Vendrix
Pasé el día dando vueltas e intentando dormir, preguntándome si debía decirle lo que sabía a mi hermano o no. No sabía si ella se habría marchado, ni tampoco si mamá guardaría aquel secreto. Ella dijo amarme, pero usaba en nosotros una poción; eso significaba que mis sentimientos, y los de mi hermano, quizá no eran reales.
Tal vez era mejor que Ayax no supiera nada de esto, él era muy pasional y podría actuar de manera precipitada. Además yo necesitaba tiempo para que mi hermano se calmara luego de nuestra pelea y también para asumir que Corina no era la mujer que yo creía.
Finalmente me dormí.
— Vend... Vend, hijo.
Parpadeé con confusión, no tenía idea de la hora que sería, pero era muy raro que mi padre me despertara.
— Papá, ¿qué sucede?
— Ayax ha desaparecido.
— ¿Qué? — Salté de la cama y me apresuré sobre mi ropa.
— Ya toda la guardia está buscándolo. Tu madre piensa que se fue tras una chica, del séquito de Filgya.
— No puede ser...
— ¿Lo has visto o has hablado con él en las últimas horas?
— No sé qué hora es, hablamos ayer, creo. Tuvimos una discusión por... Bueno, por esta chica.
— ¿Entonces es posible que lo que dice tu madre sea cierto?
— Sí. Lamentablemente, es posible.
En aquel instante salíamos y un guardia llegaba corriendo por el pasillo.
— Hemos encontrado a la mujer, pero el rey ha desaparecido. Ella dice que cayó por un portal. Señor. Lo siento. También encontramos su caballo.
Sentí que mi alma se salía de mi cuerpo. No podía ser. Si mi hermano había atravesado un portal, ya no lo veríamos nunca más.
— ¿Dónde... Dónde está ella? — preguntó papá, que parecía estar tan estupefacto como yo.
— En la mazmorra, Alteza.
Mi padre empezó el camino y yo lo seguí como un autómata; no podía salir de la sensación de pérdida que me había provocado la noticia. Mi hermano era parte de mí, mi gemelo; habíamos estado juntos en el vientre de nuestra madre y jamás nos habíamos separado. La de ayer había sido nuestra primera y única discusión...
Bajamos las escaleras hacia los pisos inferiores y mamá subía llorando.
— Liz, ¿qué ha pasado?
— Ella... ella dice que Ayax cayó en un portal.
— ¿De dónde salió ese portal? — quise saber.
— Corina lo abrió, dice que pensaba pasar para no tener que regresar a…
— Maldita, lo hizo a propósito.
Mientras la desesperación tomaba posesión de mí, corrí escaleras abajo y registré la mazmorra hasta encontrarla. Ella estaba sentada en el piso de una celda, aunque no parecía haber sufrido daño, puesto que sus vestiduras y su hermoso cabello rubio se veían intactos, sus ojos estaban rojos de tanto llorar. El dolor que sentía por la pérdida de mi hermano era tan grande que su expresión no pudo conmoverme.
— Abre — ordené al guardia.
— Vend... — musitó ella observándome con sus grandes ojos azules esperanzados. Quizá pensaba que venía a liberarla. Lejos de ello, la tomé del brazo y la sacudí.
— ¿Qué rayos hiciste con mi hermano, bruja maldita?
— Nada... nada, él se interpuso y cayó, yo no sé cómo... — comenzó a llorar.
— ¿Lo empujaste? Quisiste deshacerte de él... —Mis palabras se entrecortaban.
— ¡Basta! — Una voz femenina resonó en la mazmorra. Era la princesa Filgya. — Suéltala, ahora.
— Por su culpa, mi hermano ha caído en un portal.
— Será juzgada en nuestro país, de acuerdo con las leyes que nos rigen.
— Su crimen fue aquí.
— Según la legislación internacional, debe ser juzgada en su nación, independientemente de dónde haya sido cometido el crimen, Lord.
Ella mencionó la palabra "Lord", que se estilaba muy poco en nuestro reino, para hacerme notar que no estaba yo por encima de una princesa.
La solté.
— Que los guardias la lleven a la habitación que ocupaba y la vigilen — Filgya se volteó hacia mis padres, que yo no había visto que la acompañaban, por lo enceguecido de ira que estaba. — Solicito un escuadrón que me escolte hasta mi reino, para asegurar que ella no escape ni intente ninguna fechoría, majestades.
Mi madre quiso hablar, pero papá la detuvo.
— Así será, princesa.
Ella se alejó, seguida de dos muchachas de su séquito.
— ¿Qué haremos ahora?
— Si lo que dijo es cierto y todo apunta a que es así, no tiene sentido seguir buscando.
— Consultaré con Diani.
— Te acompañaré, mamá.
— De acuerdo, vayan, yo me ocuparé de la princesa.
***
Aila
En la habitación de Filgya, ella caminaba de un lado a otro. La situación esta vez se le había salido de las manos, mi hermana solía digitar a todos a su antojo. Ella misma había planeado que Corina sedujera al rey Ayax, pues no quería ser quien rechazara la propuesta. Estaba enamorada de un principal de nuestro reino y nuestros padres no lo aprobaban, ella esperaba poder decirle a nuestro padre que había sido rechazada.
— Diremos que él se enamoró de Corina.
— No puedes culparla, tú la enviaste a seducir al rey.
— No la culparé, nadie manda sobre los sentimientos.
— ¿Y cómo justificarás que vuelva y que el rey haya desaparecido por un portal?
— Fácil, él quiso huir con ella y...
— El rey Ayax jamás hubiera actuado de manera tan cobarde, nadie te creerá — repliqué poniéndome de pie.
— ¿Y qué voy a decir?
— La verdad sería una buena opción.
— Aila, te hablo en serio.
— Ellos se enamoraron, Corina sintió culpa y quiso marcharse, y él al intentar detenerla se cayó en el portal. Regresamos porque toda su familia estaba devastada y, por supuesto, Corina también, sufre mucho por su pérdida.
— Hermana, eres tan inteligente, no sé qué haré sin ti, cuando te cases.
***
Vendrix
En la cocina del palacio de mis padres, la Anciana Madre preparó té y lo sirvió para nosotros. Ella se encontraba en nuestro reino para celebrar dos bodas, de no ser así, su residencia habitual se encontraba en Annun. Estábamos allí mamá y yo, y mis tres hermanos menores, Kyra, Suvan y Qamar. El nombre de la "Anciana Madre" era Diani, y se veía muy joven para el epíteto de anciana, pero este era un puesto que las brujas lograban en algún momento de su trabajo mágico. Se decía que se les llamaba así porque la magia que manejaban hacía que vivieran mucho más que cualquier nocturno o diurno normal.