El tipo me lleva hasta lo más profundo del apartamento. Este lugar parece más a un laberinto. Tantas habitaciones. Y también hay una escalera. Entonces es verdad que hay varias plantas.
Probablemente, en otra situación, habría estudiado el lugar con gran interés. El diseño es genial, hay muchas cosas inusuales, pero ahora solo pienso en una cosa: ¿cómo salir de aquí?
El Rabioso sube los escalones, y por fin me quito el estupor, vuelvo a soltarme. Pero unas manos fuertes agarran mi cuerpo con más fuerza, como si me capturaran.
- ¿A dónde me llevas?
- Al dormitorio.
Esta respuesta me pone mala. Pateo y araño frenéticamente, y el Rabioso se ríe de mis intentos de liberarme.
- ¿Por qué estas molesta? -se ríe, sus ojos oscuros brillando. -¿A las empollonas no les gusta aprender?
- Suéltame ahora mismo, -siseo, retorciéndome salvajemente. - ¿Qué me vas a enseñar en el dormitorio? ¡Déjame ir! ¿Estás completamente loco?
- Estás sudando en vano, -sonríe. - ¿Y si te gustara?
Empuja otra puerta con el pie y me lleva a una espaciosa habitación. Aquí todo es negro, muy diferente al resto del apartamento. Las ventanas están bien cerradas, los carteles de bandas de rock famosas lucen en las paredes, las calaveras están por todas partes: pinturas, figuritas, también lámparas de esta forma, tazas, mires donde mires, te encontrarás con este horror.
- ¿Dormitorio? - caigo en estado de shock. - ¡Sí, esto es una cripta!
- Es genial que hayas apreciado mi diseño.
- ¿Qué clase de psicópata elegiría eso?
Definitivamente me encuentro en una película de terror, caigo en la guarida de un maníaco. Antes quería huir, pero ahora en general no puedo esperar para salir de aquí. La atmósfera de este lugar es opresiva. Ni un solo punto de luz, todo tonos oscuros. Los destellos carmesíes apenas diluyen la imagen. Ribete escarlata tóxico en las cortinas, patrones rojo sangre en las paredes negras. La guarida perfecta para un monstruo.
- Yo mismo amueble esta habitación, -dice el Rabioso.
¿Y por qué no me sorprende?
Me sienta en un sillón y me acerca hacia una gran mesa oscura, llena de libros de texto.
- Encárgate, se dirige hacia la salida.
- ¡Para! -me pongo de pie de un salto, mirando alrededor con nerviosismo. - ¿Me dejas aquí?
- ¿Tienes miedo? – se ríe.
- Simplemente no quiero estar aquí, -digo con firmeza, luego miro la pila de libros de texto. - Y en general, ¿cómo te lo imaginas? Estamos en facultades diferentes.
-Hay una lista de tareas allí, -entrecierra los ojos, deliberadamente alargando las palabras con pereza. -Y escribir un compendio no es un problema.
- Si no es un problema, puedes resolverlo tu mismo.
- ¿Lista para entretenerme de otra manera? -echa una mirada expresiva, y luego me sumerge en estado de shock por completo.
Se quita la camiseta, la tira a un lado. Sonríe ampliamente y se acerca, obligándome a empotrarme en la mesa.