Ayax
Tener que tomar partido en la estúpida guerra que se libraba fue algo inevitable, aunque quise mantenerme alejado, ambos bandos me perseguían para integrarme a sus filas. Cansado de vagar de pueblo en pueblo decidí dejar que me encontraran, después de todo, si tenía que unirme a la guerra, lo haría por algo justo. Esto era mi karma por haber renegado de mi posición como rey de Aurea.
La antigua residencia del regente traidor, Lachlan, era una fortificación verdaderamente impresionante, construida bajo tierra en medio de una montaña. Claro que, si había sido derrotado en su propio territorio, no era tan segura después de todo.
Había dejado a Samin organizando todo lo relativo a la nueva sede, mientras yo me ocupaba de aquellos que habían quedado a la deriva, en especial los humanos. Eran muy pocos los vampiros que permanecían en el lugar, probablemente la mayoría habían sido muertos o habían huido con los de su bando.
El primero en presentarse ante mí fue un vampiro joven, de cabello rubio y ojos azules.
— Señor — dijo hincándose ante mí.
— No hagas eso — gruñí. — Si quieres ser de ayuda, convoca a todos.
Prestamente, se retiró de mi presencia y, sin tardanza alguna, los habitantes del lugar comenzaron a reunirse en el hall de entrada. No eran tantos, con suerte llegarían a la centena de personas.
Los humanos se veían muy maltratados y esto me provocó un aguijón de ira. Aunque los vampiros tampoco se veían en las mejores condiciones.
— Como imaginarán, hay nueva regencia — hablé quitándome las gafas, sabía que mis ojos resultaban intimidantes para aquellos que no me conocían. — Todos estarán bajo vigilancia hasta que se compruebe de qué lado están, pondrán a disposición todos sus aparatos de comunicación, y serán revisados, hoy descansarán, se les proporcionará alimento y mañana nos trasladaremos a un nuevo lugar.
Hubo un suave rumor.
— ¿He sido claro?
Se oyeron algunas afirmaciones. Mis acompañantes se acercaron a ellos a cumplir las órdenes que acababa de dar.
El muchacho que me había interpelado al llegar volvió a acercarse.
— ¿Cuál es tu nombre?
— Leven.
— Dime qué ha pasado, quienes son los que se han quedado aquí y por qué.
— Los humanos eran usados para alimentación, no siempre han estado así, pero los últimos años, en los que el regente tomó el camino del mal, se preocupaba poco por ellos y los tenía como ganado. Los que nos quedamos, no estábamos de acuerdo con esto, pero no podíamos hacer nada antes, pues no teníamos la fuerza.
Estudié con la mirada al resto de vampiros y entendí que la mayoría tenían poco tiempo de convertidos, quizá ninguno llegaba a los cien años.
— ¿Lachlan los convirtió? ¿Quiénes son sus progenitores?
El chico negó con la cabeza.
— Todos murieron, algunos antes, pero la mayoría cuando el regente Sein nos invadió.
Era sabido que los vampiros jóvenes seguían ciegamente a quien los había creado, puesto que sus emociones eran influidas por estos.
— Entonces, son libres de tomar el camino que deseen.
— No hablaré por los demás, pero preferiría mantenerme a su lado, si es posible, con cualquier trabajo menor estaré satisfecho, no me importa.
Otra cosa que se conocía públicamente en nuestro ambiente, era que resultaba muy difícil al principio hacer una vida en solitario, por lo cual la mayoría se quedaba junto a quien los convertía.
— ¿Y qué sabes hacer?
— Soy programador, me ocupaba de las redes y comunicaciones.
— Entonces eso mismo harás para mí
***
Danrelle
— Edith, no creo que pueda hacer eso, la última vez que lo intenté no duró más de seis meses.
— Danrelle es importante que puedas intentar establecerte en algún lugar, y establecer relaciones duraderas. Te quejas de que no consigues pareja, pero no te quedas nunca en ningún lugar lo suficiente.
— Claro que sí, me quedé en Denver, ¿y qué pasó? Ese idiota me dijo que yo no era buena en la cama y me dejó por otra.
— Él no era una buena elección...
— Y cuándo estuve en San Francisco...
— Danrelle, para.
Yo caminaba de aquí para allá, mientra conversaba por videollamada con mi terapista. Hacía varios años que ella me atendía de esta forma, porque yo nunca tuve una morada estable.
— No necesitas rememorar todo lo malo que te sucedió en el pasado, para poder construir un futuro diferente debes trabajar en tu ahora.
Rodé los ojos y me detuve.
— Mi ahora está muy bien, mi trabajo es rentable, pronto cobraré la herencia de mis abuelos...
— Esas son cosas materiales, hablo de lo emocional. Danrelle, no tienes ni un amigo.
— Claro que sí. El otro día fui a una disco con la chica de las flores.
— La vendedora de flores que salió contigo una vez no es tu amiga, te usó por si su cita la plantaba.
— También hablo a diario con una empleada del market.
— Solo cuando le compras.
— No necesito realmente a nadie, estoy acostumbrada a estar sola.
— ¿Entonces para qué hablamos todas las semanas? Si todo está bien en tu vida.
— Me ayudas a dejar de pensar que soy una desagradecida por no aceptar los malos tratos de mis posibles parejas.
— Eso ya lo haces sola, tienes una lista de motivos por los cuales no debes sentir culpa ante las manipulaciones de los locos que te gustan.
— ¡Gracias! — Ironicé enfurruñada mientras volvía a sentarme frente a la cámara.
— Hoy estás imposible. Si quieres, dejamos esto para otro día.
— No, está bien. Tienes razón, es solo que no sé cómo hacerlo. Las personas que parecen buenas no se me acercan y cuando intento acercarme me miran como si estuviera loca.
— Busca personas que hagan lo mismo que tú, que tengan tus intereses paranormales, por ejemplo.