Hace un año
Aquel día demoré hasta muy tarde en la clase de gimnasia artística y perdí el autobús. Esto solía suceder a menudo, y yo siempre advertía a mis padres cuando pasaba algo así, pero esa tarde mi teléfono móvil murió. El barrio donde se hallaba el gimnasio no era un lugar muy seguro, así que intenté abandonarlo lo más rápido posible. Solo me quedaba pasar una calle, y casi sentí un alivio al notar no muy lejos de mí una iluminación. Detrás de mí se quedaron los establecimientos donde los hombres borrachos se reunían en compañías ruidosas y cantaban canciones obscenas. Me faltaba poco para llegar a una alameda bien iluminada. Apresuré el paso. De la alameda hasta mi casa serían quince minutos andando. Era un lugar mucho más seguro, porque alrededor de las fuentes solían pasear las parejitas enamoradas.
De repente se escucha un fuerte ruido. El ruido proviene de una puerta de hierro. Tal parece que la abren de un fuerte golpe de pie. Luego puedo oír unas carcajadas de risa. Los fragmentos de frases también llegan a mis oídos.
Miro en aquella dirección y acelero el paso. De reojo puedo ver unas siluetas oscuras.
Ojala no me noten. Rápidamente me deslizo intentando pasar desapercibida. Me queda muy poco para llegar al lugar seguro, unos cuantos pasos y ya está.
Intento dejar de mirar en esa dirección. Sigo hacia adelante, no me volteo para ver a nadie.
-¡¿Oye, a dónde vas?! –oigo un grito, y luego un silbido.
No creo que sea para mí. Sería algún asunto entre ellos.
-¡Quédate quieta! –dice otra voz.
El miedo me obliga a caminar con más velocidad. No debo dar la vuelta. ¡No voltear! ¡No mirar!..
-¿Quién es esa chiquilla? –se escucha desde atrás.
-¡Solo mírala! –una risa burlona me hace temblar de miedo–. Es guapa y tiene piernas esbeltas.
-¿Por qué quieres huir de nosotros, bomboncito? –Otro de los tipejos se une a la conversación–. Vuelve aquí, cariño. No nos tengas miedo. No te haremos daño.
Me quedo congelada al ver que una silueta oscura de repente sale de un arco de enfrente. Un hombre robusto y oscuro se me acerca, bloqueando completamente el camino.
-Bien hecho, chicos, pero yo la vi primero.
¿Qué quiere decir con eso? Me vio primero ¡¿y qué?!
-Tú vete con tu Marina –se ríe alguien de los que están detrás de mí–. Esta chica no es para ti. Tú nos abandonaste, así que hoy nos vamos a divertir sin ti.
-Sigo siendo vuestro líder –ruge el tipo que se encuentra frente a mí–. ¡No lo olvidéis!
-¡Está bien, cálmate! Solo era una broma.
Intercambian unas frases más. Mis oídos zumban tan fuerte que no puedo distinguir sus palabras.
Me doy la vuelta y ni siquiera puedo respirar.
¿Cuántos son? Intento contarlos, pero pierdo la cuenta. ¿Serán cinco? ¿O seis? Mi corazón da un vuelco, mi sangre se congela en las venas.
Todos esos chicos son mayores que yo. Por su edad podrían ser estudiantes de una universidad, pero no creo que los tipos como ellos estudien. Huelen a alcohol y humo de cigarrillo. Tengo náuseas por aquel olor asqueroso y por la preocupación que me invade.
Intento decirles algo, pero el miedo me inunda y no me deja hablar. Siento como sube el nivel de pánico. He perdido por completo la capacidad de razonar.
-Que calladita estas –uno de ellos se ríe de mí–. ¿Acaso te tragaste la lengua?
Comienzan unos chistes vulgares cuyo significado me rehúso a entender. Unas risas groseras. Parece que se divierten mucho con lo que está pasando.
-¡Qué camiseta tan estúpida vistes!
Intentan tocar mi torso. Para evitarlo yo salto a un lado, como si me hubiera picado una abeja, lo que parece gracioso a estos tipos.
-¿Cuántos años tienes? –pregunta uno de ellos, el mismo que estaba parado cerca del arco, su líder.
-Dieciséis.
-Ya eres grandecita –se ríe, se acerca hacia mí y también manosea mi camiseta–. Pero te vistes como una niñita. ¡Esos dibujos animados se ven ridículos!
-¡No me toques!
Aparto su mano y doy un paso hacia atrás. Miro alrededor mío como un animal asustado. ¿Cómo pude meterme en los problemas? Debía haber esperado el siguiente autobús en la parada… Pero los autobuses circulan de una manera irregular. Así que no tenía otra salida.
-Chiquilla salvaje –el líder de la banda enseña los dientes en una malvada risa y se aproxima hacia mí.
-Amigos, hace tiempo que no veo a chicas tan atrevidas como esa. ¿Qué pensáis? Vamos a arrancarle esa estúpida camiseta.