Universos paralelos

Capítulo 8 - Vendrix y Aila

Aila

Ya estábamos alistándonos para irnos, habíamos tardado un par de días en recolectar nuestras pertenencias. Desde la desaparición del rey, no habíamos visto a nadie de su familia; Filgya solo se había comunicado a través de los principales.

— Aila, tenemos un problema — mi hermana entró en mi habitación sin tocar.

— ¿Qué pasó?

— Ellos quieren enviar a alguien para que se quede en Rénica hasta que se dé un veredicto contra Corina.

— Bueno, sería lo lógico, ¿no?

— Pero ella no tiene la culpa, lo peor es que no para de llorar, dice estar enamorada de Lord Vendrix.

— ¿Cómo pudo suceder eso, no estaba coqueteando con el rey?

— Al parecer, la primera vez que se vieron, ella se confundió y empezó a coquetearle a Vendrix, y empezaron a conocerse y ella tontamente se enamoró, pero tuvo que darle la poción a Ayax, y allí se armó el lío.

— Bueno, igual, no podemos hacer nada.

— Sí, si podemos.

— ¿Qué?

— Les he dicho que alguien de nuestra familia se quedaría aquí para certificar nuestras buenas intenciones.

No tardé mucho en sacar las conclusiones, las únicas de nuestra familia éramos ella y yo.

— No puedes hacerme esto, Filgya.

— Será solo por un tiempo. Y quizá encuentras aquí a ese amor con el que tanto sueñas.

— Sabes que solo vine para acompañarte, yo no quiero casarme con nadie de aquí, estaría lejos de todos.

— Pero enamorada.

— Difícilmente eso suceda si no ha sucedido hasta ahora, estamos aquí hace tres meses y ni el mozo de la cuadra ha reparado en mí.

— Solo será quizá un mes más, Aila.

— ¿Y eso te garantiza que nadie irá a presenciar el juicio?

— Así lo dijo el principal Maiko.

Suspiré con pesar. Quedarme aquí sería una tortura, lo cierto era que sí había alguien que me interesaba, pero yo para él era invisible y ahora entendía por qué. Lord Vendrix estaba enamorado o creía estar enamorado de Corina y no tenía ojos para otra. Esas pociones que ella elaboraba eran muy poderosas.

— Solo un mes, hermanita — me dijo Filgya, acuclillándose delante de mí para apoyarse en mis piernas. Yo me encontraba sentada delante del espejo, pues cuando ella llegó, me estaba peinando.

— A veces te aborrezco — murmuré cruzando los brazos delante de mí como única defensa ante el encanto que mi hermana ejercía.

Ella era la hermana mayor, el modelo a seguir. El ideal que yo nunca alcanzaría, por muchos motivos, primero no tenía sus atributos, pues era increíblemente hermosa, por lo que a duras penas podía resaltar a su lado, ella sonreía y todas las demás mujeres desaparecíamos. Por otra parte, no había criatura en el universo más manipuladora y caprichosa que Filgya, sin embargo, por raro que pareciera esto la hacía más interesante para todos.

— Eso no es cierto.

Incorporándose, besó mi cabeza y se dirigió a la puerta.

— Vamos, el principal nos espera.

Fui tras ella como quien camina al cadalso. Dos pisos más abajo, nos esperaba en una oficina, no solo el Principal, sino toda la familia real, incluido Lord Vendrix.

— Buenos días, Majestades — ella había cambiado su actitud juguetona anterior por una altiva y formal. — Esta es mi hermana Aila. Ella garantizará que haremos todo con honestidad y Corina será juzgada por sus hechos.

Yo no quería ni mirar a nadie, seguramente me estaban odiando. Me incliné a modo de saludo.

— Muy bien, esperaremos su veredicto y, según sea, se determinará el futuro de la princesa.

Estas palabras, dichas por el Principal de leyes, pusieron una alerta dentro de mí: ¿qué pasaría conmigo cuando supieran que Corina no recibiría ningún castigo? No pude evitar girarme a verla. Ella no me miró ni cambió su expresión y yo tuve que hacer un gran esfuerzo para que mi corazón no se desbocara. De todos los líos en los que Filgya me había metido, este debía ser uno de los peores, si no el peor de todos.

Atisbé a mirar a todos los presentes, los únicos que me prestaban atención eran el principal y la antigua reina, los demás observaban a mi hermana con desconfianza. En esta situación de espanto, lo único que faltaba era que me metieran a mí en la mazmorra en lugar de Corina, como si yo tuviera algo que ver en los turbios arreglos de mi hermana y su leal secuaz.

— La princesa podrá permanecer en sus aposentos y llevar la misma vida que antes de estos sucesos...

Al captar estas palabras, me di cuenta de que habían seguido hablando mientras yo estaba sumida en mis propias inquietudes.

— Muchas gracias — dijo mi hermana.

— Gracias — asentí también sin saber a ciencia cierta lo que agradecía, pero la seguí hasta la salida sin rechistar.

— ¿Qué significa eso de: qué será de mí según el veredicto de Corina?

— No es nada, tú no te preocupes, en un mes estarás en casa.

— ¿Por qué siento que me has vendido? Filgya, a veces creo que me odias.

— Cómo podría, eres mi hermana.

— Una hermana a la que solo consideras como tapadera de tus fechorías.

— No lo pongas así, eso no es cierto. Nos divertimos juntas.

— Tú te diviertes la mayoría de las veces y yo te salvo el...

— Basta, no hagas berrinche, piensa esto como unas vacaciones, serás libre de mí y podrás disfrutar de la vida primitiva que tanto te gusta con estos bárbaros.

— Los habitantes de Aurea no son bárbaros, por si no lo recuerdas, es el país más rico del continente y no solo eso, tienen el hospital más requerido en el mundo y...

— Pues justamente, como te gusta tanto este lugar, lo disfrutarás.

Con estas palabras se metió en su alcoba y yo me quedé tragando rabia en el corredor.

***

Vendrix

Los días pasaban extremadamente lentos en ausencia de mi hermano, no tenía ganas ni de salir, ni comer, ni entrenar. Y lo peor era que mis dones vampíricos estaban a flor de piel, temía llevarme por ellos y en algún momento tomar la vida de la chica que habían dejado como garantía de un juicio justo.




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