Una sola soledad

2

Elaine:

—¿Otra vez con esas ideas tuyas, Elaine? Siempre quieres hacer lo que se te antoja.

—¿Y qué tiene de malo querer decidir por mí misma? No todo tiene que ser como tú digas.

—¡Soy tu padre! Sé lo que te conviene. Si no me haces caso, acabarás igual que…

—¿Igual que mamá? Ella se fue, ¿lo recuerdas? No porque yo decidiera nada, sino porque nunca aguantó este silencio que tú llamas orden.

—¡Basta, Elaine! No vuelvas a nombrarla.

—¿Sabes qué es peor que haberse ido? Que tú me quieras convertir en alguien que no soy, solo para tapar el vacío que dejó — Mi padre se alejo para su trabajo.

Es lo mismo cada mañana una discucion y luego actuamos como si nada, puede verse dificil pero es una costumbre que tengo desde que Mamá se fue

Todos piensan que soy fuerte… que nada me afecta.
Pero la verdad es que la soledad me sigue como sombra.
Río, hablo fuerte, contesto con sarcasmos… y aun así, cada noche me pregunto si alguien me ve de verdad.
Tengo dieciocho y ya me siento cansada de fingir.
Quisiera, solo por una vez, dejar de actuar… y que alguien me escuche sin que yo tenga que gritar.

camine rápido por la calle, mochila al hombro, todavía con la rabia de la discusión. El aire de la mañana me golpea el rostro. Me detuve en un instante frente a una esquina donde me espera Carla

—¡Elaine! ¡Buenos días!

—Carla… siempre tan amable, siempre con esa sonrisa que parece no acabarse nunca.—A veces me pregunto si de verdad quiere ser mi amiga o si es solo… costumbre.

—¿Vienes a la universidad? Podríamos caminar juntas.

Me da miedo confiar. Pienso en mamá y en cómo se fue… en papá, que solo sabe dar órdenes.Carla me habla como si no tuviera que demostrar nada para ser aceptada.
Pero… ¿y si un día también se cansa? ¿Y si solo estoy siendo una carga?

—Ayer casi no duermo por la tarea de redacción… ¡Los profesores de periodismo creen que vivimos solo para escribir!

Periodismo… Carla estudia lo que le gusta. Habla de ello con brillo en los ojos, como si cada palabra que escribe le diera alas.Yo en cambio estoy en Negocios Extranjeros. Nunca supe si era lo mío… creo que lo elegí porque papá lo quería. Porque según él, "asegura un futuro estable"

—Oye, ¿estás bien? Desde hace rato te noto rara… siempre me escuchas, pero hoy parece que estás a kilómetros de aquí

¿Decírselo? ¿Decirle que siento que vivo una vida que no escogí? ¿Que estudio una carrera que no me llena solo porque mi padre lo decidió por mí?

—Puedes confiar en mí, ¿sabes? No tienes que fingir que todo va bien.

—Lo sé, Carla… gracias.

Ella me rodeó con un brazo, como si quisiera protegerme del mundo. Yo caminé en silencio, dejando que su calidez me envolviera, aunque por dentro seguía con el miedo de siempre: que un día se cansara y me dejara sola, como mamá

No iba de buen humor. Después de discutir con papá, cualquier cosa parecía irritarme. Caminaba por el pasillo de la universidad con el café en la mano, pensando en lo injusto que era todo, cuando de pronto sentí un golpe seco.

El café se derramó sobre mi blusa.

—¡Oye! —exclamé, dando un salto hacia atrás.

Frente a mí estaba un chico, con un cuaderno y varias hojas esparcidas por el suelo. Parecía más preocupado por sus papeles que por lo que acababa de hacer.

—¡Fíjate por dónde caminas! —le solté, todavía limpiándome la mancha.

Él levantó la vista. Tenía el cabello un poco desordenado y la expresión distraída, como si lo hubiera arrancado de otro planeta.
—Yo… lo siento. No te vi.

Eso me encendió todavía más.
—¿No me viste? ¿Cómo que no me viste? ¿Acaso andas ciego?

Se inclinó rápido a recoger sus hojas, murmurando algo que apenas alcancé a oír.
—Estaba dibujando…

Lo miré incrédula.
—¿En serio? ¿Dibujando? ¿Y se supone que el resto del mundo tiene que apartarse porque tú vas perdido en tus garabatos?

Levantó la cabeza. Sus ojos, que parecían tranquilos, se encendieron de repente.
—No se trata de garabatos —dijo con voz firme—. Y, para tu información, tú tampoco estabas atenta.

Me quedé helada un instante. Era verdad: yo tampoco había estado mirando. Pero no iba a admitirlo. Crucé los brazos con rabia, como si así pudiera ocultar que me había dolido un poco lo directo que fue.

No sé cuánto tiempo nos quedamos ahí, frente a frente, como si el pasillo se hubiera vaciado de gente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.