Una Sola Noche

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- ¿Las fans no te dejan en paz otra vez? -una risa viene detrás de nosotros. – Confiesa, ¿qué haces con las chicas, por qué te siguen como si las ataras?

Dos tipos pasan junto a nosotros con guantes de boxeo en las manos. Uno de ellos sigue riéndose.

- Imagínate, ayer una chica se embeleso tanto por el que se estrelló contra la pared. Hace tiempo no me he reído tanto.

Los chicos se detienen, estudiándonos.

Vaya una vergüenza. Nina se sonroja, se queda con la boca abierta.

- Apártate, -me giro hacia el tipo y doy un paso adelante. - Bloqueé las pesas.

- Wow, -silba y me echa una mirada de evaluación. - Qué estricta. ¿Con qué frecuencia levantas peso? ¿Quizás necesitas un instructor?

- Lo necesito, -asiento con la cabeza. -Pero tu claramente no vales.

- ¿Y eso por qué? - se ríe.                                    

- Tu forma física es regular.                                    

En general, ambos muchachos tienen músculos perfectamente trabajados, por lo que incluso me sorprende cuando el primer tipo mira de reojo al espejo y frunce el ceño.

Se puede ver que comprueba si los músculos siguen en su lugar.

Su amigo se ríe.                                                      

- ¡Que fuerte! Te rechazaron.                                    

- ¡No flipes! ¿Para que necesito a esta mocosa?       

- Cállate la boca, -una voz ronca hace que los chicos se estremezcan y se den la vuelta. - Deja de cuchichear. Es hora de ponerse manos a la obra.

El mismo extraño que encantó a Nina golpea el saco de boxeo hasta que el casi sale volando de la cadena. Es mucho más grande y fuerte que sus amigos. Y mayor. En general, parece un verdadero criminal. No parece a un pijo.

Los otros chicos lo obedecen instantáneamente.

- Toma, -le doy a Nina las pesas, luego elijo otras para mí.

Mi amiga se queda parada de nuevo, así que la empujo hacia la salida.

- No sé qué me pasó, -murmura. Pero tú lo hiciste genial. Bravo. Escucha, ¿quizás debería haber explicado que no solo estábamos mirando?

- Mejor vamos a entrenar.                                    

- ¿O deberíamos conocerlos? ¿Qué piensas? ¿Deberíamos ser más amables?

- Nina, basta de hablar de esos tipos.                    

– Liza, todas las chicas guais tienen novio. En nuestra clase, casi todos salen con alguien, las únicas que estamos solas somos tú y yo. ¿Porqué? – dice pensativamente. - Quiero un romance. Quiero tener citas.

- ¿Con estos idiotas?                                           

- Los chicos querían conocernos, y los largaste. Ya no se acercarán a nosotras.

No sé cómo explicarle a Nina que esos tipos no necesitan un romance, y se imaginan las citas de una manera diferente a la que ella espera. Mi amiga está molesta, trato distraerla:

- ¿Tal vez podamos entrenar un poco?              

- Por supuesto, enséñame cómo, -asiente Nina. - No sé hacer nada. En general, es una buena idea, para que otros chicos puedan fijarse en nosotras.

Después de un par de minutos mi amiga se agarra del costado y se sienta en un banco.

- Oh, basta, ya no puedo más, estoy sudando terriblemente, se me corrió el maquillaje.

- ¿Y por qué te maquillaste para venir al gimnasio?

- Mira que competencia tenemos por aquí, -mi amiga mira alrededor expresivamente. - Estas chicas deben ser modelos. Está bien, ve a entrenar. Lo estás haciendo bien. Tú también puedes conocer a alguien, y seguramente tendrá un amigo.

No pienso en ligar, pero sigo entrenando. No comprendo lo que está pasando con Nina. Nos conocemos desde primer año del colegio, pero a medida que se acerca la graduación, es como si la hubieran reemplazado.

Mi amiga saca su teléfono y se pone mirar a la pantalla, en la que parpadea la aplicación de citas.

Voy a la máquina Smith. En mi último club deportivo no lo tenían. La barra está montada sobre dos rieles de acero y se puede practicar moviendo la barra solo en forma vertical o con una ligera inclinación.

La música retumba al máximo volumen. Envuelvo mis manos alrededor de la barra y me inclino con el trasero hacia atrás, trato de seguir la técnica, me sumerjo completamente en el entrenamiento y de repente es como si me empaparan de calor de la cabeza a los pies.

Desvío mi mirada un poco hacia un lado y noto en el reflejo del espejo una figura enorme ya familiar.

Este tipo todavía no encontró su camiseta.            

Stop. ¿Me está mirando? Se detuvo muy cerca y me mira tan descaradamente que puedo sentirlo en mi piel.

¿Esta atontado?                                                        

Mi cuerpo se pone tenso. Tengo calambres en los músculos.

Tengo muchas ganas de dejarlo todo y alejarme, pero es estúpido interrumpir el entrenamiento por un tipo descarado.

Vale. ¿Estoy exagerando? ¿Qué pasa si solo está esperando que la maquina esté libre?

El tipo inclina la cabeza hacia el hombro. Me mira fijamente. Además, le interesan solo algunas partes del cuerpo. El ejercicio que estoy haciendo ahora deja entrever mucho, porque estoy arqueando la espalda y sacando el culo. El ejercicio habitual, pero ahora se está volviendo incómodo, no me gusta tanta atención.

- Estas molestando, -exhalo con irritación y aseguro la barra, me hago a un lado.

- Todavía no te he tocado, -su sonrisa es la de un animal.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      




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