Una Sola Noche

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- ¿Más? - pregunto automáticamente.                

El tipo no responde nada, da un paso largo y se aproxima, y me mira como si pudiera hacer absolutamente cualquier cosa.

Jadeo de indignación.                                              

Todavía no me toca. No se acerca más. Pero con toda su apariencia descarada muestra que si quiere – va a tocarme. Nadie le detendrá. Y no le importa mi opinión.

- ¿Cuántas series tienes? - pregunta el chico de repente, asintiendo hacia el simulador.

- Una.                                                                        

- ¿Y entonces?                                                               

- ¿Vas a repetir mi entrenamiento?                               

- ¿Crees que no lo haré? - entrecierra los ojos.         

- Creo que nuestra conversación ha terminado.            

- ¿Por qué? - arquea una ceja.                                  

- Vengo al gimnasio a entrenar, no a charlar, -respondo bruscamente.

Probablemente, esta no es la mejor manera de cortar una conversación con un tipo tan descarado, pero estoy terriblemente molesta por cada uno de sus gestos y me pueden las emociones.

El, al contrario, parece disfrutar de mi reacción. No se la toma en serio. Sus ojos brillan y su sonrisa se ensancha.

Necesito calmarme y hablar de manera tranquila, firme, claramente hacerle saber que mi principal deseo ahora es mantenerme alejada de él.

- Entonces charlaremos de camino a casa, -declara el chico de repente.

- No sé a dónde vas, pero yo...                                    

- A tu casa, -interrumpe. ¿O quieres ir a la mía?        

- Quiero que me dejes en paz.                                    

- ¿Tienes miedo?                                                        

Me enfurecen sus ojos entrecerrados de depredador.

- ¿De qué? – agrega en un tono casual y se inclina sobre mí, exhalando una ola de aire caliente. - ¿Piensas qué te atracare justo en medio de la calle? ¿Te romperé? ¿Te ensuciaré?

- No, simplemente no salgo con gilipollas.

Me alejo de él hacia un lado y regreso a la máquina, cojo la barra, aprieto el metal con tanta fuerza que mis dedos se ponen blancos y tiemblan por la tensión.

Que tipo tan descarado. Está acostumbrado al hecho de que todos a su alrededor están locos por su hermoso rostro y su figura Hercúlea. Está seguro de que puede tener a cualquier chica con un silbido.

También lo aparenta. Es como un bandido. Esos amigos suyos se parecen más a los chicos de alto standing, pero este tipo parece peligroso. ¿Y cómo golpeó el saco de boxeo? El sonido todavía retumba en mis oídos. Los eslabones de la cadena crujieron. El saco casi sale volando. ¡Un horror! Este tipo te matará y no se dará cuenta.

- Te acompaño, - la voz ronca suena por encima de mi oreja, obligando a estremecerme y a mirar al espejo. - No importa si te gusta o no.

Le asestaría con esta barra. Lástima que no pueda hacerlo. Esta sujetada por todas partes. No puedo desarmar la máquina. Pero es posible de hacerme con una mancuerna.

- ¿No te importa que no te aguanto? -lanzo yo.        

- Lo comprobaremos, -se ríe.                                    

- Aléjate.                                                                        

- ¿Para qué?                                                            

- Te puedo dar sin querer.                                    

- Adelante.                                                                 

- ¿Con un puño?                                                            

- Con lo que sea, -el chico se para justo detrás de mí, cubre mis manos en la barra. - Pero en general sí, primero puedes trabajar con las manos.

- Vete, -me giro bruscamente.                                    

Me suelta en un momento, da un paso atrás y levanta sus enormes manos como si se rindiera o incluso se disculpará. Pero por su mueca descarada está claro que se está burlando.

Vale ya. Es hora de salir de aquí.                              

No tengo ni idea de cómo puedo realizar una nueva serie de ejercicios con este cabrón al lado. Inclinarme, doblarme, empujando el culo hacia atrás. Por supuesto, podría cambiar de máquina, e incluso miro a mi alrededor, pero rápidamente me doy cuenta: el entrenamiento está estropeado. Ahora cualquier acción parece provocativa en mi cabeza. Es de locos.

Solo hay que ver esta mirada lasciva. Como si me estuviera desnudando.

Apresuradamente aseguro la barra, pero el imbécil no piensa rendirse. Se acerca de nuevo, y aunque no me toca, me abrasa con su cercanía.

- ¡No te atrevas a tocarme!                                    

Las palmas todavía están ardiendo de sus manos descaradas.

- ¿Qué te hace pensar que puedes prohibírmelo? - se ríe.

Me acerco al estante junto a la máquina donde dejé mis cosas. Agarro mis gafas, me las pongo, y ya con mi visión periférica capto como el tipo se mueve detrás de mí, pasa por debajo de la barra y… entonces escucho un golpe terrible.

Me doy la vuelta. Mis ojos se abren con horror.

Entiendo que no asegure bien la barra, se soltó con un terrible traqueteo y golpeó al tipo en la cabeza. La enorme figura se desploma y se queda tirada en el suelo. Esta inconsciente.

Corro hacia él, caigo de rodillas.                              

Dios. ¿Qué hacer? ¿Y si le maté?                           

No hay sangre. O eso parece. Por ahora. Quien sabe cómo seguirá. Un escalofrío cubre mi cuerpo, corre bajo la piel en una ola gélida. Mi estómago se retuerce en un nudo apretado. Estoy temblando.

Dios. ¿Por qué no me di cuenta? ¿Por qué vine a esta maldita maquina? Aunque este idiota se lo ha buscado. Me distrajo con sus tonterías y ese es el resultado.




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