Una Segunda Oportunidad para el amor.

PREÁMBULO

  Eran las once de la noche, cuando la doctora Chan, abandonaba el Memorial, una leve brisa flagelaba como pequeñas agujas en el rostro, acompañada de un frío intenso, de aquellos que penetran hasta la médula de los huesos. Corrió a su auto, saco de su bolso y accionó él pequeño control negro. Pero la alarma no saltaba, no era la primera vez que le sucedía, venía presentando problemas de hace semanas. Debía apretarlo y soltarle una y otra vez. -vamos, vamos- exclamó. La operación debió durar más de lo planeado, pero la pequeña niña estaba bien, el tumor fue extraído de sus vías biliares con éxito por sus colegas. Ella era la anestesióloga, una de las mejores en su especialidad. Ahora, cansada después de ocho horas que había durado el procedimiento, quería irse a descansar, No obstante, el mando de la alarma no le dejaba abandonar el hospital. Escuchó unos pasos atrás.

 Era Wilson, el vigilante del estacionamiento. Un hombre de unos cincuenta años, Vino corriendo debajo de un paraguas negro, su traje de color marrón con algunos detalles en la chaqueta de verde fosforescente, con su particular bigote prominente pero bien arreglado. Wilson estaba en el hospital antes de que ella, llegará a trabajar, de eso, más de diez años han trascurrido.

 - ¿Problemas otra vez doctora Gina?

-Si, Wilson, otra vez este bendito aparato.

-ya le dije que debe mandarlo a reparar o comprar otro. -sí, pero es que no he tenido tiempo, en las mañanas, él muy descarado, funciona a la perfección, pero de un momento a otro, deja de funcionar, es como si escuchara que le voy a cambiar para que empiece a trabajar bien.

 -Permítame, doctora.

 Wilson extendió su mano y Gina, le dio el aparato. El hombre le dio la vuelta y extrajo las baterías, dio un soplo en el compartimiento en donde estas van fijadas, saco un destornillador de su chaqueta y comenzó a presionar los resortes que sujetan las doble AA y dijo.

-Alguna vez le comenté que mi abuelo, era dueño de un viejo Volkswagen del 55, estaba destartalado, feo de pintura, pero llevaba a mí, abuelo, a su trabajo en los campos de maíz a las afueras del estado y lo traía de vuelta, una vez, lo acompañe a visitar a una tía enferma, estando en camino el auto se detuvo, el abuelo se bajó, pensé que iría a la parte de adelante a buscar herramientas, no sé si usted sabe doctora que esa clase de autos el motor está atrás y el baúl adelante.

 El experimentado vigilante, comentaba esto mientras continuaba moviendo el interior del control, raspaba, apretaba con el pequeño destornillador.

 - Tendría quince años, mi abuelo salió y en vez de dirigirse a buscar herramientas, se fue justo al motor, abrió la tapa que lo cubría y le dio un golpe seco a la máquina gritando.

-No me haga esto.

 - ¿Y qué pasó? -pregunto la doctora.

- Encendió el auto, no solo lo presencié esa vez, sino muchas veces, en una ocasión un mecánico necesito encenderlo para probarlo, le había cambiado algunos detalles electrónicos, de lo cual, el abuelo Simón era poco conocedor. Solo pudo arrancar el auto hasta cuando mi abuelo llego. Solo hizo lo mismo, abrió el capo del Volkswagen y le dio un golpe al motor y se hizo la magia. Eso no quiere decir que las cosas se arreglan a golpes mi doctora, pero vea que hay ocasiones.

 En ese momento el vigilante metió las pilas, coloco la tapa y le dio un testarazo seco con el destornillador al control y exclamó. - ¡Gruñe señor carro, no me va a dejar aquí a la cansada doctora, ya cumplió, ahora haga lo mismo con ella! Presionó el botón rojo y como arte de magia la alarma se disparó con ese pitido característico de las alarmas de carro.

 ¡Gracias a Dios! - dijo la doctora Chan, sonriente.

-Déselo también a mi abuelito doctora, usted se imagina que no me hubiera enseñado semejante truco, estaría usted aquí mojándose y aguantando frío.

 La mujer abrió su auto, un Kia tipo sedan negro del 2017, entro y le dio arranque. Milagrosamente encendió. La mujer miró al vigilante y le dijo.

-Muchas gracias Wilson, le debo un café.

-No se preocupe doctora, maneje con cuidado, que ha llovido toda la tarde y usted vive lejos.

 - Sí, tendré precaución. ¿Vio salir a Marie?

 - Salió unos diez minutos, antes que usted, la vino a buscar él novio en esa moto ruidosa.

 -hay Marie, otra vez lo perdonó, qué ingenua, es mi amiga.

 En ese momento, llego otro vehículo al estacionamiento, era un viejo Mercedes negro, se bajó un hombre alto y canoso, del baúl de su auto saco un maletín de cuero marrón, con dos pequeñas ruedas de apoyo. Al arrastrarlo, sonaban como herramientas metálicas en su interior, llego hasta donde estaban la doctora y él vigilante.

-Buenas noches, saludo el hombre.

-Buenas noches, doctor Stevens- contestaron en coro.

- ¿Cómo están en esta fría noche?

 -cómo ve doctor, ya me voy- le dijo Gina.

-que descanse doctora Chan, yo tengo operación en media hora.

 - ¿Quién es el paciente?

 -Un joven herido en el corazón con arma blanca,  una operación de emergencia a estas horas, pero esos los gajes de nuestra profesión




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