando me llevaron a una habitación donde un hombre estaba acostado en una cama. Había cámaras estratégicamente colocadas y me dijeron que lo despertara. La primera vez no lo logré, pero la segunda vez dejé de actuar y el miedo fue completamente natural, porque el joven me miró con ojos completamente locos.

—¡Perra! —rugió, agarrándome de la camiseta y arrojándome sobre la cama. Me tomó del cuello y no podía respirar. Intenté pedir ayuda, pero solo podía respirar con dificultad y nadie escuchó mis gritos, o nadie quiso escucharlos. Intenté luchar, pero él era mucho más fuerte. Logré alcanzar un jarrón y golpearlo en la cabeza con todas mis fuerzas. Finalmente, el hombre dejó de estrangularme y salí corriendo de la habitación. Sentí una adrenalina increíble y solo quería salir corriendo de esa casa, pero la mujer me detuvo y dijo:

—Estaba segura de que lo lograrías. Te salió increíblemente bien.

—¡Prometiste que no me haría nada! —grité desesperada—. ¡Casi me estrangula!

—Cálmate, cariño, fue planeado según el guion —me apretó contra su pecho y me llevó a la habitación donde estaba mi ropa.

Mientras me cambiaba y me quitaba el maquillaje, ella le ordenó a la maquilladora que trajera pizza y Coca-Cola.

—Qué buena escena te salió, ha sido todo muy natural—dijo la mujer, echándome la bebida en el vaso. – Te dije, que tienes un talento. Debes irte a la capital y estudiar el arte dramático.

Ella empezó contarme unas historias de como ella estudiaba allí. Era muy divertido e interesante, yo olvidé completamente de lo que pasó y el susto que experimenté hace poco, pero en ese momento Cruz entró. Parecía que estaba tratando de contener la ira hacia mí o hacia la mujer. No entendí, pero dejé de comer pizza por miedo. Se acercó a mí, me cogió por la barbilla y me levantó la cabeza, morando mi cuello.

—¡Estúpida! Te dije, que la vigilaras, —murmuró enojado entre dientes, dirigiéndose a la mujer —. Anota todos sus datos y envíala a casa, págale doscientos dólares.

Sin despedirse de mí salió de la habitación.

-No te preocupes. Cruz está muy nervioso por… por la película, pero es una persona muy buena, ya verás, - dijo la mujer, prometió llamarme cuando se produjera el próximo ensayo y me envió en taxi con mi hermana.

Naturalmente, María me preguntó por los maratones en el cuello y le conté del ensayo. Me sentía como una auténtica actriz, incluso le enseñé mi primer dinero ganado por actuar. Pero María se quedó estupefacta escuchando mi relato. Me hecho una bronca descomunal, llamándome estúpida y lo contó a papá. Fue después de este incidente que mi padre nos prohibió a Agatha y a mí salir solas del pueblo.




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