Seis meses antes del baile de primavera
Sentía que alguien me estaba siguiendo. Era un sentimiento extraño. Al principio pensé que era por el estrés que sentía después de aquel terrible encuentro con los bandidos. No me pasó nada malo, solamente llevé un gran susto. Pero al mismo tiempo entendía que las cosas podían terminar mucho peor. Aquellos tipos agresivos obviamente querían algo más que robarme y quitarme el uniforme. No me gustaba pensar en sus verdaderas intenciones. Por el contrario, evitaba cualquier recuerdo sobre el accidente. Pero no me abandonaba una extraña tensión. Sentía como si alguien me estuviera observando. Eran unos extraños pinchazos en la nuca, como si la mirada de otra persona estuviera penetrando mi cabeza con un invisible taladro, obligándome a dar la vuelta y buscar al que me miraba con tanta atención.
Y sí, me daba la vuelta más de una vez, pero no veía a nadie. Mejor dicho, había mucha gente alrededor y el observador misterioso podría perderse fácilmente entre la multitud. Solo un par de veces logré notar una enorme silueta. El hombre era alto y robusto. Vestía una sudadera gris con una capucha que le tapaba la frente, ocultando su cara casi por completo. Parecía un atleta. Jugador de baloncesto, o algo así. ¿Por qué un desconocido me estaría mirando? ¿Para qué querría espiarme?
Decidí pensar que todo eso era un invento de mi imaginación, una ilusión. Muchas chicas de mi curso ya salían con los chicos desde hace tiempo. Algunas salían con los chicos de su edad, otras con los que les llevaban unos años, incluso con los estudiantes de universidad. Y yo nunca he tenido nada especial, ninguna relación romántica. Tal vez estaba demasiado ocupada estudiando y no tenía tiempo para los chicos.
-Tú ni siquiera miras alrededor cuando caminas –decía mi madre–. Pero veo cómo los chicos te miran. Lo que pasa es que tienen miedo de acercarse y hablar contigo. Eres demasiado seria. Deberías sonreír más a menudo, entonces te sería más fácil conocer a los chicos.
Yo sonreía a veces. Cuando existía una razón para una sonrisa, cuando pasaba algo realmente divertido. Pero no me parecía normal reír sin una razón.
Aunque mi mejor amiga Cristina hacía precisamente eso. La chica a menudo se echaba a reír, y su risa era muy contagiosa.
-A los chicos les encantan las muchachas ligeras y divertidas –afirmaba Tina y, a juzgar por la cantidad de chicos que mostraban interés en ella, tenía razón.
Yo creía que era demasiado pronto para salir con alguien, además no tenía tiempo para una relación, porque me dedicaba mucho a los estudios. ¿Cómo podía encontrar tiempo para las citas si ni siquiera tengo suficiente tiempo para dormir?
A veces yo miraba a mi alrededor. Pero al final, lo único que vi era a ese tipo misterioso vestido de ropa deportiva gris. En general, no era ninguna sorpresa ver a los deportistas en la zona cercana a mi colegio. Por ahí se encontraba un hotel de primera categoría, donde se alojaban los equipos que acudían a los eventos deportivos en nuestra ciudad. En su tiempo libre los atletas paseaban por el parque o se sentaban a tomar café en los bares cercanos.
No conté a nadie sobre el sujeto desconocido que me perseguía. Ni a mis amigas, ni a mi madre, que era como una amiga para mí. Yo misma tenía dudas si realmente alguien me estaba siguiendo o no.
¿Tal vez era solamente una fantasía mía? ¿Inventé un cuento y yo misma me lo he creído?
Aunque no estaba muy ansiosa por empezar a salir con algún chico, sentía que me estaba perdiendo una gran parte de mi vida. Los estudios son importantes. Pero también existen otros aspectos interesantes de la vida. Sería genial ir al cine o tomar un postre en una cafetería. Y que no sea con las amigas de siempre. Me gustaría tener a alguien especial con quien pasear, charlar, divertirse... Todo esto me hacía soñar inconscientemente e imaginar a un chico perfecto.
Tendría que ser bueno. Inteligente. Fuerte. Así es como lo veo. La imagen de aquel motero aparecía en mi memoria. Ya no soñaba con él por las noches, ni siquiera me acordaba de él, pero a veces se me pasaba por la cabeza: ¿y si realmente él es aquel tipo que me persigue?
No he podido ver su rostro, no tenía idea de cuántos años tenía. ¿Quizás es un hombre adulto? ¿Tiene la misma edad que mi papa? ¿Tal vez es feo? A decir la verdad, eso no me asustaría. La apariencia física no es lo más importante en un hombre. La diferencia de edades podría ser un verdadero obstáculo. Pero estaba casi cien por ciento segura: aquel motero era un chico joven. Aunque espantó a aquellos bandidos como si fuese un rayo. Simplemente se les apareció sin casco, y aquellos cabrones huyeron como locos.
A menudo repasaba en mi mente los detalles del nuestro encuentro y luego me enfadaba conmigo misma por ser tan estúpida. ¿Acaso es tan importante si aquel motero era joven o viejo? ¿Guapo o feo? Me demostró que yo no era importante para él. Lo más probable es que él también sea un bandido. Y si juzgar por la reacción de sus adversarios, era aún peor que ellos. Entonces, ¿por qué sigo pensando en un tipo tan peligroso como él? No me atraen los chicos malos. Prefiero mantenerme lejos de ellos y de sus peleas.
El que me perseguía seguramente no era aquel motero. Basta con recordar cómo se alejó de mí montando su rugiente bestia de hierro. Y yo... soñé con él sin motivo alguno. Que tonta e ingenua soy.