Pov Dominic
Las horas pasaron lentas después de enviarle ese mensaje a Alice. Cada minuto sin respuesta era una tortura. Sabía que mis palabras podían hacer que se alejara para siempre, pero no podía soportar más mentiras. Si quería que esto funcionara, si quería que Alice fuera parte de mi vida, ella debía saber al menos una parte de la verdad.
Estaba en mi despacho, fumando el tercer cigarro de la noche y revisando algunos papeles sin realmente prestar atención. La bruma de mis pensamientos era demasiado espesa. La imagen de Alice rondaba por mi cabeza: sus ojos claros, su sonrisa fuerte pero dulce a la vez... No podía dejar que esa imagen se rompiera.
De repente, el sonido de mi teléfono me sacó de mi trance. Era un mensaje de Alice. Lo abrí con ansiedad.
A- Claro, Dominic. ¿De qué quieres hablar?
Mis manos se tensaron alrededor del teléfono. No podía explicarle todo por mensaje; esto debía ser en persona. Tenía que verla, observar sus ojos y ver si en ellos aún habría una oportunidad de redención para alguien como yo.
D- Quiero que hablemos en persona. Mañana en la noche, en mi casa. Es importante.
Ella tardó en responder, lo suficiente para que cada segundo pareciera una eternidad.
A- Está bien. Estaré allí.
Suspiré, dejando salir el aire que había estado reteniendo. Me preparé mentalmente para lo que sería la conversación más difícil de mi vida. Mañana, las cartas quedarían sobre la mesa. No podía darme el lujo de perderla, pero tampoco podía arriesgarme a que ella estuviera en la oscuridad. En este mundo, la ignorancia puede costar vidas.
La noche siguiente, cuando Alice tocó a mi puerta, mi corazón dio un salto. La dejé entrar y la guié al salón, donde un ambiente cálido y tranquilo contrastaba con la tormenta de pensamientos que llevaba dentro. Ella se sentó en el sofá y me miró, con los brazos cruzados, en espera. Sabía que estaba nerviosa, pero se mantenía firme, como siempre.
—Gracias por venir —dije, tomando asiento frente a ella.
—Me preocupaste con tu mensaje —respondió ella, clavando su mirada en mí—. ¿Qué es tan importante que no podías decirme por mensaje?
Respiré hondo, intentando encontrar las palabras adecuadas. No quería mentirle, pero tampoco quería revelarlo todo. Sabía que algunas cosas eran imposibles de aceptar, y no quería asustarla.
—Alice, hay aspectos de mi vida que no son lo que parecen. Sé que probablemente ya sospechas... que no soy un simple empresario.
Ella frunció el ceño, expectante.
—¿A qué te refieres?
—La verdad es que... estoy involucrado en negocios que no son del todo legales. Mi familia, mis orígenes... no son tan limpios como aparentan. Yo... yo soy un hombre que ha hecho cosas que no se pueden borrar.
Alice no dijo nada, solo me miraba, intentando leer entre líneas. Sabía que ella necesitaba respuestas, así que continué.
—Trabajo en un mundo oscuro, Alice. Un mundo donde la moral y las leyes se ven diferentes. Hay cosas que he hecho para protegerme, para mantenerme en el lugar donde estoy... —Paré, incapaz de sostener su mirada—. Pero desde que te conocí, he estado cuestionando todo eso.
Ella permaneció en silencio, asimilando lo que le decía. Ese era el momento de la verdad. Si ella decidía irse, sabía que no podría detenerla.
—Dominic, ¿por qué me lo estás diciendo ahora? —preguntó finalmente, su voz era firme, aunque noté un leve temblor en sus manos.
Me incliné hacia adelante, buscando sus ojos.
—Porque, a pesar de todo, quiero que sepas quién soy en realidad. No quiero que vivas en una mentira. Quiero que tomes la decisión con todos los hechos sobre la mesa. Sé que tienes tus razones para despreciar este mundo. No soy ciego. He visto cómo reaccionas cuando se menciona el bajo mundo, y sé que lo odias con justa razón.
Ella soltó un suspiro largo, cargado de emociones. Cerró los ojos y se quedó en silencio por unos momentos que se sintieron eternos.
—Lo que me estás pidiendo, Dominic, es... mucho. Yo he perdido demasiado por este mundo que tú llamas tu hogar. Y ahora me estás diciendo que te quede a tu lado, aun sabiendo lo que haces... Es una carga muy grande para mí.
Mis manos se cerraron en puños. No había considerado cuánto podía dolerle. Sabía de su historia, de su pasado marcado por el dolor, pero ahora la realidad se presentaba con una crudeza insoportable.
—Lo sé, Alice. —Tragué saliva, sintiéndome como un niño atrapado en una mentira—. Sé que es difícil, pero te estoy diciendo esto porque... no quiero perderte. Te estoy pidiendo que me des una oportunidad. Sé que nada de esto es fácil, pero tú eres lo mejor que me ha pasado en años.
Vi sus ojos llenarse de lágrimas. No pude evitar alargar la mano hacia ella, aunque se apartó, dudando, como si no quisiera ceder. Finalmente, acercó su mano a la mía, y el contacto fue como un alivio, pero también una advertencia.
—No puedo darte una respuesta ahora, Dominic. Lo que me estás pidiendo no es solo aceptar lo que eres. Me estás pidiendo que acepte un mundo que destrozó mi vida.
Asentí, comprendiendo que no podía exigir más. La decisión sería suya, y tendría que aprender a vivir con lo que eligiera, fuera lo que fuera.
—Tómate el tiempo que necesites —le dije suavemente—. Solo quería que supieras la verdad. Y, pase lo que pase, Alice, siempre tendrás un lugar seguro aquí.
Nos quedamos en silencio, compartiendo un momento cargado de emociones y dudas. Esa noche, no hubo palabras, solo miradas llenas de secretos, dolor y tal vez una chispa de esperanza. No sabía si el amor era suficiente para salvarnos de todo, pero por primera vez en años, estaba dispuesto a luchar por algo verdadero, incluso si eso significaba arriesgarlo todo.
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Editado: 27.10.2024