- ¿De qué estás hablando? -suelto sorprendida. ¿Qué significa "castigar"? ¿Y cómo vas a hacerlo?
El Rabioso se da la vuelta.
No tengo idea de cómo responder a tales declaraciones. Nunca he conocido a tipos como él. Insolentes. Sin frenos. Incluso se me olvida que avanzamos a toda velocidad. El pánico late por dentro de mí. Ahora por un asunto completamente diferente.
El tipo sabe distraer y confundir.
- Yo digo - tú haces, -la voz ronca irrumpe en mi conciencia, y no importa que el viento azote. - ¿Olvidaste?
- No estuve de acuerdo con eso.
- Eso son tus problemas.
- Para ti, ¿solo existe tu opinión?
- Exacto.
- Entonces tendremos que revisar las reglas.
- ¿Estas segura?
La moto hace tal pirueta que casi salgo volando hacia un lado, pero el Rabioso logra interceptar mis manos, sosteniéndome muy fuerte. Tiene un excelente control de la situación.
- Reduce la velocidad, -exijo.
- ¿Por qué?
- Frena, -digo con la voz rota.
- Vale.
La moto finalmente se detiene y literalmente me estrello contra la musculosa espalda del chico. Pierdo la respiración por completo, y durante varios segundos infinitamente largos sigo en la misma posición. Aferrada fuertemente a él.
Demonios. ¿Por qué no he saltado y huido todavía?
Me levanto tan rápido que me mareo y casi me caigo, pierdo el equilibrio. Las piernas tiemblan y ceden. Sin embargo, unos brazos fuertes instantáneamente me levantan y me arrancan del suelo, encerrándome en una trampa.
- Hemos llegado, concluye el Rabioso.
Mi cabeza da vueltas. El cuerpo tiembla por el sobreesfuerzo.
Entiendo que estamos en el centro de la ciudad, justo en frente de un complejo residencial de élite. Las puertas se abren para dejarnos entrar.
Me estremezco débilmente, luego con más fuerza, pero rápidamente me doy cuenta de que cualquier intento de liberarme es en vano. El Rabioso me agarra fuerte.
- No voy a soltar lo mío, -dice.
- ¡No soy tuya!
De nuevo, esa sonrisa irónica suya. Enfurece hasta volverme loca. Me pone de los nervios. El tipo cree que le está permitido todo, no hay duda al respecto. Sin restricciones. Coge lo que quiere. No importa si es una persona o una cosa.
Está bien, debe haber seguridad aquí, algún tipo de control. ¡Exacto! Hay control de entrada a estas casas. Aquí no puede entrar cualquiera. Entonces, llamare a los guardias. A este Volkov le queda poco por regocijarse. Está celebrando la victoria muy pronto.
Las puertas de cristal se abren para dejarnos entrar al complejo. Es como si estuviera en un mundo diferente. En un futuro de ficción.
Todo brilla aquí. Las superficies cromadas están pulidas hasta el brillo, los espejos y la iluminación de moda están en todas partes. La vegetación da vida al diseño. Flores, árboles, fuente. Vaya diseño. Incluso algunas esculturas en un estilo moderno. Además, la música suave y relajante fluye desde los altavoces. Es difícil comparar un lugar así con la modesta entrada en mi bloque.
Bueno. ¿Por qué me distraigo con tonterías?
- Este tipo me secuestró, -le digo al guardia en la entrada.
El hombre no reacciona, ni siquiera me mira, finge estudiar el techo del espejo.
- ¿Es que no me ha oído? - trago saliva. - Maxim Volkov me secuestro del parque y ahora me está arrastrando a su apartamento en contra de mi voluntad. Es... es ilegal.
Que estúpida y absurda suena mi frase. Lo entiendo tan pronto como las palabras salen de mi boca. Me estremezco al darme cuenta de la situación.
-La chica se dirige a ti, -dice el Rabioso. - ¿Estas sordo?
- ¿Chica? - pregunta insinuantemente el guardia y finge perfectamente que no estoy aquí. - ¿Que chica?
- La respuesta correcta, -sonríe Volkov.
Y continúa, me lleva al ascensor.
Perfecto. No se espera ayuda.
Me estoy moviendo tan salvajemente que el Rabioso tiene que aflojar su agarre y soltarme, pero una mirada de sus ojos ardientes es suficiente y entiendo: él solo permitió que esto sucediera. Le gusta. El rechazo solo estimula a este matón.
- ¿Entiendes que esto es un crimen? -pregunto.
Me alejo de él tanto como lo permite la cabina del ascensor, apoyada contra una superficie metálica de la pared.
El chico pasa de todo. Observa en silencio. Pero incluso ahora, cuando su rostro no expresa mucha emoción, se ve aterrador. Tan enorme. Alto. Ocupa todo el espacio alrededor. Y su perfume.
Arrugo la cara involuntariamente. ¿Qué pasa con ese olor extraño? En principio, agradable, fresco, mentolado. Aunque no. ¿De qué estoy hablando? No hay nada agradable, ya que el olor proviene de este tipo loco. Probablemente gel de ducha o champú. No importa.
Las puertas del ascensor se abren y el Rabioso vuelve a agarrarme por la cintura, me tira por encima de su fornido hombro y me lleva hacia adelante.
Neanderthal. No sabe comportarse de otra forma. Agarra y te lleva a la cueva.
- Bienvenida a mi guarida.
Genial, casi lo adivino.