Universos paralelos

Capítulo 28 - Ayax y Danrelle

Ayax

— ¿Por qué tienes a la chica confinada, qué ha pasado con ella? — preguntó Samin.

Leven miró para otro lado, porque me había preguntado ya muchas veces y solo había recibido por respuesta, que se metiera en sus asuntos.

— Nada.

— Ella te gusta y tú le gustas, deberías hacer algo al respecto. Además, Francia me ha dicho que, ahora que no está en nuestro sector, no tiene con quién hablar. No entiendo por qué la enviaste tan lejos, ella ni siquiera es una empleada.

— Lo es ahora. Ayax la tiene trabajando de sol a sol en la cocina.

— Eso no es cierto, ella quiso hacerlo, dijo que necesitaba hacer algo porque se aburría.

— ¿No comenzaría a fabricar perfumes o algo así?

— No lo hará mientras no tengamos nuestro espacio listo.

— Podrías quitarle el aburrimiento de alguna manera — sugirió Leven.

— ¿Crees que soy como tú, que te la pasas acosando a esa pobre muchacha

— ¿Quién?

— La nueva chef.

— No la acoso, simplemente no quiero que le queden dudas de que estoy disponible cuando quiera.

— ¿Cómo se llama a presentarse diariamente en su lugar de trabajo para invitarla a cenar o a lo que sea?

— Se llama perseverancia.

— Acoso. Si insistes, la chica renunciará antes de cumplir los tres meses de contrato.

Un leve movimiento nos distrajo de la conversación.

— ¿Y eso?

— ¿Tormenta de verano?

— Parece que sus deseos se han cumplido — declaré, poniéndome de pie. — Iré a buscarla o le dará algo.

Desaparecí y me materialicé frente a la puerta de Danrelle.

— Dani — llamé tocando también su puerta. Ella no tardó en abrir, llevaba su pijama azul. Podía sentir su corazón exaltado, aunque no dijera nada. — Junta tus cosas y vamos a mi camarote que hay menos movimiento. Una tormenta ha comenzado.

Ella no me dijo nada, solo obedeció. En menos de diez minutos había recogido todo en la valija, sin mucho cuidado, pues se notaba que sus manos temblaban.

— ¿Es una tormenta muy fuerte?

— No lo sé, aún no hablo con nadie de la tripulación.

Ella no dijo nada más hasta que llegamos al dormitorio que yo ocupaba. Allí casi no se sentía el movimiento. El barco en el que estábamos era grande, por lo que podía deducir que era una tormenta fuerte, pero debería comprobar que todo y todos estuvieran bien

— No quiero quedarme sola — se quejó al ver que yo no ingresaba junto a ella.

— Danrelle, yo estoy a cargo aquí, es decir, que es mi responsabilidad asegurarme de que todos estén bien. Acuéstate y yo regresaré en cuanto pueda. Este es el lugar más seguro.

Ella no respondió y se dirigió a la cama mientras yo cerraba la puerta.

***

Danrelle

La tormenta no debía ser tan fuerte, pues casi no sentía ningún movimiento. Sin embargo, si Ayax me había sacado de mi camarote era porque pensaba que podría ponerse peor. El miedo no me dejaba razonar con claridad.

Ahora añoraba tener un teléfono móvil o una tableta, para poder perderme en algún juego. Igualmente, después de dos semanas, ya me había acostumbrado a no tenerlos. Ayax me estaba castigando como si yo fuera una niña, quitándome lo que más me gustaba.

Él se estaba tardando mucho. Me revolví en la cama y me abracé a la almohada. Me petrifiqué cuando empecé a sentir movimientos.

— No quiero morir ahogada — murmuré y me hice un ovillo debajo de las mantas.

No quería ponerme a llorar y caer presa de la desesperación, sería muy bochornoso que Ayax me encontrara así. En ese momento, pareció ser atraído por mis pensamientos porque abrió la puerta del camarote.

— ¿No te ha dado un síncope? — preguntó burlándose.

No le respondí, fingiría que dormía.

— Sé que estás despierta, tu corazón late muy fuerte.

— ¿Es una tormenta muy grande? ¿Por eso se mueve tanto el barco?

— Es una tormenta grande, sí, un ciclón. Pero nos movemos porque cambiamos el rumbo

— ¿Eso por qué?

— Trataremos de evitar los vientos más fuertes.

— Entonces estamos en peligro. — Me senté llevando conmigo la almohada que apretaba contra mi pecho.

Ayax se quitó las gafas, luego la campera de cuero que llevaba y también su camiseta. No podía evitar admirarlo y la tormenta quedó en otra dimensión.

— ¿Qué... Qué haces?

— Me acostaré a dormir, ya está pronto a amanecer.

Él llevó la mano al botón de su pantalón y yo me giré y me acosté de espaldas sin decir nada. Peor que el ciclón era todo lo que sucedía dentro de mí. Madre de Dios, su pecho musculoso y tatuado. La cama se hundió por su peso y el calor de su cuerpo me rodeó.

— ¿Sabes que me estás volviendo loco, Danrelle?

— No puedes acusarme de nada — repliqué girando hacia él. — Me estoy esforzando por hacer todo bien.

Sus ojos, negros y penetrantes, me observaban con diversión.

— ¿Y qué sería lo que estás haciendo?

— No te he molestado, y trabajo para pagar mi manutención.

— ¿Qué te hace pensar que eso es necesario

Me quedé observando los extraños símbolos en su piel, sin mirarlos realmente. ¿Que qué me hacía pensar eso? ¿Por qué me hacía esa pregunta? Siempre he trabajado para mantenerme, para no ser una carga, un estorbo... de repente las palabras de mi madre vinieron a mi cabeza. Ya la perdoné, no entendía por qué la angustia volvía a mí.

— Que cada quien pueda mantenerse a sí mismo es lo correcto.

— Lo correcto es ser confiable.

Madre Santísima, él volvía a recriminarme lo que había hecho.

— No tengo forma de reparar lo que hice — musité, conteniendo las lágrimas.

Ayax extendió su brazo y me arrastró hasta él para que mi cabeza reposara allí, sobre su piel desnuda.

— Ya no se puede reparar nada, Danrelle, lo hecho, hecho está. No se trata de eso. Lo que necesito es poder confiar en ti. Que me prometas que, antes de tomar una decisión que nos ponga a todos en riesgo, vas a consultarlo conmigo.




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