Una razón para amarte

Capítulo 56.

Benjamín.

El aeropuerto estaba abarrotado cuando llegué. Observé la llegada de pasajeros, esperando ver a Madame Clarice entre la multitud. Finalmente, la distinguí. Su presencia era inconfundible: una figura pequeña pero imponente, con un aura de sabiduría y serenidad.

—Madame Clarice, bienvenida —le dije, acercándome y ofreciéndole una mano.

—Gracias, Ben. Es un placer verte —respondió con una sonrisa cálida.

La llevé al coche y nos dirigimos al hotel. Durante el trayecto, le expliqué brevemente la situación con la tarjeta de memoria y nuestra dificultad para traducir la información.

—Tengo la sensación de que podrás ayudarnos con esto —dije, esperando que mi intuición no me fallara.

—Veremos qué puedo hacer —respondió enigmáticamente—. Pero antes, necesito ver el colgante.

Asentí, consciente de la importancia de su solicitud. Abrí mi abrigo, saqué del bolsillo el colgante y se lo entregué a Madame Clarice.

Ella lo examinó con detenimiento, girándolo entre sus dedos y observando cada detalle. El colgante era un objeto antiguo, con intrincados grabados que parecían tener un significado oculto. Al abrir el pequeño compartimento, se reveló el espacio donde había estado el chip.

—Este colgante no es un simple adorno —dijo Clarice, frunciendo el ceño—. Los símbolos y los grabados tienen un propósito. Son indicios de una protección antigua, quizás mágica.

Me acerqué, interesado en la observación de Clarice.

—¿Protección mágica? —pregunté, escéptico.

—Sí, no era raro que grupos como la Logia Sánscrita utilizaran objetos con propiedades místicas para proteger su información más valiosa —explicó Madame Clarice—. Este colgante podría haber sido diseñado para ocultar y proteger algo o como un carné de identificación de un miembro del grupo.

—¿Como un PassVIP? —pregunté, intrigado.

—Es posible —respondió ella—. Necesito más tiempo para estudiarlo adecuadamente. Podría haber algo más, algo que podría darnos una ventaja en nuestra lucha contra la Logia.

Decidí dejar el colgante con Clarice, confiando en su experiencia para descubrir cualquier secreto adicional que pudiera albergar. Después de asegurarme de que estuviera cómodamente instalada en el hotel, la llevé a nuestra oficina donde Fox y Cipher nos esperaban.

—Madame Clarice, estos son Fox y Cipher. Ellos han estado trabajando en la traducción —les presenté.

—Es un placer conocerlos —dijo ella, estrechando sus manos.

Nos sentamos alrededor de la mesa donde estaban desplegados los documentos y la computadora con la información descifrada hasta el momento. Cipher le explicó las dificultades que habían enfrentado con el antiguo dialecto alemán.

—Es un dialecto muy raro —dijo Cipher—. Hemos hecho algunos progresos, pero nos preocupa que estemos interpretando mal. Nos faltan algunas partes clave.

Madame Clarice asintió, estudiando los documentos con una mirada concentrada. Pasaron unos minutos de silencio mientras revisaba cuidadosamente cada fragmento de texto.

—Este dialecto es, en efecto, muy antiguo —comentó finalmente—. No conozco este idioma, pero vamos a hacer un experimento.

La esperanza se encendió en mis ojos.

—¿Cree que podrá ayudarnos a traducirlo? —pregunté.

—No lo sé —respondió con una sonrisa—. Vamos a probar. Tenéis que estenografiar todo lo que voy a decir.

—¿Estenografiar? —preguntó Fox.

—Pon el micrófono a grabar —explicó Cipher.

Clarice se acomodó en la silla, puso delante una hoja con el documento, sujetó el colgante en su mano y comenzó a hablar con una voz más grave, guiándonos en la traducción con una precisión asombrosa. Cada palabra y frase cobraba sentido bajo su interpretación. Durante unos veinte minutos, nos sentamos en silencio, escuchando y observando cómo desentrañaba los secretos escondidos en esos antiguos documentos.

Finalmente, cuando terminamos, la magnitud de la información que habíamos descubierto era abrumadora. Planes detallados de la Logia Sánscrita, las pautas de eclipses lunares, los rituales de juramento que realizaban, algunos nombres de la cúpula, que me sorprendieron conocerlos, pero no había nada sobre los experimentos que realizaba Smith.

—Esto es... mucho más de lo que imaginaba —dijo Fox, rompiendo el silencio. – Tantos celebrities y nombres famosos están metidos en esta mierda.

—Sí, ahora sabemos exactamente a lo que nos enfrentamos —añadió Cipher, con un tono de gravedad.

Madame Clarice nos miró con seriedad.

—Ahora que tienen esta información, deben actuar con cuidado. La Logia Sánscrita no se detendrá ante ninguna amenaza.

—Sí, pero no encontramos ninguna pista de Smith, ni de lo que estaba haciendo a Stella y David.

—Stella no corre peligro; la necesitaban como guía para encontrar a David. Sospecho que Cruz, bajo el ataque de la fuerza o de la magia, le dijo que el niño estaba vivo. Realmente necesitan a David con sus habilidades, porque siento que hay un gran peligro para él —respondió Clarice.

—Entonces necesito ir con ellos —dije con confianza.

—No. Ahora no —me detuvo bruscamente.

—Entonces llamaré a mi padre o a Fernando y les avisaré —sugerí.

—Tampoco. No ayudará. Necesitamos encontrar a Smith y, para ello, debemos llegar a la reunión de la Logia.

—¿Cómo? —dijimos Fox y yo al unísono.

—Podemos descubrir dónde y cuándo será. Han elaborado un cronograma de eclipses lunares para diez años, solo hay que buscar cuándo y dónde serán —dijo Cipher, tecleando en su computadora.

—Eres muy bueno, joven —sonrió Clarice.

—Gracias —le sonrió Cipher también—. ¡Aquí está! En dos días en Edimburgo. Ahora miramos la lista de los miembros y averiguamos quien vive en Edimburgo.

—Ok, pero ¿cómo entramos? —preguntó Fox—. No creo que nos vayan a esperar allí con los brazos abiertos.

Fox tenía razón. Entrar en la reunión de la Logia Sánscrita no sería tarea fácil. Madame Clarice, Cipher y yo nos miramos, conscientes de los riesgos que estábamos a punto de asumir.




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