Quiero reprenderlo. Realmente lo quiero. Me gustaría decirle todo lo que pienso, aplastarlo con mis palabras. Pero antes que nada debo controlar mi cuerpo, que tiembla como en un ataque de fiebre. Abro y cierro la boca, porque mis dientes rechinan por culpa de una ola de miedo qué me llena.
Me aferro al cuerpo musculoso del chico, como la gente que se ahoga se aferra a un salvavidas. Mi corazón está latiendo salvajemente. Siento una pulsación en las sienes.
-¿Puedes sentir la velocidad? –pregunta Ángel.
-Sí. Tal vez, deberías bajar la velocidad –respondo enardecida–. Y no te atrevas a soltar el volante, o como se llame la cosa que controle a esta bestia de hierro.
-Nada de control –viene la respuesta burlona–. Se mueve libremente.
No puedo ver el camino, no puedo imaginar hacia dónde nos dirigimos.
Fin del mundo. ¿Dónde está? ¿Qué significa?
No sé cuánto dura nuestro viaje; en algún momento el tiempo dejó de existir. Me relajo y disfruto cada momento que paso al lado de un hombre extraño.
Aunque... ya no es un extraño para mí, no es un hombre desconocido.
Él es Ángel. Un verdadero ángel. De repente pienso: ¿Tal vez es bueno que no conozca su verdadero nombre? Así no me voy a encariñar con él. Pasaremos juntos una sola noche y luego nunca más nos volveremos a ver.
Estos pensamientos son tristes y dulces a la vez. Al final, simplemente decido dejar de pensar. Solamente disfruto del paso de los segundos.
Entiendo que el chico es un excelente motero, por eso no tuvo miedo de realizar un truco peligroso. Aquel motero, que me salvó de los bandidos, también hacía piruetas más difíciles con mucha facilidad, controlando perfectamente su bestia de hierro.
¡Es él! ¡Ahora estoy segura! Simplemente no existen tales coincidencias.
La moto ruge por última vez antes de frenar.
-Ya llegamos –dice Ángel.
Todo está tranquilo alrededor. Me parece bastante sospechoso.
El chico me levanta en sus brazos, a la vez arreglando mi vestimenta, tirando mi falda hacia abajo.
-¿A dónde me llevas?
Él no contesta. Simplemente me deja en el suelo y con un hábil movimiento desata el nudo de la venda que tapa mis ojos.
- Mira.
Una ciudad nocturna está debajo de nuestros pies. Las luces se encienden y se apagan, los destellos de neón parpadean en todos lados. Las carreteras resplandecen, brillan con las luces chispeantes.
Estamos en el mirador. Nunca he estado aquí antes, pero mis amigas me contaron sobre este lugar y me mostraron unas fotos de aquí.
La vista que se abre desde aquí es asombrosa. La iluminación crea un efecto como si realmente fuese el verdadero fin del mundo. Detrás de la ciudad no existe nada más.
Pero en realidad... ¡Me gustaría ver otra cosa!
Bruscamente me doy la vuelta, y no puedo contener un suspiro de frustración. Ángel cubrió su cara con una venda. O, mejor dicho, con un pañuelo. Es espeluznante. Es negro y tiene un dibujo de una calavera blanca que muestra colmillos afilados en una temible sonrisa. ¿Es el mismo pañuelo con el cual me cubrió los ojos? Qué horror.
-¡Buf! –no puedo contener mis emociones–. Esta cosa no te queda bien.
Mientras hablo entiendo que esto es una mentira. A él le queda bien cualquier cosa. Es un maldito encantador. Tiene cabello oscuro, voluminoso, algo despeinado. Unos cuantos flecos caen sobre su frente en un desorden pintoresco. El pañuelo cubre la mayor parte de su cara. Solo puedo ver sus ojos y una pequeña parte de su nariz. Pero aun así no puedo distinguir el color de sus ojos en la oscuridad.
-Ahora entiendo –dice el chico.
-¿Entiendes que ya es hora de que te quites tu estúpido disfraz? –entrecierro los ojos y cruzo los brazos sobre mi pecho, tratando de ignorar el frenético latido de mi corazón.
-Entiendo que una sola noche no es suficiente.
-Bien por ti –digo bruscamente y me alejo de él, cruzando los brazos sobre mi pecho; así intento aislarme de este tipo y todo lo que está relacionado con él. Él entiende... Vaya, que genial. A mí también me gustaría entenderlo aunque sea un poco. ¿O ya no me gustaría? Estoy cansada de resolver sus acertijos.
Hmm, ¿y si esta es su táctica para conquistar a las chicas? Recuerdo que Cristina me dijo una vez, que hay foros en Internet donde enseñan cómo acercarse a las chicas e inmediatamente obtener su número de teléfono y concertar una cita.
Existe un método llamado "calor-frío", si mal no recuerdo. Tina me habló sobre varias tácticas, pero como esas cosas no me interesaban mucho, no las recuerdo bien. En general, un chico alterna mala y buena actitud, primero diciendo o haciendo algo desagradable a la chica, y luego cambiando la primera impresión con un cumplido o un cortejo hermoso.
¿Quizás el secreto de Ángel también se basa en este método? Las chicas se confunden, no entienden lo que pasa, se vuelven locas. Al principio de nuestra relación deseaba que él se fuera y me dejara en paz, y ahora me duele pensar que pronto llegará el amanecer y tendremos que separarnos para siempre. Así que el método está funcionando.