❝𝐋𝐚 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐑𝐮𝐭𝐢𝐧𝐚❞
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Sus ojos se abrieron de golpe, brillando con una luz intensa y pura, como si una chispa de energía se hubiera encendido dentro de ellos. La nube gris sobre su cabeza comenzó a disiparse, transformándose en una bruma ligera y brillante.
Entonces, de la bruma emergió un destello de colores. Un arcoiris, vibrante y luminoso, se formó lentamente, arqueándose sobre su cabeza. Los colores del arco iris se reflejaban en sus ojos, creando un espectáculo de luz y color que llenaba el jardín. Las flores alrededor de Emily parecieron responder a la magia, abriéndose más plenamente, como si celebraran la transformación.
Emily, con los ojos aún iluminados, su mirada posada en aquel joven, Por un momento, todo el jardín pareció detenerse, cada hoja, cada flor, cada gota de lluvia, inmóvil en una serena quietud, la belleza del momento era abrumadora, y Emily sintió una paz profunda que la reconfortaba desde el interior.
──¡Tengo un amigo! ──se levanta se su asiento para correr a abrazar al castaño, que sorprendido le devuelve el abrazo.
Que pequeña
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El castaño se encuentra hecho un lío dentro del baño de la mansión Moningstar, que fácilmente es el tamaño de su departamento.
──Tranquilo, solo es una niña linda con una nube en su cabeza, que vive aislada del mundo jajaja ──trata de convencerce a sí mismo pero caba vez que lo piensa, es una verdadera locura. ──Necesito tranquilizarme, Está bien, Noah, piensa en tu madre, ese señor prometió pagar todos los gastos si solo la haces feliz.──se dice así mismo, mientras lava su cara con agua del grifo, que extrañamente tiene un sabor fresco y purificante.
Salió del baño, el mayordomo lo guió de vuelta a la sala donde anteriormente estaban, emily al notarlo le sonríe y toma de su mano. El castaño seguía preflejo por su belleza y el arcoiris que flota sobre su cabeza, la joven lo guió a su habitación corriendo por los largos pasillos decorados con elegancia y místico, el mayordomo los seguía con la mirada hasta perderlos en aquellos pasillos fríos.
──¡Está es mi habitación! ── estiro sus brazos hacia arriba y las inmensas puertas se abrieron solas.
Al momento que Noah entró a la habitación de Emily, sintió como si hubiese cruzado a otro mundo. Apenas puso un pie dentro, el aire cambió, volviéndose más suave, más ligero, casi como si estuviera flotando. No podía distinguir dónde terminaban las paredes y empezaba el cielo. Las nubes, blancas y esponjosas, se deslizaban lentamente por el suelo, y cuando miró hacia abajo, tuvo la sensación extraña de caminar sobre el cielo mismo.
Las ventanas, enormes y abiertas de par en par, dejaban entrar una luz rosada que bañaba todo en un tono cálido, como si el amanecer nunca acabara. Noah no estaba seguro si aquello era un atardecer eterno o si el tiempo simplemente no existía allí dentro. Podía ver las nubes afuera, amontonadas y vastas, extendiéndose hasta el horizonte, pero de alguna forma también sentía que estaban vivas, cambiando y respondiendo a algo que no comprendía del todo.
Los muebles parecían sacados de un cuento de hadas, como si pudieran desaparecer o cambiar de forma en cualquier momento. El sofá, gris y mullido, casi lo invitaba a hundirse en él. Pero lo que más le llamó la atención fue la chimenea. No era una chimenea común, sino un fuego contenido en un cuenco flotante en el centro de una plataforma hundida. El calor era sutil, y el brillo del fuego proyectaba sombras danzantes sobre las nubes, creando figuras que cambiaban constantemente.
Miró hacia el techo y notó que estaba abierto, revelando un cielo nocturno a pesar de que la habitación estaba bañada en la luz de un atardecer permanente. Podía ver la luna, perfectamente delineada, y supo en ese momento que Emily era capaz de moldear el espacio a su antojo.
Noah tragó saliva. La sensación de estar en un lugar tan etéreo, tan desconectado de la realidad, lo desorientaba, pero también lo fascinaba.
──Así que... esto es tuyo──murmuró, mirando a Emily de reojo, mientras ella se mantenía tranquila, como si esta escena irreal fuera lo más normal del mundo. Para Noah, aquello era ¿magia?, todo de ella desafia la logica con la que ha estado trabajando, pero, por primera vez, se dio cuenta de que estar cerca de Emily iba a ser mucho más complicado -y mucho más increíble- de lo que jamás imaginó.
-¿Esto es real? -preguntó Noah, sin poder apartar la vista de las nubes que flotaban por el suelo, como si todo a su alrededor estuviera suspendido en un sueño. Sus ojos recorrían el espacio, tratando de entender si lo que veía tenía algún sentido lógico.
-¡Claro! -respondió Emily con una sonrisa despreocupada.
Sin previo aviso, se dejó caer de espaldas, como si la gravedad no significara nada para ella. Noah sintió su corazón detenerse por un segundo. Sin pensarlo, dio un paso adelante, estirando los brazos para atraparla. El miedo de que se lastimara lo impulsaba, pero justo antes de alcanzarla, algo cambió.
De la nada, un enorme cojín apareció bajo Emily, suave y esponjoso, como si el aire mismo se hubiera solidificado para recibirla. El impacto fue inexistente, su cuerpo apenas rebotó ligeramente sobre la superficie, hundiéndose en el cojín que flotaba sobre el suelo de nubes.
Noah se quedó congelado en el lugar, sus brazos aún extendidos hacia donde ella había estado cayendo. Por un instante, todo su ser quedó paralizado entre el impulso de salvarla y la sorpresa de lo que acababa de presenciar. Luego, lentamente, bajó los brazos y dio un paso atrás, aturdido.
Emily lo miró desde el cojín, acomodada como si estuviera descansando en una nube, y le lanzó una mirada divertida, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por su cabeza.
Noah retrocedió otro paso, incapaz de procesar completamente lo que acababa de suceder. Este mundo que Emily controlaba a su antojo no dejaba de sorprenderlo. Lo que para ella era normal, para él seguía siendo una mezcla de asombro e incredulidad.
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Editado: 15.11.2024