Universos paralelos

Capítulo 12 - Ayax y Danrelle

Danrelle

Habíamos retomado el viaje hacía tres días, y salir a cubierta me daba mucha angustia, pues solo se veía agua para donde fuera que mirara. El imaginarme a mí en medio del océano me hacía temblar las piernas. Al mismo tiempo no podía quedarme encerrada, por lo que iba y venía varias veces en el día, y a la hora de comer, lo hacía en el restaurante del crucero. Con Ayax coincidía solo en la cena, puesto que él dormía durante el día. El resto del tiempo había tratado de mantener la distancia, pues había tensión entre nosotros después de nuestra conversación en el restaurante de Port Louis.

Claro que eso no duró, ya que el cuarto día de viaje se desató una tormenta por la noche. Me di un baño, me coloqué una pijama e intenté dormir. Sin poder lograrlo, me incorporé y comencé a caminar en mi camarote sin ningún sentido. Estaba tan asustada que creía que el corazón se me saldría del pecho. Intenté encontrar mis sedantes, pero no estaban en la maleta pequeña que tenía allí, seguramente se habían quedado en la que iba en la bodega.

Luego de veinte minutos en que el vaivén del barco se había intensificado, salí de mi camarote y busqué a Ayax. Toqué su puerta y él no respondió. Era de noche, no podía estar durmiendo. Volví a tocar.

— Ayax — llamé.

Finalmente, él abrió. Me quedé observando su torso desnudo, adornado de tatuajes y gotas de agua. Su vientre firme y más abajo una toalla en sus caderas. Cuando caí en cuenta de que estaba haciendo un análisis de su cuerpo desnudo, me sentí sonrojar y le di la espalda de inmediato.

— Lo siento, no quería molestarte...

— No querías, pero lo hiciste. Entra, me vestiré en el baño.

Me volví para entrar y mi mirada se fijó en su espalda masculina, adornada de dibujos también. Cerré la puerta quedando apoyada en ella y apreté los ojos intentando borrar su imagen sensual.

Oí el clic de la puerta del baño, cerrarse y abrí los ojos. Observé que el camarote tenía la misma distribución que el mío: una cama y dos sofás individuales, con un pequeño cubículo para poner la ropa junto al aseo.

Pensé que fue una tontería venir, estaba aquí tan segura como allá.

— Bien, ¿qué quieres?

— Estaba asustada y... no pensé, lamento interrumpirte.

— El barco está bien preparado.

— Deberían haber sabido que habría una tormenta y no zarpar, o esquivarla, algo...

— Danrelle estás exagerando, ni siquiera es una tormenta tan fuerte, porque estamos fuera de época de ciclones.

— ¿Es un ciclón?

— No, acabo de decírtelo.

— El crucero se mueve demasiado.

— Puedo hacerte dormir hasta que la tormenta pase si quieres.

— ¿En verdad puedes hacer eso?

— Sí.

— ¿Pu... puedo quedarme aquí?

— Por supuesto — él hizo un ademán con la mano abierta hacia el lecho y yo me metí de un salto.

Me cubrí por completo y lo observé, en toda su altura enorme. Era impresionante, a él debería tenerle miedo. Si fuera alguien violento podría conmigo fácilmente y yo me había metido en su cama. Pero además, era un vampiro, debería estar aterrada. Sin embargo, no lo estaba. Estaba tremendamente excitada, él llevaba una camisa azul y un pantalón gris claro, pero la imagen de su torso desnudo se presentó en mi mente.

— ¿Por qué usas gafas todo el tiempo? — pregunté para distraerme de los pensamientos calientes que me asaltaron.

— Las personas se incomodan al ver mis ojos — respondió tendiéndose a mi lado.

Él quedó sobre las mantas. Era tan grande que sus pies quedaban por completo fuera de la litera.

— ¿Puedo verlos?

— Mañana, cuando la tormenta haya pasado. Ahora cierra tus ojos.

Obedecí y me giré hacia él quedando de costado. Empecé a sentir su aroma almizclado y la tormenta pasó a un segundo plano. El constante mecerse del barco fue como un arrullo, y en algún instante que yo no noté, me dormí.

Desperté tarde, no sabía qué hora era. Ayax no estaba. Me estiré en la cama, todavía sintiendo el aroma penetrante del perfume del vampiro. No podía creer que el miedo me había desprovisto por completo de prudencia. Me había metido en un cubículo con un vampiro y había permitido que utilizara sus dones en mí, debía estar loca. Amén de esto, me preocupaban las sensaciones que se despertaban en mí en su presencia. Ya no podía negar que él me gustaba y mucho. Lo bueno era que yo a él no, eso me dejaba protegida de lo que podría llegar a ser una relación devastadora.

Remolonee un rato, pero mi estómago me exigía que me levantara. Salí del lecho y me dirigí a mi camarote para vestirme. Allí encontré a Ayax, que dormía en mi cama. Por dios, no me iba a escapar nunca de su olor que quedaría impregnado en mis sábanas. Él se había desvestido, su ropa había quedado en uno de los sillones.

Sin hacer ruido busqué algunas prendas en el armario y mi móvil, que había quedado en la mesa de noche, donde vi que también estaba el suyo. Salí nuevamente hacia el camarote contiguo. Allí me vestí y me peiné. Vi la hora en el celular y noté que ya se acercaba el almuerzo, por lo que salí hacia el restaurante.

En cubierta, todo estaba calmo, como si no hubiera pasado nada. Llegué al comedor y ya la mayoría de los viajeros se iban apersonando. Me aproximé al buffet y tomé una bandeja que llené con comida, antes de ir a la mesa que utilizaba habitualmente.

Estaba comenzando a comer cuando el capitán del barco se apersonó junto a mí. No había visto desde dónde había venido, ¿sería un vampiro también?

— Buenas tardes, señorita. Quería saber si había podido pasar buena noche a pesar de la tormenta.

— Sí, gracias, prácticamente no sentí nada.

— Es usted muy amable, pero fue un ciclón muy fuerte, demasiado para esta época del año, la verdad no lo esperábamos.

— ¿Duró mucho?

— Lo peor de la tormenta duró poco más de tres horas, pero así como vino se fue, así son las tormentas por esta zona.

—Qué bueno que se fue pronto.




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