Universos paralelos

Capítulo 10 - Ayax y Danrelle

Danrelle

Me senté en donde había estado Ayax, mientras él compraba los pasajes de avión. Cuando lo conocí, pensé que lo último que podría hacer era irme a vivir con un gigante que se creía vampiro, pero luego de conocer a ese chino o lo que fuera, nada deseaba más que estar con gente que me protegiera de él.

Me levanté a buscar mi cartera, que había quedado tirada en el piso cerca de la entrada, y allí encontré la copia del contrato que me acababan de ofrecer. Ser vocera oficial de los vampiros, a cambio de mi vida y sustento. Una locura.

Ayax regresó a la sala y se sentó junto a mí.

— ¿A dónde pensabas ir? Vi que ya tienes las maletas preparadas.

— ¿Si no venías? A casa de mi padre, al menos unos días, hasta que pudiera pensar dónde esconderme.

— ¿Crees que podrías haberte ocultado por mucho tiempo?

— No sé, cambiaría de identidad y viviría de forma errante, después de todo, me gusta viajar.

— Tus datos quedan registrados en cada vuelo, y en cada extracción de dinero, y también en cada compra con tarjeta y...

— Basta, ya entendí.

— Me refiero a que, si te ibas sola, no durarías mucho. Ahora, también sabrán que estás conmigo, ya no podrás tener una vida normal, a menos que esto acabe y, por lo que entiendo, la situación podría mantenerse por años.

Aunque la perspectiva no era buena, definitivamente era mejor que perder la piel y la sangre de la manera más dolorosa que existiera.

— Cuando nos conocimos — comencé a decir. — Me ofreciste dinero e incluso protección y además, me aclaraste que mi vida corría peligro. También dejaste claro que no era tu intención hacerme daño y que podría seguir mi vida normal.

— Eso era antes, Danrelle...

— Escúchame. Este hombre no hizo nada de eso, su desprecio por los humanos es evidente y su deseo de hacerme todas las cosas que mencionó también. No sé qué astro estuvo a mi favor para que me permitiera pensarlo hasta el viernes. Pero puedo ver con claridad la diferencia entre ellos y ustedes. Si tengo que vivir años oculta, pero segura, para poder sobrevivir, lo haré.

Ayax permaneció en silencio un momento.

— Bien, pide un taxi. El vuelo es en cinco horas, pero es más seguro estar en un lugar público, en caso de que llegaran a sospechar. Aunque por su actitud no lo creo, ellos confiaron en ti.

— ¿No se dieron cuenta de lo asustada que estaba?

— Seguramente sí, pero eso no significa nada, ellos están acostumbrados a provocar miedo, no es de extrañar que estés asustada con tu vida en riesgo.

Llamé el taxi y bajamos a esperar. Empecé a pensar en mi futuro, mi blog, ¿qué haría? Miré mi celular y consideré que tal vez me seguían por causa de mis redes, así podrían ubicarme.

— ¿Crees que debería deshacerme del móvil?

— Sí, lo creo — respondió sin mirarme. En realidad, nunca sabía si me miraba o no, puesto que llevaba gafas oscuras todo el tiempo. ¿De qué color serían sus ojos? ¿Serían rojos como los de ese desquiciado oriental?

Volví la atención a mi teléfono celular y, yendo a las configuraciones, lo restablecí de fábrica, borrando todo en la memoria. El taxi llegó mientras el dispositivo se reiniciaba. Haría lo mismo con mi tableta y la laptop, mientras esperábamos.

Ya en el aeropuerto, él me pidió mis documentos y se alejó para confirmar el vuelo. Caminaba de manera muy segura y ágil para ser un ser tan enorme. Su cabello era negro, corto por detrás y un poco largo adelante, aunque no tanto. Tenía facciones muy simétricas, lo que lo hacía verse muy atractivo. Dijo algo a la empleada de la aerolínea y ella sonrió nerviosamente. Él se volteó hacia mí, como si supiera que yo lo observaba. Desvié la mirada de inmediato. Este no era un buen momento para sentir atracción por nadie, me dije a mí misma y me volqué a la tarea de desactivar todos mis dispositivos y redes.

— Todo listo, en cuatro horas estaremos volando — comentó al sentarse nuevamente junto a mí.

— ¿Es un vuelo directo?

— Sí, y no.

— ¿Qué quieres decir?

— Iremos primero a El Cairo, es un vuelo directo hacia allí, pero después vamos a viajar en barco.

— ¿En barco? Eso me da un poco de miedo.

¿Un barco desde África hasta Australia? ¿Cuánto demoraría? Ahora no sabía qué me daba más miedo si el chino o estar en medio del mar sin saber nadar.

— No tienes de qué preocuparte, es un vehículo preparado para no ser detectado.

— ¿Es tuyo?

— No, es de quienes rigen África.

— ¿Vampiros?

— Sí.

— De los buenos, imagino.

— Sí, señorita investigadora de lo paranormal.

— Ya no, he dejado eso para siempre.

— ¿Y qué harás ahora?

— No sé, por lo pronto sobreviviré con mis ahorros.

— Ya no puedes usar ese dinero, o te encontrarán.

— ¿Qué dices, cómo voy a sobrevivir?

— No necesitarás nada a donde vamos, pero imagino que tendrás que buscar algo en qué ocupar el tiempo para no aburrirte.

— No seré una mantenida. Trabajo desde que tenía trece años.

— ¿Y qué hacías a los trece?

— Fabricaba jabones y los vendía entre mis compañeras de escuela.

— Oh, eras una niña emprendedora...

Apreté los labios y volví a mi laptop. ¿Qué sabía él de mi infancia? La realidad era que si no hubiera sido porque vendía cosas, muchas veces ni habría comido. Niña emprendedora. ¿Qué más podía hacer? Con una madre que me decía todo el tiempo, que era un lastre y que me llevaba de aquí para allá, una escuela nueva cada tres meses.

Además de que se burlaba de mí, me llevaba al medio del océano, bien recordaba yo, cuando los niños de una de esas escuelas me lanzaron a un estanque como “bienvenida”, no me recuperaría de eso jamás, y ahora tendría que estar quién sabe cuánto tiempo en el mar. Me daban escalofríos al imaginarlo. Pero sería valiente, por nada del mundo le haría saber que me aterrorizaba viajar en barco.

***

Ayax




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