Universos paralelos

Capítulo 24 - Ayax y Danrelle

Danrelle

Ahora venía la parte difícil. Decirle a Ayax que había enviado aquellos mensajes, aunque tal vez el ataque no tenía nada que ver conmigo, de todas formas debía decirlo.

— Solo he conseguido unos sándwiches, espero que sea suficiente — expresó al llegar.

Me senté con las piernas cruzadas, quedando envuelta a medias en el saco de dormir.

— Seguro que sí — afirmé. El nerviosismo que me embargaba me hacía transpirar las manos. No sabía si él se daría cuenta de esto, pero imaginaba que sí y eso me ponía aún más inquieta.

Él se sentó frente a mí, sobre el lecho que le había preparado, y me pasó la ración, que estaba envuelta en papel. La abrí y comencé a comer, dándome cuenta recién entonces que tenía hambre. Habían pasado muchas horas desde mi última comida. Ayax hizo lo mismo.

— He pensado, que el sueño que tuviste con tu padre, entra en lo que se conoce como viaje astral. He investigado sobre el tema, en mi blog hay varias entrevistas, incluso he publicado técnicas para realizarlos, quizás podríamos probarlas.

— Sí, así parece, mi madre era experta en ello, tal vez debería probar.

— ¿Qué hacías allá? En tu mundo, ¿a qué te dedicabas?

— Era el rey.

— ¿El rey? — Esto me resultó sorprendente, pero al mismo tiempo, entendí por qué le resultaba tan fácil dirigir y organizar todo.

— Sí.

— ¿Y cómo llegaste aquí?

— Mi hermano y yo somos gemelos, nos enamoramos de la misma mujer, ella parecía correspondernos o no sé, no se decidía por ninguno. Cuando Vendrix y yo empezamos a tener diferencias, ella por algún motivo quiso marcharse. La descubrí abriendo un portal, me interpuse y de alguna forma caí en él.

— Es como de una película.

— Sí, verdad.

— Entonces, ¿allí no hay más vampiros que tú?

— Los primogénitos de mi familia.

— ¿Cómo es que tu madre es experta en viajes astrales?

— Mamá es bruja, ella vino de aquí, y desarrolló esa técnica para saber de sus hermanos.

— ¿Cómo llegó ella allá?

— No lo sabe a ciencia cierta, fue algo fortuito que pudiera realizar el portal, porque tenía un libro que era de nuestro mundo. ¿Qué era lo que querías decirme?

— Bueno, yo... quería saber si has descubierto cómo nos encontraron.

— No, no lo sé todavía.

— Cuando estábamos en El Cairo... yo... — se quebró mi voz, carraspeé antes de continuar. — Envié mensajes.

Ayax, que se estaba llevando el sandwich a la boca, se detuvo en seco y lo dejó sobre el envoltorio en la cama.

— ¿Del número nuevo?

— Sí...

El silencio con el que me respondió se volvió tenso. Mi corazón empezó a latir ante la expectación de lo que Ayax haría.

— ¿Te das cuenta de que ha muerto gente?

Sus palabras fueron suaves, contenidas, podía sentir lo apretada que estaba su mandíbula al pronunciarlas, pero lo que más me golpeó fue darme cuenta de que personas habían perdido la vida por mi culpa y mis lágrimas comenzaron a caer.

— Y si te importamos muy poco nosotros, que te estamos... protegiendo, al menos deberían importarte los humanos, tus congéneres.

Se puso de pie y se marchó azotando la puerta. Ya no quise seguir comiendo y me acosté a llorar. Él tenía razón. De manera inconsciente había puesto en peligro a todos y muchas muertes sucedieron por esto. Y no había vuelta atrás, por más que hiciera para resarcirme, no devolvería la vida a los que ya no estaban, incluso podrían haber muerto humanos, aunque él no lo dijo, era posible.

Él regresó.

— ¿A quién le escribiste?

— A mi padre y a mi psicóloga — respondí con voz ahogada.

— ¿Y no se te ocurrió que también los ponías en peligro?

La sorpresa me dejó sin palabras. No. No había pensado en eso en absoluto. Si él no me lo decía ahora, no se me habría ocurrido jamás.

— Agradece que no soy Syoran, porque ya te habría tirado al mar. No, ni siquiera eso, esa sería una muerte muy rápida para alguien como él, que seguramente antes de que murieras habría disfrutado de tu sufrimiento...

— Lo siento...

— ¿Te das cuenta en la situación en que me pones? ¿Qué se supone que debo hacer contigo ahora?

No sabía qué decir, si me matara, mi vida no pagaría las vidas que se habían perdido por mi culpa y mi inconsciencia. Al estar tan centrada solo en mí y en mis problemas, no pude ver que no estaba sola. Ayax había arriesgado su vida, y Leven, Samin, Francia y todos los demás, también habían estado en riesgo, mis pocos seres queridos ahora estaban en un lugar de peligro, por mi culpa.

Mis lágrimas no dejaban de manar y no sabía qué decir para justificar mi estupidez

— No volveré a hacerlo, yo no pensé... De verdad lo siento mucho.

Él suspiró con cansancio. Se sentó y volvió a tomar el sandwich. Y no volvió a hablar hasta terminarlo.

— Durmamos, cuando despierte veré que hacer contigo.

Asentí y me acosté sin decir nada. Dejé correr mis lágrimas, tratando de evitar hacer ruido, pues no quería que él pensara que intentaba manipularlo.

El peso de la culpa acosaba mi mente, no solo con lo sucedido durante el ataque, sino con la voz de mi madre, recordándome lo inútil de mi existencia y lo malo que era tenerme cerca. Mi cuerpo se sacudió en un sollozo y el penetrante aroma de Ayax me envolvió, su almizclado perfume comenzó a tomarme de una manera que parecía tocar mi piel, me sentí confortada y cansada al mismo tiempo. Entonces, me dormí.




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