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El tipo da un paso hacia a mí y pierdo los nervios. Es un reflejo difícil de controlar. Me alejo corriendo del Rabioso. Entiendo que me alcanzará rápidamente. Necesito esconderme urgentemente.

El pánico me abruma, y apenas puedo pensar cuando entro a la primera habitación que veo. Doy un portazo, cierro la cerradura, presiono mi espalda contra una superficie dura.

Está oscuro, no se ve nada. Voy palpando por las paredes con las manos, no puedo encontrar el interruptor. Pero tiro algo en el suelo. A juzgar por el sonido, algo de cristal, porque de inmediato se escucha el sonido de los fragmentos. ¿Un jarrón?

Espero que no sea algo muy valioso, no un artículo especial y significativo para el Rabioso. Aunque es por su culpa. Me arrastró aquí, me intimidó, me puso histérica. Luego avanza con una mirada tan terrible y amenazadora, en la que todo lo que había dentro se contrajo, palpitando de una excitación aguda.

Y ahora me he metido en la trampa yo sola.                

Debería haber una ventana aquí. Quizás. Pero incluso si la hay, entonces no es el primer piso, no va a ser tan fácil salir. Hay que encender la luz y mirar a mi alrededor. Es raro que el Rabioso no golpee la puerta con los puños, no intente derribarla e irrumpir adentro.

Hay un silencio sospechoso por aquí.                            

Avanzo con cuidado y me paro. Un sonido extraño. Como si los fragmentos resonaran y rodaran. Pero ya rompí ese jarrón, no tire nada nuevo. Entonces, ¿qué es y de dónde viene el sonido? Sé que es una locura, pero parece que algo anda arrastrándose por aquí. Justo en el vidrio roto, por eso se escucha el traqueteo.

- ¿Te estás divirtiendo? - llega la voz del Rabioso.

- ¡Claro! -la risa nerviosa se escapa de mi garganta. -Cualquier lugar es mejor que tu compañía.

- Me alegro de que te llevaras tan bien con ellos, -concluye burlonamente el chico.

- ¿Con quién - con ellos?                                    

- ¿No ves?                                                                

El tintineo del vidrio continúa, pero ahora se agrega otro sonido, uno nuevo del otro lado. Es como si algo pesado se estuviera tirando al suelo.

Regreso instantáneamente a la puerta, y luego algo helado y resbaladizo corre por mi pierna, se desliza alrededor de mi tobillo.

Las luces se encienden y suelto un grito aterrador. Febrilmente tiro de la manija, tratando de escapar de la trampa. Todo está claro ahora, y desearía que la oscuridad no se hubiera disipado.

Qué horror. Ojalá no hubiera visto nada más.               

La puerta se abre y casi me caigo hacia atrás. Unos fuertes brazos evitan que me caiga, envolviendo mi cintura y arrastrándome fuera de la habitación.

Estoy temblando y tiritando. Me da miedo incluso cerrar los ojos.

El Rabioso da un portazo, pero yo los sigo viendo. Largos, gruesos, retorcidos. Se arrastran así a mí, acurrucándose en bolas con escamas brillantes.

¿Qué tipo de psicópata tendrá a las serpientes en un apartamento? Estaría bien tener una o dos... pero allí hay un terrario de verdad.

- ¿Porque te has puesto nervosa? - dice el Rabioso como si sinceramente sorprendiera. - ¿Nunca has tenido mascotas?

Me agarra en sus brazos, y estoy tan sorprendida por todo lo que vi que ni siquiera protesto.

- ¿Mascotas? -murmuro. - Gatos. Perros. Hámsteres. Pero no la pesadilla que tienes ahí.

- También hay hámsteres, mis amigos necesitan algo para comer, -lanza el Rabioso imperturbable. - Por cierto, rompiste el acuario de Nirvana. A ella no le gustó.

– ¿Nirvana?                                                             

Gran nombre para un monstruo. Oh, creo que esa es la serpiente que pasó sobre mi pierna. En realidad, no tenía ni idea de que tengo fobia a las serpientes. Hasta este momento. Los insectos me asustan, pero nunca me encontré con reptiles tan de cerca.

- ¿Me mordió? -apenas muevo mis labios, indicando con la cabeza en mi tobillo. - Ella me tocó.

- Tenemos que examinarlo, -dice el Rabioso con seriedad y me baja al sofá. - Quítate los vaqueros.

Desabrocho un botón, los dedos temblorosos apenas son capaces de hacer una tarea tan simple, tiro de la cremallera hacia abajo y ya quiero quitarme los pantalones cuando me doy cuenta.

¿Por qué desnudarse si la serpiente solo tocó el tobillo?

- ¡Eres un imbécil! - exclamo y rápidamente me abrocho los jeans, me levanto de un salto y me abalanzo sobre el tipo con los puños.

Se ríe, intercepta fácilmente mis manos.                    

- Pero te recuperaste del shock, -sonríe. - Tranquila. No tengo serpientes venenosas ahora mismo.

- ¿Ahora?                                                             

- Antes tenía.                                                              

- Estás enfermo, -sollozo nerviosamente, siento lágrimas brotando de mis ojos. - Imbécil.

- Necesitas relajarte, -dice el Rabioso con confianza. – Voy a prepararte un drip.

- ¿Qué es esto? -me pongo tensa.