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Entro en el apartamento y los pensamientos sobre el Rabioso salen volando de mi cabeza.

Esta vacío. Mamá no está en ninguna parte. La ansiedad está creciendo. Rápidamente pongo el teléfono a cargar, tan pronto como el móvil se enciende, marco el número más importante.

- Sí, cariño, -se escucha una voz cansada.                   

- ¿Mamá donde estas?                                    

- Tuve que quedarme en el trabajo.                           

- ¿Otra vez?                                                                 

- Tenemos que terminar el informe. Pensé que podría hacerlo más rápido, pero hay mucho material nuevo. Acuéstate, tienes que levantarte temprano para ir a estudiar.

- ¿Cómo vas a llegar a casa?                                    

- Llamaré a un taxi.                                                           

- Mamá, nunca cojes el taxi.                                            

- Lo cogeré hoy para que no tengas que preocuparte.

- ¿Me lo prometes?                                                          

- Por supuesto.                                                         

- Pronto comenzaré a recibir un estipendio, te ayudaré. Además, voy a conseguir un trabajo a tiempo parcial. No tendremos que ahorrar tanto.

- No, ni siquiera lo pienses, -dice mamá con severidad. -Tu papá y yo estamos haciendo todo lo posible para que puedas estudiar tranquilamente. No te preocupes por el trabajo ahora. Nos las arreglaremos.

No discuto, porque esto solo la distraerá del trabajo. Los padres tienen una posición de principios. Nada de trabajos mientras estudie. Pero no me gusta el hecho de que papá se fue a trabajar a otro país y mamá trabaja por tres en su oficina. Por supuesto, su jefe se alegra. Si un empleado hace todo, no es necesario contratar más. Pero yo sueño con al menos ayudar un poco a la familia, hacer una contribución.

- Te quiero, mamá, -le digo en voz baja.                     

- Te quiero, cariño, -responde ella y agrega con severidad. -Vale, vete a dormir, rápido.

Tan pronto como termino la llamada, me llama Dasha.

- Lisa, ¿qué pasó? ¿Dónde te has metido?             

- El Rabioso me encontró, -suspiro. - Y me llevo.

- ¿Cómo? -dice mi amiga asombrada. - ¿Qué quieres decir? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

- Estoy en casa, no te preocupes. De hecho, he tenido impresiones suficientes para el resto de mi vida. No tienes idea de lo que he pasado en su apartamento.

- ¿Has estado en su apartamento?                          

- Un rato, pero sabes, no podría haber aguantado más. No quiero volver a estar a solas con él nunca más.

- Lisa, ¿estás segura de que estás bien?                

- Claro. ¿Por qué?                                                 

- Veras, -estira evasivamente. - Hay diferentes historias sobre el Rabioso. No son para contar por teléfono. Mejor cuando nos vemos. ¿Él no te hizo nada? ¿No te castigó por no venir?

- Cada segundo a su lado es un castigo. Estoy bien, hablamos demasiado sobre este cabrón. Mejor dime, ¿cómo lo pasasteis con Kyr?

Mientras hablo con Dasha, me acerco a la ventana, miro a la calle y me doy cuenta de que hay un chico abajo. Al principio creo que es el Rabioso. También es alto y grande. Pero pronto me doy cuenta de que estaba equivocada. El chico tiene el pelo rubio.

Hmm, ¿me lo parece o está mirando directamente a mí?

Tonterías. La luz de la habitación está apagada. No se ve nada. ¿Y por qué un tipo desconocido miraría a mis ventanas? Son los nervios, nada más.

El chico rubio sonríe y parece asentir, sintiendo mi mirada.

Bueno, ya está, solo son mis fantasías.                  

- Liza, ¿estás ahí? -pregunta Dasha.                     

- Sí, lo siento, estoy divagando.                         

Corro la cortina y me alejo de la ventana.               

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