¿Tal vez el cambio a otra universidad es realmente una gran idea? Y aun mejor - mudarse a otra ciudad. A otro país.
Mi corazón da un vuelco cuando la ardiente mirada del chico me recorre expresivamente. Sus ojos parecen completamente negros. Miras en ellos y es como si estuvieras cayendo en un abismo.
Max Rabioso. Este apodo le queda bien. Simplemente perfecto. Las imágenes de nuestro primer encuentro vienen a mi mente con claridad. Me estremezco involuntariamente.
Es salvaje. Agresivo. Una verdadera bestia. Entonces ni siquiera podía pensar que todavía era un estudiante. Parecía más un bandido.
Diablos, lo peor de todo es que este psicópata se acuerda de mí. Sin duda. Hace varios meses que no uso gafas. ¿De dónde más podría venir un apodo tan ofensivo? Solo del pasado.
- Es hora de ir a clase, -parece que la voz de Kyr viene desde lejos, y después de eso siento su mano agarrarme por debajo del codo, tirándome suavemente hacia un lado. - Vamos, Liza. Las clases comienzan en cinco minutos. No vale la pena llegar tarde el primer día.
-Sí, -se une Dasha. - Tenemos que darnos prisa.
Asiento distraídamente y doy un paso atrás, siguiendo a Kyrill, pero en el mismo momento una mano pesada cae sobre mi cintura y tira bruscamente en la dirección opuesta, literalmente arrancándome de mi amigo.
- Díganle al profe que me la llevo.
Rabioso no le da la oportunidad de entrar en razón. Sus movimientos son tan confiados y poderosos que me quedo atónita de tanta presión.
¿Llevo? ¡¿Adónde?!
- ¡No! - Declaro con decisión, trato de quitar su fuerte mano de mi cuerpo, pero solo consigo que el agarre sea más fuerte. - No voy a ir a ninguna parte contigo. ¡Suéltame! Ahora mismo. ¿De qué vas?
- Fuimos seleccionados como pareja, -dice con calma.
- Pero tengo una clase programada.
- Y yo - a ti.
- Podemos discutir todo después de clase, -trato de ofrecer un compromiso, aunque entiendo perfectamente que al final simplemente me escaparé de aquí.
El Rabioso no dice nada, simplemente me arrastra por el patio de la universidad, sin prestar atención a mis intentos de soltarme y arañazos en su musculoso brazo.
Es de piedra. No le importa nada.
- ¿Qué quieres? -siseo con enojo.
- Conocernos mejor.
El tipo arquea una ceja burlonamente y una oleada de pánico se extiende dentro de mí.
- Vale ya, -doy patadas, pero esto tampoco da mucho resultado, es como luchar contra una roca. - ¿A dónde me llevas? Hablemos aquí mismo. En el cenador. O aquí, en un banco cerca de la fuente.
El Rabioso solo se ríe.
Bueno, sí, aquí hay demasiados testigos. Aunque nadie se atreve a mirar en nuestra dirección. Se giran, se alejan. Si empiezo a gritar y pedir ayuda, se dispersarán por completo. Solamente Kyr no parecía tener miedo, pero ¿qué podía hacer mi amigo contra este cabrón?
- ¡Déjame ir! -trato de patearlo, pero parezco un gatito tratando de derribar una enorme columna de hormigón. - ¡Necesito ir a clase! No quiero que me echen de la universidad por ausentismo.
- Relájate, -concluye Rabioso tranquilamente. - Nadie te expulsará mientras yo te quiera aquí.
El tipo me empuja a una especie de cuarto trasero semioscuro, cierra la puerta, cortando el camino a la salvación.
Me alejo de este psicópata, pero la habitación es bastante pequeña. No puedo ir lejos. Además, está vacía. Totalmente. Son solo paredes. No hay ninguna cosa. Y no hay ventanas, la única fuente de luz es una bombilla del techo.
- ¿Que necesitas? - arrugo la frente.
El Rabioso sonríe y acorta a un paso la distancia que nos separa, hace que nos asfixiemos ante tan peligrosa proximidad.
- ¿Y tú qué puedes hacer? -entrecierra los ojos.
Reflexivamente, doy un paso atrás para alejarme de él, pero en seguida choco contra una pared helada, y el tipo se acerca, sin dejarme escapar ni por un segundo de la mirada de sus ojos ardientes.
Mierda. Vaya mirada. Es como una hoja de acero. Frio. Tenaz. Frio al tacto, pero provoca terror caliente.
- Decidiste vengarte, ¿verdad? -pregunto nerviosa. - ¿Por nuestro último encuentro?
-No, -hace una mueca. - ¿Qué tipo de chico se vengaría de una chica?
Sus grandes palmas aterrizan en la pared a ambos lados de mis hombros, como si me estuvieran enjaulando.
- Entonces, ¿de qué va todo esto? - lanzo con irritación.
Trato de escabullirme, pero el Rabioso rápidamente detiene mi intento, moviendo hábilmente sus manos, manteniéndome en el mismo lugar. Se pone de tal modo que no pueda escapar. Veo fuego en sus ojos.
– Adivina, – sonríe el Rabioso.
Entiendo que el tipo tiene un plan que no me va a gustar.
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