Una vez más

2. El villano de la historia.

Ser una madre soltera y una mujer de negocios no era como lo retratan en las películas y series, y si bien las mujeres que allí aparecían eran fuertes y la residencia era su mejor característica, esto no se aplicaba tan bien en mí caso.

Habían días buenos claro que si, por supuesto que los habían, unos en los que todo salía a pedir de boca, el local se llenaba de gente y no hacía más que recibir buenas críticas sobre mis productos, unos en los que Thomas era tan lindo conmigo que me hacía sumamente fácil la tarea de criarlo por mí cuenta y no me hacía arrepentirme de no haberle dicho nada a Maxximus sobre su existencia, sin embargo habían otros en los que al destino les gustaba testearme, se ponía en mí contra, las cosas en el negocio se complicaba, alguna máquina se rompía, o venían todos los clientes juntos, alguno seguro tenía algo que decir en contra de los muffins o los brownies: "Están muy secos". "Están muy húmedos". "Tu café no sabe a nada, el de Starbucks es mejor".  A veces me daban ganas de decirles que fuesen ahí no obstante no estaba en condiciones de espantarlos por lo que no me tenía más opción que agachar mí cabeza y decirles que no volvería a pasar.

En cuanto a Tom, pues como cualquier niño de dos años, habían momentos en los que era alguien sumamente fácil, y se comportaba como un pequeño dulce y tierno, y otros en los que era un auténtico torbellino, capaz de destrozar todo a su paso. Hoy era uno de esos días.

Para sus dos años, era sumamente inteligente y comenzó a hablar al año y medio, lo que en cierto modo eso me hacía sentir menos sola. No es como si tuviésemos charlas distendidas con una taza de café sin embargo era divertido enseñarle palabras nuevas y era evidente que esa inteligencia la había heredado de su padre ya que yo me tarde un poco más de lo normal en hacerlo al punto que pensaron que eran sorda ya que no decía ni "mu". Desafortunadamente para mi hoy esto me estaba jugando en contra dado que a él se le había puesto en mente desobedecerme completamente.

 

Aquella rebeldía en cierto modo me recordaba a la que Maxximus tenía, lo que dejaba muy en claro que él era su hijo. Definitivamente de haber sido de Harry no se habría comportado así.

—Thomas, ven aquí— chille persiguiendolo por el pasillo a los tropezones.

—Atrapame si puedes— gritó a unos escasos pasos de donde me encontraba, ensuciando las paredes de papilla de calabaza.

Conté hasta 10 en mí interior para no regañarlo por eso pero honestamente mí paciencia estaba llegando a su límite. Sabía que solo era una travesura más y que no tendría sentido alguno regañarlo por lo que solo corrí hasta donde estaba y lo tomé entre mis brazos para cortar con su huida.

—Ven aquí, mí niño. Iremos a limpiamos a la cama.

—El… el tío Lenny no llega aún— balbuceo haciendo un mohín.

—No te preocupes. Él llegará pronto, no te hagas problema, y no le gustará verte aquí. Para él es muy importante que duermas temprano.

—Yo lo extraño— murmuró y unas diminutas lágrimas afloraron en sus ojitos— ¿Quién me leerá mí cuento?— pregunto mientras lo subía a su banquito para lavarle las manos.

Mí boca se abrió de par en par al oír eso y no pude evitar sentirme un poco discriminada.

—Yo puedo hacer eso— afirme — ¿Qué tan difícil puede ser ? — inquirí.

—Él los inventa — respondió como si aquello fuese una tarea titánica.

—Y tu crees que yo no soy capaz de eso?

Sus hombros se subieron y se bajaron dándome la contestación que buscaba.

—Te sorprenderé — le prometí—Ahora vamos a la cama. Es tarde.

🏰🏰🏰

—Tápate tus piecitos, es una fría noche, no quiero que te enfermes— le ordene a la vez que ahuecaba su almohada para que su cabecita descansará allí.

Su pijamita de naves espaciales se movieron entre las sábanas y vi desaparecer sus piernas debajo de ellas.

— ¿Estás listo?

Asintió energéticamente y se acomodo a mí lado, pegando su cuerpito al mío.

Aclare mí garganta y me puse cómoda en el diminuto espacio que me había dejado puesto que Tom era la clase de chico al que le encantaba quedarse con toda la cama para él.

—Erase una vez en un reino, muy, muy lejano, vivía una joven princesa en un precioso castillo donde era muy, muy feliz. Todos los días recorría sus habitación cantando alegres canciones y se paraba a hablar con cada uno de sus sirvientes quienes para ella eran uno más de su familia.

— ¿Cómo era ella? ¿Era linda?

—Preciosa. Sus rizos negros caían sobre su espalda, decorando sus finos y elegantes vestidos, sus tacones resonaban por toda la estancia a medida que iba de un lado al otro, sus ojos eran oscuros como esta noche y tenía una sonrisa que podría conquistar el corazón de cualquier caballero del reino. ¿Puedo seguir?

—Si, mami— susurró y se apoyó contra mí pecho.

—Todos los días ella pasaba el rato en su enorme biblioteca, era una gran aficionada de las historias de romance,esas donde todo salía bien, donde el mal no existía y el amor siempre triunfaba.  Usualmente le gustaba salir por las tardes al jardín a arreglar y cuidar los rosales o iba al estanque a alimentar a los patos. También asistía a importantes bailes y comía cosas deliciosas y extravagantes cómo trufas o macarons, igual que María Antonieta.  Aunque no creas que ella solo se dedicaba a estar sin hacer nada, claro que no.

— ¿Ella trabajaba?— inquirió un tanto incrédulo.

—Por supuesto que lo hacía, no vivía de las comodidades que la fortuna le daba. Ella era una fantástica pastelera, y amaba hacer postres que llevarán mucho chocolate. Por lo general uno de sus empleados era el que salía por el pueblo a repartir sus productos y ella compartía sus ganancias. Era una mujer muy generosa a decir verdad, que vivía junto a una muy buena familia, la de su príncipe.

— ¿Tenía un príncipe?




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