Ayax
Una vez que todo estuvo en orden, cuando ya me había asegurado de que todos estaban a salvo y ya habíamos limpiado y retirado todos los cuerpos. Empecé a planificar una estrategia, me comuniqué con las otras sedes para informar lo sucedido, y decidí que nos mantendríamos temporalmente en el mar. Compré prestamente un transatlántico y solicité a Sein sus servicios para volverlo una fortaleza indetectable. Él estuvo de acuerdo, aunque tardaría unos días en llegar. La compañía naviera podía poner a mi disposición el buque de inmediato.
Al instante en que dejé todo resuelto, me dirigí hacia la habitación de Danrelle nuevamente. Ella dormía en la misma posición en que yo la había dejado. Comprobé una vez más sus signos vitales y notando que todo estaba bien, me tendí a su lado.
Parpadeé varias veces sin poder creer que me encontraba nuevamente en casa. Era mi habitación, no la que usaba al tomar el trono, sino la que había sido mía mientras era joven. Todo estaba igual que cuando dejé de ocuparla. Por fuera parecía de noche.
En ese momento, entró papá. Apenas nos miramos unos segundos y nos acercamos a abrazarnos. No pude contener las lágrimas, me había resignado a no volver a ver a mi familia nunca.
— Hijo... Dime cómo estás, ¿y dónde? ¿Hay alguna forma en que puedas regresar?
— Papá... no. Llevo aquí miles de años, y yo no creo que esa posibilidad exista.
Entendí que estaba dentro de un sueño, y yo no había regresado.
— ¿Miles? Aquí solo han pasado algunas semanas. Tu madre ha estado tratando de contactar contigo desde que te fuiste.
— Lo siento.
— Hijo, lo importante es que estás bien, y si han pasado miles de años, ¿cómo es que te ves tan igual? Aunque te has cortado el cabello.
— No lo sé, al parecer es por la sangre vampírica, aquí no envejecemos. ¿Y mi hermano?
— Vendrix no lo está pasando bien, él se siente culpable, se niega a tomar tu lugar en el trono.
— Deberá hacerlo, pues yo ya no volveré.
— Quizá podrías decírselo, pero no entiendo cómo funciona esto — papá señaló el entorno del sueño.
— Tampoco yo lo sé, pero dile que yo he dicho que ya no voy a volver, y que no sienta culpa. Lo que pasó con Corina fue un error, aunque es verdad que me costó mucho olvidarla. Recientemente, he conocido a alguien.
— ¿Crees que has celebrado el matrimonio con ella en el pasado?
— Pienso que sí. Aunque aún no me he atrevido a acercarme, allá todo es más denso. En este momento, al recordarla, mis emociones son intensas, casi puedo asegurar que es ella, pero del otro lado, solo es una atracción inexplicable.
— Hijo...
Papá volvió a abrazarme de manera muy emotiva.
— ¿Cómo está mamá y el resto de mis hermanos?
— Tu madre no deja de llorar, al igual que Kyra. Suvan y Qamar no dicen nada, pero su estado de ánimo es devastador.
— Lo siento, yo no sé cómo pasé por el portal, sentí que fui absorbido, pero quizá tropecé o...
— Vendrix cree que Corina te empujó.
— No me parece que haya sucedido así, ella iba a cruzar y yo me puse en medio, trastabillé o di un paso atrás y allí caí.
— Hablaré con él...
— Me llaman, papá, diles a todos que los amo y que estoy bien.
— Te amamos, Ayax...
Su voz se perdió y los golpes en la puerta terminaron de despertarme. A mi lado, Danrelle estaba aferrada a mi ropa.
— Dani — hablé suavemente.
Ella se estiró soltándome y yo pude ponerme de pie para abrir.
— Todo está listo.
Era Samin.
— Ahora subimos.
Danrelle se había sentado en la cama, con expresión adormilada.
— ¿Nos vamos?
— Sí, ya tus maletas están listas, solo tienes que vestirte.
— Estoy vestida. Solo debo ir al baño.
— Bien, yo haré lo mismo y te buscaré en cinco minutos.
***
Danrelle
Viajé en el mismo vehículo junto a Ayax, Samin y Francia. No viajábamos solos, era una comitiva grande. No recordaba que el camino de venida hubiera sido tan terrorífico. Quizá no tenía consciencia de lo peligroso de todo lo que nos rodeaba, no solo porque íbamos por un camino de tierra al borde de un acantilado, sino que sentía que en cualquier momento volverían a atacarnos. También podía deberse a que nos habían hecho dejar nuestros teléfonos, tabletas y laptops, por esto no dejaba de mirar el paisaje y la ansiedad en mí crecía.
Ayax conducía y yo iba a su lado. La pareja que nos acompañaba se hacía constantes arrumacos; Francia se veía asustada aunque no dijera nada. La verdad era que yo también lo estaba, y aunque no podía contar con la atención del vampiro a mi lado, tal como ella disfrutaba de las atenciones de Samin, en cierta forma me confortaba el hecho de que me diera suficiente prioridad como para no haberme enviado con el resto de los humanos.
El traslado duró aproximadamente dos horas, bajamos a una playa y allí había botes. Me sobresalté cuando me di cuenta de que se dirigían hacia el mar abierto. Recordé la tormenta, y mi corazón se agitó.
— No es mucho el trecho que recorreremos, no te preocupes — habló Ayax, con la suficiente suavidad como para que nadie más que yo lo escuchara.
— No tengo miedo — afirmé.
Él solo sonrió con suficiencia. Claro que él sabía lo que yo sentía, estas criaturas tenían otros sentidos que no poseíamos los humanos. Se formó un nudo en mi garganta cuando los cuatro, junto con un guía, subimos a una de las lanchas. Cuando nos sentamos, Ayax tomó mi mano y yo me aferré a ella, olvidándome de cualquier pudor. Si hubiera podido, me habría encaramado sobre él, pero no llegaba a tanto mi desesperación todavía.