Una Sola Noche

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-Eres mía por 365 días, -declara Rabioso, cerniéndose sobre mí.

Sus ojos brillan con un fuego peligroso.                      

- ¿Es una broma? Trago saliva y trato de apoyarme contra la pared, intentando evitar el contacto. – Tu mismo me dijiste que no participaste en la selección.

- Y yo te elegí a ti, -sonríe irónicamente. - Sin ninguna selección. Lo quiero. Alguien tiene que solucionar mis retrasos académicos.

- No voy a hacer tu trabajo, -contesto con firmeza.

- Acaso te lo pregunto? -levanta la ceja sonriendo. - Vas a hacer todo lo que te diga.

Este tío puede convertir mi vida en una verdadera pesadilla. Un gamberro abusón. Agresor. ¿Para qué necesita los estudios? Stop, solo se está burlando de mí.

- Vale, aprieto los puños. - ¿Cómo te lo imaginas? Acabo de entrar, es mi primer año. Tú estás en cuarto, si no recuerdo mal, eso ponía junto a tu nombre en la lista. ¿Propones que estudie los cursos de varios años por adelantado?

- Eso son tus problemas, -concluye con calma. - Lo resolverás.

- No es factible, -murmuro molesto. -No tienes ni idea de lo que estás hablando.

- Ya veremos, -inclina la cabeza hacia su hombro y me mira de modo que un gélido escalofrío recorre mi cuerpo. - Si no puedes con los estudios, te encontraré otras tareas. No dejare que te relajes sin hacer nada.

– ¿Qué otras tareas?                                             

Ahora realmente quiero que hable sobre café exótico o lavar un coche guay. Pero el tipo está en silencio. Sus ojos hablan. Y todo lo que veo allí no me inspira ninguna esperanza. Por el contrario, se me pasa por la cabeza recoger mis documentos y renunciar a los estudios.

Tonterías. No puedo dejar mis estudios, encima teniendo beca. Es necesario resolver el problema de otra manera, y encontraré algún modo de hacerlo.

- Después de las clases, te espero en el aparcamiento, -dice Rabioso.

- Las clases terminan tarde.                                    

- ¿Y qué?                                                               

- Voy a ir a casa.                                                        

- Sí, -frunce los labios en una sonrisa amenazadora. - A la mía.

- ¡Nunca! – contesto rápidamente.                          

- No te estoy preguntando u ofreciendo, -dice el chico tranquilamente. – Te explico cómo va a ser. Vienes al aparcamiento justo después de las clases. No te aconsejo desobedecer esta orden.

- Parece que no captas la esencia del programa, -digo entre dientes. - El estudiante del primer año no tiene que cumplir con los estúpidos caprichos de un mentor. Hay ciertas reglas para esta interacción. Hazme un favor, repásalas. Luego hablamos.

- Solo tendremos una regla, -suelta Rabioso. - Yo digo – tú lo haces. Es extremadamente simple. Olvídate de lo demás. No recargues tu cerebro con tonterías.

- Pero yo…                                                               

- No hay peros, niña, -me interrumpe bruscamente.

Asiento con la cabeza. No tiene sentido discutir con este loco. Obviamente, no voy a ir a ninguna parte. Que espere. Me escabulliré en silencio después de las clases.

-No recomiendo enfadarme.                                    

Me muerdo la lengua para no soltar demasiado. Es más razonable permanecer en silencio. Que piense que estoy impresionada por estas amenazas y lista para someterme.

Como resultado, recibirá una sorpresa.                       

- Puedes irte, -dice el Rabioso.                                    

Bruscamente se hace a un lado, permitiéndome avanzar hacia la salida.

- Mañana te pondrás una falda, -dice a continuación.

- ¿Qué? -me doy la vuelta sorprendida.

- O un vestido.                                                      

- ¿Para qué?                                                               

- Porque lo digo yo.                                                        

Excelente. Tengo que recordarlo para ponerme exclusivamente vaqueros.

Trato de salir de la trastienda lo más rápido posible, corriendo a la clase, pensando en cómo explicar mi ausencia. Abro la puerta, me quedo en el umbral de la clase y me encuentro con los ojos del profesor.

- Lo siento, llego tarde, -no me da tiempo ni explicar el motivo.

- Está bien, Sokolova.                                            

El hombre me hace un gesto para que encuentre un asiento libre y no me regaña por llegar tan tarde a su clase. Es raro, porque escuché mucho sobre este profesor. Es estricto, no tolera infracciones.

Me siento y saco un cuaderno, pesco un bolígrafo en mi bolso y empiezo a tomar notas. Pero mis pensamientos están en otra cosa.

¿Qué pasa si el Rabioso se enfada de verdad cuando no llegue al lugar de encuentro? Pero tampoco puedes seguir una orden tan estúpida. Incluso en mi peor pesadilla, no puedo imaginarme yendo a su casa. Ya sea voluntariamente o bajo presión. No podrá arrastrarme a su guarida. Que se olvide.

Vale, suficiente. ¿De qué estoy pensando? Tengo que centrarme en la clase.

- ¿Cómo estás? - Kyr viene justo después de la campana de salida de clase.

- Lo siento, no pudimos hacer nada, -murmura Dasha con aire de culpabilidad.

- Está bien, chicos, - sonrío y trato de bromear para calmar un poco la tensión. Como podéis ver, no me haya mordido.

-Maldita sea, -Kyrill frunce el ceño. – Esta loco de verdad, ¿lo entiendes? Creo que puedes escribir una queja al rector. Explica la situación. Por lo general, las parejas no se rompen, pero este es un caso especial.

- Intentaré solucionarlo sin poner quejas.                    

Kyr mira su reloj y suspira.                                        

- Me voy volando. Tengo clase en otro edificio. Por cierto, chicas, ¿qué tal un café después de las clases? Celebremos el primer día. ¿Qué me decís?




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