Ayax
— Estoy seguro de que le gustaste cuando te vio en el bar, pero, ¿cómo es que ahora estaba aterrorizada?
— Quizá le pareció extraño que llegara tan rápido.
— ¿No le dijiste nada raro?
— Solo que quería hablar con ella sobre una entrevista de su blog.
— ¿No hiciste el truco de evaporarte delante de ella como en el bar?
— No.
— Bueno, ¿y ella se negó?
— Dijo que concertemos una cita y quedamos para mañana en la noche, ya no quiero darte explicaciones. Necesito estar solo.
— De acuerdo.
Leven se fue y yo me quedé pensando en la chica. Era bonita, con un delicado rostro oval, ojos cafés y cabello oscuro pintado de violeta. Era muy alta, con un cuerpo curvilíneo, y su piel, blanca y tersa. Pero no pasaba de ser más bella que el común, claro que no era fea. No obstante, era otra cosa lo que me atraía de ella, quizá su dulce aroma que apenas se sentía, camuflado detrás de montañas de químicos o tal vez algo energético. Hubiera querido terminar con esto en el momento, pero ella estaba asustada y para que no se sintiera presionada acepté la cita para el día siguiente...
Tenía entre manos algo demasiado grande como para ocuparme ahora de esto, mañana concluiría con esta situación y regresaría a Tasmania.
***
Danrelle
¿Qué había sido eso? ¿Cómo es que el tipo estaba en mi piso del hotel? Me había buscado por una entrevista que hice y quería llegar a un acuerdo. ¿Había venido de otro lugar? Él no tenía acento australiano, ni su amigo. Y me vigilaban en el bar y me habían seguido hasta aquí... Esto no podía ser nada bueno.
Solté el picaporte, que lo sostenía desde que había entrado, y dejé el batido en la mesita junto a la puerta.
No podía ser tan peligroso, después de todo me había dejado escoger el horario en que nos encontraríamos. Si quisieran hacerme daño, lo habrían hecho. Quizá debería dejar el hotel e irme a casa de mis abuelos hasta que se realizara la venta. Aunque si me habían encontrado aquí, también podrían encontrarme allí.
Me di un baño, me coloqué un camisón e intenté dormir. Me resultó difícil, puesto que no dejaba de pensar en lo extraño que me había ocurrido. Quizá solo eran fans... ¿Fans? No tenían pinta de fans, parecían normales. "Ay, madre de Dios... dormiré... dormiré..."
No sé a qué hora logré conciliar el sueño, pero cuando sonó la alarma, me levanté de un salto. Debía encontrarme con Eiline, ella me esperaría en su casa y de allí iríamos a la antigua estación de trenes. No quise desayunar, luego compraría algo en alguna parada, aún tenía en la mente a esos hombres.
Evité mencionar lo sucedido a la tarotista por miedo a que me diera una predicción nefasta; si iba a morir, prefería no saberlo.
Afortunadamente, tuve un día muy productivo. Encontré varias personas con las que realicé filmaciones sobre los sucesos del lugar. Cada quien relataba su versión, todas concordaban, y tenían muchas similitudes. Eran como las cinco de la tarde cuando pude hablar con alguien que sabía sobre la historia de la estación y con eso completé mi trabajo. Los lugareños decían que el origen de los fenómenos estaba en algunas muertes trágicas del pasado, no había nada en específico que pudieran nombrar, pero estaba segura de que me las ingeniaría para crear algo atrayente.
Tuve que regresar sola, puesto que Eiline solo me acompañó hasta el almuerzo, luego se fue, no sin antes darme un millón de recomendaciones, recordándome los vaticinios de sus cartas. Y esto se hizo pesado sobre mí, en especial cuando vi a los dos tipos sentados en una mesa del comedor del hotel. Les sonreí y subí a mi habitación a asearme para bajar a cenar. No podía hacerme la tonta, debía enfrentar la situación o atenerme a las consecuencias. Ayax había dicho, que todo iría bien si llegábamos a un acuerdo y eso haría. Acordaría algo que me favoreciera, o al menos que no terminara con mi vida.
Me bañé con rapidez y me vestí de manera casual, pero no tan relajada, para que no pareciera que no me importaba nada, pero sin denotar el miedo que me daba toda la situación. En el ascensor mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza, y en la puerta de entrada del comedor tomé una inspiración profunda antes de acercarme a la mesa en la que me esperaban.
Ambos hombres se pusieron de pie al verme y Ayax corrió mi silla para que me sentara, de manera muy caballerosa, algo que no me había sucedido nunca si tenía que ser sincera.
— Me alegra que hayas decidido venir — comentó Leven.
— No es como que la invitación me haya dado demasiadas opciones.
El rubio miró a Ayax, quien permanecía con expresión imperturbable, detrás de sus gafas oscuras.
— Esto es de lo que queremos hablar — dijo y me enseñó en su móvil el artículo sobre la guerra de vampiros, mientras ambos ocupaban sus asientos.
— Es una tontería, ¿quién podría creerlo? — comenté.
— Evidentemente, usted no, pero muchos sí — replicó.
— ¿Y qué debería hacer? — Cada vez me sentía más nerviosa, ¿qué querían de mí?
— No publicarás nada más al respecto, dejarás que la noticia quede en la nada, sin darle promoción, y no volverás a publicar temas que tengan que ver con esta información. Si lo necesitas, te daremos algo más con que llenar el espacio, que no sean vampiros.
— ¿Y qué pasará si hago lo que me piden? ¿No tendrá consecuencias para mí? — Reflexioné. — Porque si estas personas querían difundirlo y ustedes no, ¿ellos no tomarán represalias?
— Te has metido en un tema en el que no deberías.
— ¿Cómo podía saberlo?
Él acercó una carpeta, que estaba sobre la mesa y en la que yo no había reparado hasta ese momento.
— Esto es un contrato, podemos pagarte bien, por no publicar lo que no queramos. O desmentir cosas.
— Pero no me has respondido qué pasará si ellos toman represalias.
— ¿Deseas protección?
— Quiero saber qué podría pasarme, primeramente.