Ayax
— Eres el rey, Ayax, no puedes actuar como los demás.
— Yo no pedí este estúpido título — me quejé mientras me anudaba la camisa descuidadamente. — No quiero casarme con Filgya, es una niña consentida acostumbrada a salirse con todos sus caprichos.
— Pues habla claro de una vez y hazlo público, porque todos piensan que lo de ustedes prosperará y, mientras tanto, tienes a Corina en la sombra.
Vendrix se encontraba cerca de la puerta, y su reclamo partía de haberme visto besarme con Corina en el invernadero horas antes.
— No por mi propia voluntad, ella me lo ha pedido.
— Por lealtad a su princesa, pero ella merece que la reconozcas si es que realmente la amas.
Mi hermano se acercó unos pasos hacia mí.
— ¿Qué insinúas, Vendrix?
— Siempre lo has tenido todo, y así sigues, quieres quedarte con todo. Yo amo a Corina, ¿por qué te has empecinado con ella también? — Vend tenía los dientes apretados, y en sus ojos había furia, probablemente en los míos también, pues esto era lo que yo sentía, una ira descomunal por el solo hecho de pensar en que Corina lo eligiera a él y no a mí.
— No es mi intención quitarte nada, ella ha venido a mí, y yo también la amo, y si es por el trono, te lo cedo con gusto. No me interesa ser rey, sabes bien que nunca ha sido mi voluntad.
Esta vez fui yo quien dio unos pasos hacia él.
— Tampoco a mí me interesa el maldito reinado, por mí toda Aurea puede caerse en pedazos.
— ¿Quieres que renuncie a Corina? ¿Es eso?
— No, si ella te ama. Merece ser feliz y no en la sombra. Da luz a esta situación, y trátala como se merece.
— Te lo he dicho ya, ella me ha pedido esperar.
Ambos nos acercamos y, mientras más cerca estábamos, nuestras voces más se levantaban.
— ¿Y mientras tanto qué? ¿Seguirás paseándote por todo el castillo con la princesa de Rénica como si la amaras?
— Realmente eres un idiota, Vendrix. Yo no hago eso. Me he visto obligado a pasar tiempo con ella, pero de ninguna manera me he mostrado enamorado ni mucho menos y ella tampoco.
Nuestros gritos retumbaban en mi habitación y aunque las paredes del castillo eran muy gruesas, sentía que en cualquier momento todos se enterarían de nuestra disputa. Al mismo tiempo, no me importaba nada, mis sentimientos por Corina eran tumultuosos y no admitían réplica, ni siquiera el hecho de que mi hermano también tuviera sentimientos por ella podía refrenar mis exaltadas emociones.
— Más idiota, eres tú, que juegas a ser un rey responsable y justo y estás haciendo esto con la mujer que supuestamente amas.
— ¡Deja de poner en tela de juicio mis sentimientos!
No hubo más palabras, en un arrebato mi gemelo me dio un golpe de puño en la mandíbula, dejándome totalmente sorprendido, pues Vend no era tan impulsivo, sino que siempre se comportaba de manera muy mesurada. Yo no pude reaccionar, era la primera vez que esto sucedía entre nosotros. Él se veía tan ofuscado como yo y se marchó rápidamente.
***
Vendrix
Mi regio hermano y yo habíamos discutido. Por primera vez, desde que naciéramos. Jamás hubo rivalidad por el trono, estaba claro que él sería quien reinaría, pues era el primogénito. Aunque siempre había renegado de sus responsabilidades, jamás las rehusó.
Ahora nos sentíamos enemistados, por causa de una mujer.
Corina era una bruja diurna, ella había venido de Rénica, entre el séquito de la princesa Filgya, quien pretendía una unión favorable con mi gemelo. Ellas eran amigas muy cercanas. De esto hacía unos meses. Nuestras diferencias comenzaron cuando descubrí que Ayax tenía también una relación con Corina. Yo, luego de unos días, le pedí que aclarara su situación, pues la princesa del reino del sur aún se encontraba en el castillo y no tenía idea de que su amiga era el objeto de nuestra devoción. Ni ella ni nadie, puesto que la bruja nos había pedido a ambos discreción hasta que estuviéramos seguros de nuestros sentimientos, pero fuera de menguar, las emociones se volvían cada vez más intensas en nosotros.
Mi hermano prometió tomar una decisión, pero la situación se alargaba y esta noche, después de verlos juntos lo enfrenté de una forma brutal, al punto de que nos dijimos cosas hirientes, enceguecidos por la pasión y yo fuera de control, le di un golpe de puño, me marché de inmediato porque no podía entender que esto hubiera sucedido.
Aunque Corina me había pedido que esperara, diciendo que tendría una solución muy pronto, yo no pude aguantar y por esto me enfrenté Ayax.
Después de ese terrible episodio, dejé a mi hermano en su recámara, donde nos habíamos enfrentado, y me dirigí a la torre. Allí me acerqué a una de las ventanas para meditar en lo sucedido, cuando vi a mamá entrar al castillo. Ella debería estar durmiendo a estas horas. Bajé para interceptarla, decidido a contarle todo lo sucedido, pero no la alcancé, sino que la vi ingresar en el pasillo del piso de las mujeres y contra toda prudencia la seguí. Ella entró en la habitación de Corina sin tocar y esto encendió una alerta en mi interior. Me desvanecí y aparecí junto a la puerta para poder oír.
— Mi reina — la voz de Corina parecía sorprendida.
— Ya no soy la reina, mi hijo se casará pronto y otra ocupará ese lugar.
— Por... por supuesto, mi dama.
— ¿Te gustaría ocupar ese sitio?
— Yo, no lo he pensado.
— ¿De veras? ¿Y por qué te encuentras a escondidas con mi hijo?
— Nosotros... nos... nos sentimos atraídos...
— ¿Y Vendrix?
— Amm... yo... yo lo amo.
— ¿Amas a Vendrix y te sientes atraída por Ayax?
Hubo un silencio, las mujeres parecían moverse por el lugar.
— ¿Qué es esto? — La voz de mamá era dura.
— No... no...
— ¿Es la poción que has usado para engatusar a mis hijos?
— Mi reina...
— Lo sabía, eres una bruja sin honor, todos lo sabrán.
— No, no por favor... yo me iré. Me marcharé ahora mismo y nadie saldrá lastimado, por favor… Se lo suplico, Alteza. Cometí un error...