=31=

"Drip". Esta es la primera vez que escucho esta palabra. Suena como algo prohibido.

- Este es un producto que vendo, -dice Volkov con calma. - Elige. ¿Quieres de México o de Colombia?

Incluso me olvido de las serpientes. Estoy asombrada de cómo el chico ofrece tranquilamente cosas absolutamente terribles. ¿No tiene miedo de que le denuncie? ¿Iré a la policía? Pero, ¿de qué va a tener miedo? Nadie le tocará. Será como con el guardia de seguridad en la entrada.

- Vamos, -el Rabioso me empuja hacia la cocina.

- ¿Lo guardas aquí?                                            

- ¿Y dónde si no?                                                       

Abre un armario cromado y veo varias filas de cajas de color gris oscuro adornadas con el logotipo “Temerario” en negrita, cada una con el nombre de un país. México, Colombia, Etiopía, Kenia, Guatemala.

Se me escapa una exclamación de sorpresa.              

¿Así se vende? ¿Abiertamente? ¿En caja? Por supuesto que no entiendo nada de esto, pero nunca me había encontrado con algo así. Vaya pesadilla.

El Rabioso saca una de las cajas, la abre, saca un paquete cuadrado de allí y lo abre también.

Doy un paso rápido atrás, y el tipo avanza hacia mí.

- Toma una bocanada, -ofrece, extendiendo la bolsa.

- ¡No! ¿Estás loco? -quítame esta basura.               

- No lo has probado.                                                 

- Ni tengo intención de hacerlo.                               

- Ya veremos.                                                           

Entrecierra los ojos, tira el envoltorio a la papelera. Ahora tiene un rectángulo de papel claro en sus dedos, donde a través de las paredes translúcidas se ve un polvo oscuro.

El Rabioso arranca una tira delgada, abre el paquete, lo fija en una taza transparente y vierte agua hirviendo sobre él. Parece té, pero no, el olor es diferente.

- Perfil de sabor a piña, chocolate, fresa, -dice el tipo. - Debería gustarte.

Veo el agua filtrarse a través del polvo oscuro. ¿Cómo pasa por el filtro? Un aroma energizante llena la habitación.

- Stop, -murmuro. - ¿Esto es café?                         

- ¿Que esperabas?                                                  

- ¿Y existe este sabor? ¿A fruta?                              

- Prueba.                                                                   

Quita el filtro y me acerca la taza. La cojo con cautela, acerco a la cara, inhalo el rico aroma. Tal vez mi imaginación esté jugando conmigo, pero realmente distingo notas suaves de fresa.

- ¿Tienes miedo de que te envenene y te desmayes? - sonríe el Rabioso, porque no tengo prisa por probar el café.

- Es difícil confiar en alguien que tiene serpientes en su apartamento.

- No son mías, -se ríe.                                                 

- Déjame adivinar, ¿te las colocaron?                       

- Un amigo me pidió que los cuidara, - el chico entrecierra los ojos. - Tengo un animal completamente diferente. Aún no estás lista para conocerlo.