Universos paralelos

Capítulo 23 - Vendrix y Aila

Aila

Él me llamó por mi nombre. Otra vez. Suspiré y me metí nuevamente en la cama observando la nieve caer tras la ventana. Era algo hermoso y pacífico, y su belleza disipaba todo el malestar de la situación que estaba viviendo. Su belleza y la visita de Vendrix, volví a suspirar.

¿Cómo podría quitarme el estigma de lo sucedido? Mi hermana era la culpable de que Corina hubiera seducido a ambos hermanos. Corina era la culpable de que el rey Ayax cayera en aquel portal. Y yo... yo era la encubridora. Por los Dioses, de todas las cosas que había hecho por Filgya esta era la peor. Yo misma había arruinado mi reputación ante los ojos del hombre que me interesaba. Yo, como una tonta, había confiado una vez más en mi hermana, que siempre me dejaba mal parada, que me usaba y que me dejaba tirada, como ahora.

Me consolaba el hecho de que no la vería por mucho tiempo, aunque estaba en un lugar en el que todos me miraban por encima del hombro y se alejaban de mí, en cierta forma me confortaba el hecho de que gozaba de una libertad que nunca había tenido. No tenía que socializar por obligación, ni hacer los encargos de Filgya, ni obedecer todos los tontos protocolos de la corte de Rénica. Y si lo miraba de esta forma, debía estar agradecida con ella, después de todo, me había brindado una oportunidad única...

Tocaron suavemente y la puerta se abrió. Era la antigua reina Elizabeth.

— Querida, buenos días.

— Buenos días, alteza.

— No me digas así, llámame Liz.

— No podría.

— Pues Elizabeth o como sea, pero nada de altezas.

Detrás de ella entraron dos mujeres, una más joven, que cargaba un grueso edredón, que colocó en mi cama antes de marcharse, y una un poco mayor, tal vez de la edad de la madre de Vendrix.

— ¿Puedes levantarte un momento?

— Claro

Me incorporé y ella hizo una seña a la mujer a su lado, quien se acercó y comenzó a tomarme medidas, era una costurera. En ese momento caí en cuenta de que no tenía dinero para comprarme nada.

— Yo... no... no tengo dinero para ropa... — musité avergonzada.

— Esto no necesitas pagarlo, Vendrix ha ordenado ropa adecuada, pues pasarás aquí el invierno.

Esto era algo inesperado. Él me estaba aprovisionando de ropa

— No sé si eso es correcto.

— No dejaremos que te mueras de frío, no estás acostumbrada a este clima.

— Me comprometo a pagarlo todo en cuanto me ponga en contacto con mi familia.

— Haré que te traigan el desayuno — habló como si yo no hubiera dicho nada.

— No acostumbro a desayunar, me presentaré en el almuerzo, muchas gracias — sonreí sin salir todavía de mi confusión. No entendía qué había pasado, que la actitud de Vendrix hacia mí había cambiado.

— En ese caso, te veré más tarde. Apenas tu ropa esté lista, la traerán aquí.

— No sé cómo agradecerle.

— No necesitas agradecernos nada, afortunadamente mi hijo ha recobrado el juicio.

Ella salió junto con la modista.

***

Vendrix

El hecho de que el invierno se hubiera adelantado traía una ventaja, la coronación se retrasaría. Aunque era algo inevitable que yo tomara el trono, no me sentía preparado para ocupar el lugar que por derecho había sido de mi hermano desde el principio, pero sabía que no podía dejar vacío ese espacio.

Entré en el despacho y papá estaba allí firmando papeles.

— Hijo — aunque sonrió, un dejo de tristeza se reflejaba en el fondo de sus ojos. La partida de mi hermano se haría sentir por mucho tiempo, quizá por siempre.

— Padre, he venido a ayudar.

— Me alegra que por fin te despertaras, estaba tan preocupado.

— ¿Qué debo hacer? Yo no sé ni por donde empezar.

— No lo harás solo, hijo, hasta el momento de la coronación seré quien firme, pero te enseñaré todo, al igual que lo hice con tu hermano. Además, gran parte de las tareas son de los principales.

— Luego de la coronación comenzaré a buscar esposa.

— No te apresures, es mejor que esperes a que aparezca aquella que te está pactada.

— Si la busco, la encontraré más rápido, pero aunque sea ella, si no acepta el pacto, buscaré otra. No quiero que se pierdan nuestras tradiciones.

— Eso no pasará, si la encuentras seguramente querrá celebrar el matrimonio.

— La princesa de Rénica no pensaba hacerlo en el caso de que se casara con Ayax, él me dijo que lo habían hablado.

— En los países del sur no tienen esta costumbre, ya cuando yo encontré a tu madre casi nadie de allí lo hacía. Actualmente, solo quedamos Aurea y Annun manteniendo la tradición.

— Pues será alguien de aquí, entonces.

— Es muy pronto para que hablemos de ello, quién sabe cuánto tardes en encontrarla.

— Cierto, vayamos a cenar.

Bajamos al comedor y la gente recién empezaba a llegar, papá y yo nos sentamos en un extremo, con algunos principales y les informó que yo tomaría el mando, comenzaron a darme noticias de las distintas áreas, la comida se sirvió y me concentré en lo que a partir de ahora serían mis nuevas responsabilidades.

Al terminar la cena, cuando todos abandonaban la locación, un fragante aroma de menta y frambuesa me alcanzó, pero al girarme solo pude ver el cabello blanquecino sobre su espalda al cruzar la puerta.




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