Ayax
Una explosión nos hizo saltar de nuestros asientos en la oficina.
— ¿Nos atacan? — preguntó Leven, claramente exaltado.
— Asegura a los humanos — ordené.
Leven corrió al exterior y Samin y yo lo seguimos. En el pasillo nos encontramos con algunos de los hombres que los otros líderes nos habían cedido temporalmente y también los jóvenes vampiros sobrevivientes a la regencia de Lachlan.
Otra explosión hizo tambalear todo el lugar. Nadie dijo nada, corrimos hasta cerca de la entrada, solo para descubrir que la mitad de la edificación que recientemente levantáramos estaba destruida. Los atacantes nos doblaban en número. Sería una pelea dura.
La batalla y el caos se desataron, no solo hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo, ellos, además de bombardearnos dos veces más, usaban armas. Aunque no podían matarnos con ellas, sí nos retrasaban e incluso dejaban fuera de combate a algunos.
No supe en qué momento nos separamos cuando me encontré en medio del polvo, sacándome de encima a cuanto vampiro me acechaba.
Los Dioses estaban de nuestro lado. Todos los vampiros de Syoran, aun cuando eran muchos, tenían una juventud que no les permitía estar a la altura de quienes nos encontrábamos defendiendo la sede.
Entre el tumulto, reconocí un vampiro, aquel que había estado con Danrelle y Syoran, y entendí que la buscaban.
Me esfumé del lugar para aparecer en el corredor de las habitaciones y ella estaba allí, tirada en el suelo, con sangre en su ropa y esto terminó de hacer pedazos mi autocontrol. Había dos vampiros acorralándola. Nuevamente me desvanecí interponiéndome. Ellos no retrocedieron, imagino que creyeron que me vencerían porque me superaban en número, pero no duraron ni dos segundos, él primero se lanzó contra mí y mi mano impactó directamente en su garganta desgarrándosela. El otro no tuvo tiempo de hacer nada porque me abalancé sobre él para hacer lo mismo que con su compañero. Ambos quedaron en el piso.
Danrelle estaba al final del pasillo, en el suelo, abrazando sus piernas.
— ¿Por qué rayos no estabas en tu habitación? — indagué disgustado.
Si algo bueno tenía este universo era el tratado de Marsella. A través de él se habían realizado pactos, sellados con magia, y uno de los preceptos era que los vampiros no podían entrar en un lugar privado sin ser invitados. Pero ella, no estaba en su recámara.
Me acerqué y ella hizo el intento de huir, aunque no tenía a dónde hacerlo. Me di cuenta de que era presa del pánico.
— Regresa a tu habitación, allí estarás segura, por favor — hablé con más calma. — Podrían venir otros, Danrelle, obedece.
Esto pareció surtir efecto porque se levantó y corrió hacia el cuarto que tenía la puerta abierta, cerrándola tras de sí.
— No le abras a nadie — ordené, levantando un poco la voz para que me oyera.
Regresé a la entrada del refugio y todo ya había terminado. Estaba regado de vampiros muertos por doquier. No obstante, las pérdidas no fueron tantas.
— Los humanos están todos bien — dijo Leven, que se acercaba junto a Samin.
— Iré a ver a Francia.
Yo asentí.
— Creo que no podremos quedarnos aquí.
— Quizá podríamos ocupar la antigua Sede.
— No, ellos la conocen y además, es un lugar demasiado cálido.
— Bajo tierra no se siente el calor.
— No me gusta, no quiero. No es seguro.
— Quizá en la Antártida...
— No, allí los humanos están siempre haciendo cosas extrañas.
— Una isla en el mar, como la que tenía Xander.
— Podría ser — admití. — Pero nos llevará mucho tiempo y tenemos que encontrar un lugar seguro.
— Francia está bien — comentó Samin regresando prestamente.
— Me alegra, espero que Danrelle también, no se veía bien hace un rato. Debería ir a ver si no está herida
— ¿Qué sucedió?
— Vinieron por ella, de alguna forma averiguaron su localización. Será mejor que limpiemos esto...
— Nosotros comenzaremos, ve a asegurarte de que la chica esté bien.
Desaparecí y llegué hasta ella en el instante. Dormía. Pude notar en su mesa de noche que había tomado calmantes. Me aseguré de que su respiración estuviera normal, al igual que su pulso, puesto que la tableta estaba casi vacía, no sabía cuántas pastillas habría tomado, pero sus signos vitales eran normales. La examiné por encima, y vi que no tenía más que un rasguño en el brazo. Esa debía ser la sangre que había visto. Se había cambiado de ropa. La que se había quitado estaba tirada en el piso, la levanté y comprobé que la sangre era del corte en el brazo. La arrebujé y regresé a ayudar con la limpieza del lugar.
***
Danrelle
Me desperté sobresaltada. El corazón empezó a latirme con fuerza y mi cuerpo se puso rígido cuando las imágenes de la noche anterior me atacaron. Había sido algo terrorífico, esos dos vampiros atacándome, y luego Ayax los había matado, pero no sin antes mostrarme su rostro demudado, sus ojos como la sangre, su cuerpo, transmutado en una criatura espeluznante.
Me moví y sentí un peso sobre mí, estaba en la oscuridad, no podía saber qué era... me sentí desfallecer y me quedé paralizada. Extendí la mano temblorosa hacia la lámpara de noche y al encenderla observé el lado contrario. Era lo que temía, Ayax estaba allí. Claro que ahora su rostro se veía tan hermoso como cuando lo conocí, no podía creer que fuera la misma criatura que había visto en la noche. Pero, él no me había atacado, sino que me había defendido; no obstante, había matado a los otros de una manera tan letal y despiadada que daba miedo.
Ahora mismo, que estaba allí abrazándome, quería creer que no corría ningún peligro, él me protegería, ¿o no? Pero no dejaba de ser alguien letal, un depredador... Me giré dentro de su abrazo dándole la espalda y él se removió y me atrajo hacia su cuerpo, firme y duro. "Firme y duro", mis pensamientos se dispararon.