Universos paralelos

Capítulo 25 - Vendrix y Aila

Aila

La nieve había comenzado hacía ya más de una semana y no daba señales de menguar. En Rénica había oído que en Aurea solía nevar sin parar por meses enteros, me parecía algo increíble, pero estaba sucediendo y no me molestaba.

Luego de almorzar, tomé un abrigo de piel, mi canasto de tejido y mi diario, y descendí al invernadero. Una inmensa galería techada conectaba este lugar con el castillo, por lo que podía llegar hasta allí sin mojarme.

En el fondo del invernáculo, había un pequeño espacio con un banco, desde donde tenía una maravillosa vista de las montañas nevadas. Me quedaba allí toda la tarde, no molestaba a nadie y nadie me molestaba a mí. Tenía el don de desaparecer y pasar desapercibida, un don del cual mi hermana muchas veces se había aprovechado, pero ahora podía utilizarlo para mí misma y eso contribuía a mi sensación de libertad.

De a ratos dejaba un poco el tejido y tomaba notas en mi diario en referencia a lo que vivía y lo que sentía, me gustaba llevar un análisis de las cosas que me sucedían internamente, eso hacía que pudiera gestionar mucho mejor mis emociones, claro que esto, según Filgya, hacía que yo fuera una persona demasiado fría y controlada. Bueno, aquí nadie me decía eso.

En uno de los momentos en que me moví para colocar mi trama en la canasta y tomar el cuaderno, me sorprendió una figura alta que estaba muy cerca observándome y entonces el aroma del nocturno se hizo presente para mí.

— ¡Por los Dioses! — exclamé dejando caer el libro.

— No era mi intención asustarte — sonrió Vendrix acercándose, mientras yo recogía mi diario.

— Lord… ¿Hace cuánto que... que está usted aquí?

— Lo suficiente, ¿hace cuánto que tú estás aquí?

Observé hacia afuera para comprobar que aún no había oscurecido, no había pasado tanto tiempo, quizá un par de horas.

— No tanto.

— ¿Por qué te escondes aquí?

— Me gusta ver caer la nieve, y me gusta el sonido que hace sobre el techo

— Puedo darte una habitación en la torre si quieres.

— ¿De verdad? — Sería increíble ver todo desde la torre, seguramente desde allí se vería el mar.

— En este momento es un lugar en desuso, dicen que allí Erekai tenía prisionera a Médora.

— ¿Entonces no hay habitaciones allí?

— No las hay, pero sí hay una biblioteca con libros antiguos.

— Me gustaría verla.

— Podemos ir un día.

— ¿Por qué no ahora?

— En un rato será hora de la cena.

Nos quedamos un momento en silencio.

— ¿Qué... qué hace aquí, Lord?

— Te buscaba.

— ¿A mí?

Él se rio.

— Sí, siempre que pregunto dónde estás, nadie sabe, y no te he visto. Pensaba que podrías haber escapado y muerto en las montañas, sería terrible para nuestras relaciones diplomáticas con Rénica.

Aunque su explicación sonaba lógica, su voz no me resultaba veraz, pero al mismo tiempo, no podía decir qué podía ser lo que hiciera que Vendrix me buscara, que no fuera el miedo de que huya.

— Amo demasiado vivir, no podría hacer algo semejante, despreocúpese.

— ¿Y qué amas de vivir?

— La naturaleza, las estrellas, la nieve, la libertad, la vida misma, ¿y usted, lord?

Algo opacó su mirada e intuí que era un recuerdo de su hermano.

— Te he dicho que me molesta, que me llames lord y me trates de usted.

— Lo siento.

Apreté mi tejido y lo metí en la canasta junto con el libro.

— ¿Por qué te escondes? ¿Alguien te ha molestado?

— No. Nadie me habla ni me molesta de ningún modo. Vengo aquí porque me gusta la soledad y la calma, ver caer la nieve tiene más magia que la magia misma.

Me puse de pie para regresar al castillo y él caminó a mi lado.

— Quiero agradecerle, por las prendas que me ha proporcionado — volví a hablar, intentando cortar la tensión que parecía flotar entre nosotros. — No he querido molestarle, pues oí que ha tomado su lugar en el trono, y sé por mi padre que ser rey requiere de mucho tiempo.

— Tengo suficientes asesores como para poder dedicarte unos minutos, de todas maneras, aún no asumo plenamente, puesto que es necesaria la ceremonia y esta no se realizará hasta que Madre Diani pueda llegar hasta aquí desde Annun.

— ¿Aquella que se ve allá es la torre de la biblioteca? — Indagué señalando la torre más alta a mi izquierda, cuando marchábamos por la galería que lleva al castillo.

— Sí, esa es.

Continuamos avanzando y nos separamos en las escaleras, pues yo debía dejar mis cosas y cambiarme de ropa.

***

Vendrix

Ahora que yo había accedido a tomar el lugar de rey y me sentaba junto a los principales, quedaba alejado de Aila, que buscaba siempre un lugar apartado. No debería interesarme para nada; sin embargo, no podía dejar de tenerla presente. Y nuevamente me preguntaba: ¿por qué no había reparado en ella antes? Ella ahora usaba las vestiduras de nuestra cultura, y me gustaba verla así.

Traté de concentrarme en las conversaciones a mi alrededor con bastante dificultad hasta que Aila se retiró.

— ¿Qué piensas de Aila, mamá? — pregunté mientras caminaba con mi madre hacia la salida, puesto que ella regresaba a su palacio.

— Es una chica inteligente y buena, demasiado leal a su hermana.

— ¿No crees que la hayan manipulado?

— No. Pienso que hizo lo que hizo por amor a su hermana, no creo que nadie la obligara. ¿Por qué lo preguntas?

— No me siento cómodo con la situación. Ella está aquí y nadie le habla, y aunque no creo poder perdonar lo sucedido, no sé si es bueno que esto suceda, ella no tiene ni séquito.

Mamá se giró hacia mí cuando llegamos a la puerta y, levantando sus brazos, pues era muy pequeña, tomó mi rostro con sus manos.

— Me hace muy feliz que empieces a ser nuevamente tú — habló sonriendo. — Ya era hora de que soltaras ese dolor y siguieras adelante.o0

— No sé si pueda alguna vez soltar el dolor.




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