Under The Mantle of Chaos

⛈️ | Capitulo 5

Entre Sombras y Secretos
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El sol matutino apenas se asomaba mientras las calles universitarias comenzaban a llenarse de estudiantes apresurados. Noah caminaba con las manos en los bolsillos y la mirada fija al frente, intentando ignorar la insistente voz que lo seguía desde hacía varios minutos.

-Vamos, Noah, no me voy a despegar de ti hasta que me digas adónde fuiste con la chica del teléfono -exclamó Nico con una determinación que parecía inquebrantable.

Noah suspiró profundamente, pero no respondió. Prefería mantenerse en silencio mientras su mente intentaba procesar los acontecimientos de la noche anterior. Aquella mansión,
La mujer del agua....¿por que escucho la voz de emili?. Todo seguía tan fresco y a la vez tan irreal. Pero Nico, como siempre, parecía ignorar por completo la gravedad de las cosas. Actuaba como si nada hubiera pasado, como si su vida nunca hubiera estado en peligro.

-Mejor cállate y vamos a clases -respondió Noah finalmente, con un tono aburrido y algo cortante, apurando el paso.

-¡Pero ni creas que te librarás de mí! -gritó Nico, corriendo para alcanzarlo.

Noah cerró los ojos por un momento, intentando encontrar paciencia. Nico Ferrer, su mejor amigo y compañero inseparable, había llegado a su vida de una manera peculiar: un estudiante de intercambio italiano que, desde el primer día en la universidad, había decidido adoptarlo como si fuera su hermano mayor.

Lo cierto es que Noah nunca había tenido intención de hacer amigos. Su vida era demasiado complicada para eso, pero Nico había aparecido como un torbellino de energía que no podía ignorar. Y ahora, ahí estaba, siguiéndolo de nuevo como un cachorro fiel, exigiendo respuestas que Noah no podía darle.

Derrepente noah comenzo acelerar su paso casi corriendo.

-¡Sabes que no me voy a rendir tan fácil! -gritó mientras lo alcanzaba.

Y así, el día continuó como si nada hubiera cambiado, al menos para Nico. Pero para Noah, cada paso que daba lo alejaba más de la normalidad que había conocido, y lo acercaba a un mundo que todavía no entendía por completo.

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La luz tenue de la habitación iluminaba el tocador adornado con detalles dorados y grabados florales. Emily, sentada frente al espejo, observaba cómo Alfred, con movimientos meticulosos, cepillaba su cabello. Los mechones sedosos caían como cascadas oscuras sobre sus hombros, brillando con el reflejo del fuego tenue de la chimenea.

-Alfred, ¿puedo ir contigo? -preguntó de repente, su voz suave pero cargada de anhelo. Miró al hombre mayor a través del espejo, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y deseo de libertad.

Alfred, siempre impecable en su traje negro, detuvo el movimiento del cepillo por un momento. Su rostro permanecía sereno, aunque su mirada parecía querer suavizar el peso de su respuesta.

-Señorita, eso no será posible. -Dejó el cepillo con cuidado sobre la mesa del tocador. Luego, acercándose, acarició la cabeza de Emily con ternura, como si intentara consolarla sin palabras.

Emily no respondió, solo asintió levemente, aunque sus ojos seguían reflejando una tristeza contenida. Alfred inclinó la cabeza respetuosamente y salió de la habitación, dejando tras de sí el sonido firme pero distante de la puerta al cerrarse.

Un suspiro escapó de los labios de Emily, y tras un momento de contemplación, se dejó caer al suelo con gracia. La nube en forma de sillón que flotaba cerca de ella se movió como si respondiera a su estado de ánimo, acercándose y envolviéndola en un mullido abrazo. Se acomodó sobre ella, cerrando los ojos, mientras su mente se perdía en pensamientos sobre lo que podría haber fuera de las paredes de la mansión.

Un sonido suave, apenas un rasguño, interrumpió su tranquilidad. Emily abrió los ojos lentamente, su atención capturada por el ruido proveniente de la ventana. Se levantó con curiosidad, ajustando los pliegues de su falda azul oscuro, y caminó descalza hasta el gran ventanal que daba al jardín.

Allí, bajo un gato blanco estaba sentado sobre su balncon, mirándola con ojos brillantes que reflejaban un misterio indescriptible. Emily abrió la ventana con cautela, el aire fresco de la tarde entrando en la habitación.

-¿Y tú cómo llegaste aquí? -murmuró con suavidad, inclinándose hacia la criatura.

El gato no respondió, por supuesto, pero su mirada parecía comprenderla. Con movimientos elegantes, saltó al interior de la habitación, recorriéndola con paso tranquilo, como si aquel lugar fuera suyo desde siempre. Emily lo siguió con la mirada, una sonrisa tímida formándose en sus labios.

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Noah revisaba su reloj por tercera vez, mirando ansiosamente el camino vacío frente a él. Habían pasado más de treinta minutos desde que Alfred prometió recogerlos, pero no había señales de él. Nico, sentado en un banco cercano, se estiraba perezosamente mientras tarareaba una canción inventada.

Nico no se separó de noah, ni siquiera para ir al baño, el castaño no tuvo más remedio que llevarlo con el, lo que le preocupa es que no mencionó a Nico.

-Tal vez tuvo un problema con el tráfico -sugirió Nico, sin dejar de mirar las nubes.

-Dudo que el señor Alfred tenga problemas con algo -replicó Noah, cruzando los brazos.

De repente, un sonido suave interrumpió su discusión. Ambos voltearon hacia un callejón cercano, donde un gato blanco salió de las sombras, caminando con una elegancia casi irreal. Su pelaje era tan brillante que parecía emitir un leve resplandor bajo la luz del sol.

-Vaya, es el mismo gato de la otra vez -dijo Nico, poniéndose de pie con una sonrisa intrigada.

-Es solo un gato, ahí muchos así -respondió Noah, frunciendo el ceño. Pero algo en ese animal le resultaba extraño y familiar.

El gato miró fijamente a los dos, como evaluándolos, y luego se giró para caminar con calma hacia la esquina opuesta.




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