Una vida inmortal

Capitulo I

El chico, que ni nombre tenía, salió sin expresión de la aldea. Con la ropa desgastada que le quedó y sin nada más que le permitiera luchar por su propia supervivencia. Todos en la aldea pensaron que, aunque nada les funcionó para quitarle la vida, él moriría eventualmente en la peligrosidad del bosque. 

El chico no caminó mucho cuando encontró un grupo de osos que lo vieron como una presa y, por puro instinto animal, se fueron contra él. También por impulso, el chico corrió hasta donde las piernas le permitieron, sin embargo, fue atrapado. Los osos empezaron a morder, a rasguñar y a causar un intenso dolor, pero no le dieron muerte. Jalaron con sus dientes, con sus garras, pero no consiguieron absolutamente nada, solo causar dolor en el chico, hasta que perdió la conciencia y los osos interpretaron que estaba muerto y lo dejaron en paz.

Al despertar, el chico jadeó de dolor, sin pronunciar alguna palabra entendible, puesto que no sabía hablar ni mucho menos tenía conocimiento de alguna palabra de por sí. El chico no sabía qué más hacer de ahí en adelante, solo seguir caminando.

En su andar, se encontró frente a un lobo, inusual en el bosque, estaba herido y se acercó al chico que lo acarició como si fuera de su propia familia, el lobo se encariñó con él y se convirtió en su compañero de viaje. El chico intentó hasta lo imposible para curarlo, aunque claramente no consiguió nada, no sabía nada del mundo y menos de cuidar a un lobo herido, pero aun así, siguieron juntos unos días. Por las noches, el lobo se hacía en él y compartían su calor.

Hasta que murió.

Era una mañana tranquila e inofensiva en la cual nadie pensaba que vaya a ocurrir una tragedia. Tal vez, en general, no haya pasado nada, la vida de un lobo resulta insignificante para la vida de un mono, o de otro humano. Ese no era el caso con el chico, su fiel e inocente amigo. Al verlo, no logró derramar lágrimas, solo y sin saberlo, mostró una expresión de dolor, un dolor diferente, no el mismo que recibió de parte de los osos, este dolor no le afectaba en la piel, le afectaba en el corazón.

Sin saber qué debía hacer, enterró el cuerpo del lobo para que nadie perturbara su descanso eterno, para que pudiera dormir por siempre, y quién sabe, quizá soñando con el chico que se había vuelto su inseparable amigo. Es curioso que, sin saber nada de la vida, haya comprendido tan bien la muerte, y ya no se podría decir que no sabe nada, ahora, lamentablemente, sabía lo que era la muerte, y el dolor que producía, aunque ni él mismo se diera cuenta de su aprendizaje.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.