Ayax
El viaje por tierra fue bastante relajado, Leven y yo fuimos conversando, mientras que Danrelle se concentró en su móvil. El joven vampiro me actualizó sobre los sucesos en la nueva sede. Aunque ya la habitábamos, aún le faltaba mucho para ser lo que esperaba de ella.
Llegamos en la mañana, por lo que la mayoría de los nuestros ya estaban preparándose para descansar. Hubo presentaciones y saludos escuetos, la peor parte fue cuando me di cuenta de que Leven había ubicado a Danrelle en una habitación contigua a la mía.
— Te pasas, Leven — me quejé cuando nos quedamos solos.
— ¿Por qué?
— ¿Cómo se te ocurrió ponerla aquí? Podías darle una habitación en el piso de arriba o en otro pasillo, ¿por qué junto a mí?
— Lo hice porque Samin y su chica también están aquí, ellas son humanas y pueden relacionarse — se excusó.
— ¿Por qué no te creo?
— No sé. Además, ¿cómo puedo adivinar que ibas a arruinarlo todo con la chica durante el viaje?
Esto me hizo una alerta en el cerebro.
— ¿Arruinar qué?
— Cuando la conocimos le gustaste, ahora parece que te odia.
— Más importante para mí es si a mí me gusta o no.
— ¿Y dirás que no te gusta ni un poco?
— Sabes qué, Leven. No nos conocemos lo suficiente como para entrar en esta clase de discusiones, así que lárgate que necesito dormir.
— Debes admitir al menos que te gusta tanto como para cruzar el planeta por un solo llamado suyo.
No le respondí y él se marchó. Qué podía saber él sobre lo que a mí me pasaba con Danrelle. Era bonita, sin duda. Pero gustarme era otra cuestión. Lo cierto era que sí había sentimientos encontrados dentro de mí, respecto a ella. Pero no quería decir eso que me gustara. Era probable que tuviéramos lazos de otras vidas uniéndonos, que era algo peor que el hecho de que simplemente me gustara.
Si había viajado ante el llamado que ella me había hecho, fue porque le había dado mi palabra, y porque, además, me compadecía de su situación, de la misma forma que me compadecería de cualquiera que cayera en manos de la facción de Syoran. ¿A quién quería engañar? El deseo de protegerla me gobernaba.
Mi madre sabría de estas cosas y podría haberme aconsejado al respecto, ella era una gran bruja. Pero con los miles de años que llevaba yo aquí, quién sabe cuánto tiempo habría pasado del otro lado. Tal vez ni ella ni mis hermanos viviesen ya. No podía saberlo.
Antes de acostarme fui a la recámara de Bardu, quien se había quedado a cargo junto a Leven mientras yo no estaba y lo liberé de responsabilidades, pues sabía que ansiaba regresar a su morada en el frío norte.
***
Danrelle
Ayax me dejó en una habitación, muy bonita, y amplia. Poseía una cama enorme, una mesa con sillas, un escritorio y un baño con todos los lujos que pudiera desear, pero no tenía ventanas. Antes de ponerme a ordenar mis maletas, decidí bañarme.
El guardarropa era espacioso y casi podría considerarse una pequeña habitación junto al cuarto de baño. Tenía percheros, cajoneras y espacio para cajas y zapatos. Me llevó un par de horas acomodarlo todo.
Luego de que terminara de desempacar la ropa, consideré tomar una siesta, pero temía que si lo hacía en la noche no podría dormir. Tampoco me atrevía a salir, estaba en un nido de vampiros, no tenía idea de qué clase de seres chupasangre me rodeaban, no podía más que imaginar las películas en donde su sed los controlaba.
Coloqué los elementos que habría utilizado en mi anterior ocupación sobre el escritorio, y vi que había allí un cable de red para la laptop. Lo único que me faltaba era no tener wifi, ya que tampoco había cobertura móvil.
Cuando me planteaba estas cosas, tocaron a la puerta y me acerqué a abrir.
— Hola, soy Francia. ¿Cómo estás?
— Bien... Yo soy Danrelle. Es un placer conocerte.
— Es un placer conocerte también. Yo estoy aquí hace poco y cuando llegué me sentía un poco perdida, por eso pensé que sería bueno mostrarte el lugar.
— ¡Gracias! La verdad quería salir, pero tenía un poco de miedo.
— Me pasó lo mismo, llegué hace algunas semanas.
— Eres... humana, ¿verdad?
— ¡Sí! — Ella se rio. — Tú también, por lo que veo.
Francia dio un paso atrás y yo salí de la habitación. Comenzamos a recorrer los pasillos. No había nada de lo que me había imaginado, el corredor estaba bien iluminado y las personas ocasionales con las que nos cruzábamos parecían perfectamente normales y nos daban los buenos días de manera amable.
— ¿Cómo llegaste aquí?
— Vine a vivir con mi novio.
— ¿Tu novio es un vampiro? ¿Eso es posible?
— Sí, es bastante posible, aparentemente. Para mí todo esto es nuevo, pero creo que podemos acostumbrarnos juntas. ¿Tú cómo llegaste?
— Soy creadora de contenidos y alguien me contactó para dar una noticia, era una primicia sobre vampiros, yo escribo un blog paranormal, pero no creía en nada de eso, hasta ahora. Bueno, en definitiva, publiqué algo indebido y las personas que me lo pidieron no son buenas, y estoy aquí para protegerme de ellos.
— Qué horror. Pero lo bueno es que no son todos así y tienes quien te cuide.
La chica tenía un acento peculiar que no lograba identificar.
— ¿De dónde eres?
— Soy Argentina.
— Ah, qué bello, era uno de los lugares que tenía en mi lista de futuros viajes.
— ¿Te gusta viajar?
— Me acostumbré. Mi mamá me llevaba de aquí para allá desde que tengo uso de razón, y mi vida es así, un poco aquí y un poco allá.
— No me imagino viviendo así, yo siempre viví con mis padres en la misma casa, y tengo los mismos amigos desde que era muy joven, ahora los extraño muchísimo.
Llegamos a un lugar que parecía, o mejor dicho, era una cocina inmensa.
— Esta es la cocina, no hay nadie ahora, pero en un rato empiezan a preparar el almuerzo para todos. Sígueme por aquí.
Salimos de allí y encontramos un salón con mesas.