Ángel hace que me tropiece. Prácticamente hace que me caiga. Incluso me resulta difícil identificar correctamente este extraño gesto. Me da un suave empujón debajo de las rodillas y me obliga a sentarme en la chaqueta que yace en el suelo. Se sienta a mi lado.
-¿Me empujaste? –me cabreo.
-Que testaruda –rápidamente responde el chico.
Lo que hizo no es compatible con la imagen de un noble caballero y protector. Me obligó a sentarme por la fuerza. ¿Acaso es normal?
Me siento indignada, empiezo a decir algo, pero muy pronto me doy cuenta de que es imposible decir algo, porque el chico toca la tirita en mi tobillo con sus dedos.
-Es sangre –dice Ángel–. Hay que ponerte otra curita.
Observo sus movimientos como si fuese hechizada. Trato de salir de un dulce estupor, pero, de verdad, no tengo muchas ganas. Obviamente tiene experiencia en tales asuntos.
-¿Estudias medicina? –pregunto.
-¿Por qué lo piensas? –su ceja se arquea, y veo en su frente una herida, recién hecha y bastante profunda.
Toco la herida con mi dedo.
¿Por qué no la he visto antes? Si yo toqué su cara. La estuve examinando. Y no he notado esa cicatriz. Obviamente es una herida grave. Y bien puede dejarle una marca.
-Me pareció que te había salido sangre –digo con excusa y rápidamente quito mi mano, como si tocara agua hirviendo.
-Mis heridas sanan rápido. También los huesos rotos.
Él sonríe, pero sus palabras suenan siniestras.
-¿Te rompiste alguna vez un brazo?
-Rompí muchas cosas.
Él no especifica, si se rompió algo a sí mismo o a otras personas. Y no quiero que me lo cuente ahora.
-Sabes curar las heridas –le digo–. Por eso supuse que eras estudiante de medicina.
Y también me golpeó hábilmente debajo de las rodillas, haciendo que me siente en el culo. Sabe manejar la moto como un profesional. Baila tan bien que todos le tienen envidia. Puede asustar hasta la muerte solo con su apariencia. Y también puede seducir, robar el corazón de cualquier chica. ¿Hay algo en el mundo que Ángel haga mal?
-No –responde en este momento.
Y enseguida me pongo acalorada de la cabeza a los pies.
¿Lee mis pensamientos? ¿Pero cómo? ¡¿Cómo?!
-Estudio en una universidad completamente diferente –continúa el chico.
Ah, es la respuesta a mi anterior pregunta. Puedo tomarme un respiro.
-¿Dónde? –pregunto, y como Ángel no responde, prosigo–. Ahora estoy eligiendo una universidad para estudiar. Me gustaría ir a la capital donde hay más oportunidades, pero sería más fácil si me quedo en mi ciudad; así mis padres no tendrán que preocuparse.
Otra vez estoy diciendo tonterías. Muerdo mi labio nerviosamente y hago un intento de arreglar la situación.
-No creas que yo quiero estudiar en tu universidad. Nada de eso. Solo estoy comparando diferentes universidades, tratando de elegir la mejor opción.
Qué maravilla. Me estoy hundiendo cada vez más y más.
¡No sé hablar con los chicos y punto! Si alguien me presta atención, intenta conocerme, le espanto en un segundo con una conversación estúpida.
-No importa –dice Ángel–. Nunca podrás estudiar en mi universidad.
-¿Y eso por qué? –me pongo tensa, porque sus palabras suenan como un insulto–. Soy una excelente estudiante. Ahora me estoy preparando para los exámenes finales y espero obtener el puntaje más alto en todas las asignaturas.
-Es diferente –dice evitando dar una explicación.
-¿En qué?
-No es un lugar para ti –responde después de una pausa–.Y esto me parece bien. Para estudiar en mi universidad los conocimientos no son lo más importante. Lo que importa es el dinero y las conexiones.
Es un chico rico. Está clarísimo. Tiene apariencia de un tipo genial. Su ropa es cara y de alta calidad. Si Cristina estuviera aquí, lo notaría de inmediato. Yo no entiendo bien de esas cosas, pero me lo puedo imaginar.
-¿Y qué hay de ti? –balbuceo–. ¿Te gusta estudiar ahí? Si es una universidad de alto nivel, entonces debe tener buenos profesores. Un diploma te abrirá el camino a cualquier empresa importante.
-Probablemente –dice él con indiferencia–. No estoy ahí para estudiar.
-¿Para qué entonces? –me quedo sorprendida.
-Para resolver un problema.
-¿Y luego?
-Estaré libre.