Ayax
No podía quitarme de la cabeza el encuentro con mi padre. Los sucesos del otro lado del velo. ¿Cómo es que recién ahora había podido conectar? Allí apenas habían pasado algunas semanas y yo llevaba milenios de soledad y padecimientos. Quizá tendría que ver lo que solía mencionar Tábatah sobre la subida de vibración de la tierra, ella decía que eso facilitaba la conexión con lo que ella llamaba “planos sutiles”.
— Ya están todos a bordo — me informó Leven atrayéndome a la realidad.
— Haz que se ubiquen dónde te parezca mejor y las condiciones estén dadas, con el paso de los días iremos arreglándolo todo como más nos convenga.
— Sí, señor — aceptó y me lanzó una sonrisa burlona. Entonces noté que Danrelle todavía estaba prendida de mí.
— Vayamos a buscar camarote — le dije arrastrándola hacia el interior del barco.
La guie hacia el área central en un nivel no tan alto para que hubiera mayor estabilidad, pues ya había experimentado sus miedos en el viaje anterior.
— ¿Te pasa algo? — preguntó de repente, mientras transitábamos los pasillos del buque. — Lo lamento, tal vez no debí preguntar
— ¿Te interesa realmente? — indagué deteniéndome para mirarla
— Sí.
— He soñado con mi padre y eso me ha afectado — comenté abriendo la puerta de un camarote. Entonces noté que las camas no tenían sábanas ni nada. Abrí otra puerta y era lo mismo. Debería ocuparme de encontrar lo necesario para dormir.
— ¿Y qué soñaste? — Ella no parecía notar lo que sucedía con los camarotes
— Allí habían pasado solo algunas semanas desde que me fui, mi familia no lo estaba pasando bien, les pedí que no se preocuparan, y les dije que yo estaba bien, que siguieran adelante con sus vidas, pues yo ya no volvería.
— ¿Crees que eso sucedió en realidad?
— Sí, lo creo — afirmé. — Quizá esto no sea tan cómodo esto hasta que hagamos los arreglos necesarios — comenté como para desviar el tema.
— Ya veo.
— Quédate aquí y veré si consigo unas mantas, además haré traer tus maletas.
— ¿Y las tuyas? No quiero dormir lejos yo...
— Las mías también. No te preocupes.
***
Danrelle
Me senté en la cama a esperar. El camarote no tenía casi nada, salvo un pequeño armario y la litera. Nada que ver con aquel en el que viajamos durante la tormenta, que era de lujo, pero imaginé que en la urgencia era lo mejor que pudieron conseguir.
Cuando nos adentramos en el mar, me había dado mucho miedo la oscuridad insondable que nos rodeaba. No había luna, yo no podía saber hacia dónde nos dirigíamos y, entre más nos alejábamos de la costa, más oscuro era todo. Hasta que en un momento pude distinguir voces, por encima de nosotros, y descubrí que allí, en medio del desolado mar había un crucero, con todas las luces apagadas, era como estar inmersa en una experiencia de terror realista.
Ahora, mientras lo esperaba, no paraba de pensar en lo que había sucedido. ¿Sería porque escribí a papá y a Edith? ¿Cómo podrían habernos encontrado? Yo les escribí desde el aeropuerto de El Cairo, no podían saber que estaba en Australia, ¿o sí? ¿Y si era mi culpa? ¿Ayax se enojaría conmigo? ¿Debería decirle? Sí, era lo mejor, porque si era mi culpa y se enteraba luego, sería peor.
Volví al momento en que aquellos dos vampiros tocaron a mi puerta, sus ojos rojos desencajados... sus dientes prominentes, apenas alcancé a apartarme cuando me hirieron en el brazo, uno de ellos intentó dispararme y el otro lo detuvo, puesto que pensaba que podrían entretenerse conmigo antes de matarme. Este recuerdo hizo que se me erizara la piel. Fui afortunada, pues Ayax llegó en el momento oportuno.
La puerta se abrió sobresaltándome.
— Solo hay bolsas de dormir por ahora, resistiremos con ellas hasta que lleguemos al puerto en un par de días.
Asentí y no dije nada.
— En un rato traerán las maletas. Debo asegurarme de que todos estén instalados.
— ¿Dónde dormirás? — pregunté con inquietud.
— Aquí — aseveró, dejando caer otra bolsa de dormir al piso. — No hay los suficientes camarotes en condiciones, por lo que debemos compartir — se excusó.
— Hay algo que quiero decirte.
— Será luego.
Salió y cerró la puerta tras de sí.
Suspiré con pesar. Observé los dos sacos y me pregunté cómo Ayax cabría en uno de esos. Tal vez debería hacer una cama con el colchón y una almohada añadida... Me acordé de que de adolescente tuve un grupo de amigos, temporal, como todo en mi vida, y con ellos hacíamos pijamadas, tirábamos los colchones al piso para mirar televisión hasta altas horas cuando mamá no estaba.
Quizá si armaba una improvisada cama como para su tamaño me perdonaría por habernos puesto en semejante situación, aunque también pensaría que quiero acostarme con él y eso... aunque no voy a negar que tener sexo con semejante espécimen no me disgustaría para nada, tampoco quería que me viera como... ¿Qué importaba cómo me viera? Claro que me importaba, ¿a quién quería engañar? ¿Pero por qué? Me importaba por el simple hecho de que me gustaba mucho, y él no parecía ser un hombre que se acuesta con cualquiera, por tanto, yo debía mostrarme como alguien a su altura.
Lo que podía hacer era armar para él una cama y yo dormir junto a él en mi bolsa de dormir, entonces así no me vería como que quería tener algo, pero podía congraciarme por lo que había hecho.