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Dejo su pregunta sin respuesta y miro alrededor, tratando de evaluar mis posibilidades de escabullirme de aquí. La puerta está lejos. Sería una tontería correr adelante. El Rabioso me atrapará de inmediato. Pero si va a otra habitación, habrá una oportunidad real de escapar.

- ¿Te gustaría tomar algo? -pregunta el tipo.               

- Sí, agua.                                                                      

Volkov se dirige a la salida de la habitación, y sigo su enorme figura con mis ojos y me preparo para salir corriendo de aquí. Pero en el último momento, de repente se detiene frente a un panel de acero, presiona botones en una pantalla de neón. Suena un clic.

-Toma, -el tipo me lanza una botella.                       

Resulta que hay un armario entero con bebidas. El panel cromado se desliza hacia atrás para revelar una amplia gama de opciones. Nunca he visto tantas.

Hay poca esperanza, pero el riesgo vale la pena. Examino la etiqueta y suelto:

- Bebo agua sin gas.                                                  

Otra botella cae inmediatamente en el sofá.               

El Rabioso se sienta en un sillón de enfrente, apoya las piernas sobre la mesa de cristal, que está entre nosotros. Abre la lata y bebe con avidez. Su manzana de Adán se contrae rítmicamente con cada gran trago, las venas se hinchan en su fuerte cuello.

La bestia. Incluso gestos tan simples en su actuación parecen amenazantes. Y esta postura descuidada suya no me engaña. Aunque este sentado con un aspecto relajado, claramente está listo para lanzarse. Si intento escapar, me alcanzará y me devolverá.

- ¿Te gusta? – la voz ronca me hace estremecer.

Los ojos ardientes me miran de modo que se vuelve incómodo.

- Sí, estoy encantada con el secuestro, -digo con una risa nerviosa y cruzo los brazos sobre el pecho. -Toda chica sueña con esto.

- Estoy hablando del apartamento.                          

- ¿De verdad crees que podemos sentarnos y tener una charla agradable?

- ¿Que te gustaría hacer? -sonríe torcidamente, aplasta la lata con un movimiento de sus dedos y la tira a la basura.

- Nada, -respondo con firmeza. - Quiero irme.              

- ¿Por qué no bebes? -señala hacia la botella de agua.

- Cambié de idea.                                                     

Su sonrisa se parece más a una sonrisa animal.     

- Me tengo que ir, -me levanto.                              

- Yo no te dejé ir.                                                        

- No me quedaré contigo, -me muerdo el labio de emoción. - Tengo planes. Y, de todos modos, ya llego tarde. Si no llamo ahora...

Con un gesto reflejo, reviso los bolsillos de mis jeans.

Stop. ¿Dónde está mi teléfono? ¿Y el bolso?        

Me doy la vuelta, pero no hay nada en el sofá. El recuerdo quema mi interior con ácido. Mi bolso se cayó cuando este idiota me agarró y me arrastró a la moto.

Me siento en el sofá, frotándome mis sienes zumbantes con los dedos.

El bolso quedó en medio del parque. Casi no había gente allí. Si vuelvo a buscarlo, puede que tenga suerte. Sí, recuerdo el lugar. Aproximadamente. Todo sucedió demasiado rápido. En el bolso están los libros de texto, los apuntes y las llaves de la casa. El teléfono también es una pena, mis padres me lo regalaron por el ingreso a la universidad. Es una pena, es nuevo.

- ¿Qué? -pregunta Volkov. - ¿Por qué te pones nerviosa?

Me levanto de un salto y corro hacia la salida, pero el tipo me agarra por la cintura. Me atrapa en el pasillo y devuelve atrás.

- Suéltame, -siseo. - Necesito ir al parque.                  

- Es temprano.                                                           

- ¡Déjame ir! -me retuerzo desesperadamente.          

- Tu teléfono lo van a traer aquí.                            

- ¿Qué? ¿Cómo pudiste...                                         

Al principio me sorprende, y luego entiendo, era fácil de adivinar. Estaba hablando de la llamada.

- Lo resolveré yo misma, -digo y empiezo a luchar con fuerzas renovadas. - ¡Déjame ir!

- Sigue, - dice el Rabioso con fuego ardiendo en sus ojos.

- ¿De qué estás hablando?                                           

- Te estas acurrucando genial, se ríe. – Me gusta.       

Me quedo quieta. Pero es cierto, mientras trato de liberarme, me aprieto demasiado contra él en un intento de alejarle. Qué horror, es una pesadilla.

- Muy bien, -el Rabioso hace una mueca. - Es hora de darte tareas.