Universos paralelos

Capítulo 29 - Vendrix y Aila

Aila

Me recluí en mi habitación y no me atreví a bajar a cenar. Mis emociones estaban alteradas, me había sentido muy excitada cuando se acercó tanto a mí. Por un instante creí que yo le gustaba, pero qué más quisiera yo que eso. Sin embargo, debía ser realista, él estaba enamorado de Corina, ella, supuestamente, solo había usado pociones con el rey. Ahora se sentía ofuscado por lo sucedido, pero si la volviera a ver, seguramente sus sentimientos renacerían.

Sus ojos rojos me extrañaban, yo no había visto nunca a nadie con los ojos así. Los nocturnos tenían ojos negros o de grandes iris, pero nunca rojos. Vendrix los tenía negros la mayor parte del tiempo, pero las veces en que se había enfurecido se habían tornado sanguinolentos y antinaturales. Todo su rostro se había demudado de una manera que yo nunca había visto

Esta tarde, mientras estábamos en la torre, el rojo de sus ojos había sido diferente, como una luz, y no tenía ninguna mueca extraña, pero me daba miedo, de todas formas. Él había sugerido que era un vampiro, eso era algo muy raro y que la mayoría de las familias ocultaban, al igual que aquellos que tenían algún exacerbado don oscuro.

En mi familia había una leyenda que decía que cada siete generaciones nacía una banshee. Yo nunca había visto eso, pero mamá decía que mis hermanas y yo éramos la sexta generación, y era por eso que nos contaban esta historia. Alguna de nosotras podría traer al mundo una criatura así. En el caso de que eso sucediera, debíamos ocultarlo y, de ser posible, matar o regalar a la criatura. Yo no haría eso de ninguna manera, si a mí me tocara.

A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de la puerta abrirse. Me senté sobresaltada y vi a tres muchachas acercarse, dos diurnas y una nocturna.

— ¿Qué sucede, quiénes son?

— Mi nombre es Jaen, ella es Nadine y nuestra amiga nocturna...

— Briana.

— Somos su séquito, nos ha enviado el rey Vendrix.

— ¿Por qué? Yo no necesito un séquito.

— No nos rechace, por favor, es una gran oportunidad para nosotras.

Entendí que eran chicas jóvenes que recién comenzaban a integrarse a la vida en el castillo. Recordé cuánta ilusión me hizo pertenecer al séquito de mi hermana cuando cumplí la mayoría de edad.

— Está bien, pero sepan que no suelo levantarme tan temprano, no acostumbro a desayunar y, a veces, no ceno. Y también me gusta mucho estar sola.

— Está bien, princesa Aila.

— No me llamen princesa, solo soy la hija más pequeña, mi hermana es la princesa. Ahora volveré a dormir y si las necesito, las llamaré.

— Gracias.

***

Vendrix

Luego de que fuimos a la torre, solo me crucé con Aila un par de veces. Ella me rehuía, era evidente que la había asustado, debería dejar pasar un tiempo antes de volver a acercarme. Aunque era quien era, ya no podía negar que se trataba de la mujer de mis vidas anteriores. Los momentos pasados en la torre habían terminado de confirmarlo. Ella era dulce y alegre, inteligente, le gustaban las mismas cosas que a mí y su mirada... era como conocerla de toda la vida.

— Vend, qué bueno te encuentro — me interpeló mamá, entrando en la biblioteca del tercer piso.

— ¿Pasa algo?

— ¡Anoche contacté con tu hermano, estoy tan feliz!

— Soy su gemelo, ¿por qué no contacta conmigo? — Me quejé.

— No sé por qué, no fue mucho el contacto, pero espero que la próxima vez sea más prolongado. Él quiere celebrar el pacto del otro lado.

— ¿Y eso se puede?

— No sé, le preguntaré a Diani.

— Bueno, ¿y qué más te dijo? Imagino que está enamorado

— Lo está, me dijo el nombre de la chica, pero ya no lo recuerdo.

— ¿Y qué más?

— Nada más.

— Bueno, es algo, creo que deberé intentar hacer esa magia, tal vez eso es lo que falta.

— ¿Por qué le has dado séquito a Aila?

— ¿Hice mal?

— No, es una chica que está muy sola.

— Eso pensé.

— ¿Te gusta?

— Mamá... — Me quejé rodando los ojos.

— Me contó que la invitaste a la biblioteca de la torre y había mucha ilusión en sus ojos.

— Solo conversamos, no ha pasado nada.

— Yo no te estoy acusando, solo...

— Solo quieres saber — estas palabras salieron de boca de mi padre, que en ese momento ingresaba al lugar.

Yo me reí.

— Anour. Es cierto, tengo curiosidad.

Papá la abrazó con mucho amor y se besaron.

— Mejor los dejo — hablé, dirigiéndome hacia la puerta.

— Espera, dime qué pasa con ella.

— Todavía nada — salí antes de que me preguntara nada más.

Todavía nada. Pero pasaría, no la dejaría marchar, definitivamente no.

***

Aila

Tener un séquito era algo muy raro, tenía esas chicas revoloteando en derredor de mí a toda hora, no me terminaba de gustar del todo tanta atención, pero tampoco quería desairarlas porque eran agradables y me habían pedido que no las despidiera.

Por otra parte, me mantuve casi dos semanas alejada de Vendrix, pero sabía que en algún momento tendría que agradecerle el hecho de que me haya dado un séquito, y junto con él, ropas nuevas. Mis padres seguramente se enfadarían cuando supieran todo lo que tendrían que pagar, puesto que las prendas que me habían proporcionado, además de ser muchas, eran costosas.

Me instalé en mi rincón del invernadero, ya casi terminaba la capa que estaba tejiendo, había comenzado a realizar las puntillas de los bordes. En el lugar también estaban Jaen y Nadine, podando unas plantas que ya estaban muy exuberantes, mientras cotilleaban en voz baja.

Me concentré en la vista mientras mis manos realizaban la labor de memoria. Consideré que ya no podía dejar pasar más tiempo, hoy mismo buscaría a Vendrix para agradecerle. Con este pensamiento, su aroma llenó el lugar. Esto, junto al silencio reinante, me hizo girar la cabeza hacia donde deberían estar las dos chicas, pero habían desaparecido. En lugar de ellas me encontré con él, que estaba de pie cerca de mí.




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