Danrelle
Comencé a despertar a desgano, me estiré perezosamente contra el cuerpo cálido a mi lado. Estaba apoyada en su pecho y lo abrazaba. Ayax tenía un brazo sobre su cabeza y con el otro me rodeaba. Suspiré mientras recordaba la conversación del día anterior. Él había dejado claro que yo le gustaba, pero que tenía demasiados problemas como para ocuparse de eso en este momento y entendía yo que eran problemas realmente graves. Dejé escapar otro suspiro. ¿Esto qué significaba exactamente? Dijo que sabía lo que yo sentía. Si ambos sentimos lo mismo, pero este no es el momento, ¿me estaba diciendo que lo esperara? Que le diera paz... ¿Cómo hacerlo? Yo no tenía paz ni conmigo misma. Era más seguro que él me la diera a mí. Tal como ahora. La calma de su presencia llenaba todo.
Mi estómago rugió. Con pesar, me desprendí de su abrazo. Sabía que él no se levantaría hasta el atardecer.
— ¿A dónde vas? — Musitó, atrayéndome nuevamente contra su cuerpo.
— Buscaré comida y veré a Francia, tal vez vaya un rato a la cocina, empecé a hacer amistades allí y no quiero que decaigan.
— De acuerdo — sus ojos se mantuvieron cerrados, pero me soltó.
Me incorporé, y abrí mi pequeña maleta para buscar ropa. Me cambié en el baño y al salir, él no se había movido; el suave movimiento de su pecho me indicaba que dormía. Le di una mirada rápida a su desnudez, mi corazón se aceleró, su cuerpo largo y atlético se explayaba fuera de la cama. Su cadera y parte de sus piernas estaban cubiertas por las sábanas, él se giró y me marché del camarote, pensando que quizá estaba despierto después de todo.
Lo primero que hice fue dirigirme al comedor, por los pasillos pude ver que el sol estaba alto, quizá era medio día o un poco más. Cuando llegué al salón vi a Francia, que se sentaba a comer con expresión entristecida, su mirada se iluminó al verme y esto me hizo sentir bien, recordaba pocas veces en mi vida en que esto me hubiera sucedido. Me acerqué a ella con una sonrisa.
— ¿Cómo has estado?
— Muy aburrida, ¿y tú?
— Atareada, estuve trabajando en la cocina para ocupar el tiempo.
— ¿Te disgustaste con Ayax?
— Sí, pero ya nos reconciliamos — me sentí como si hablara de mi novio, qué tontería. — Buscaré algo de comer, estoy muerta de hambre.
— Claro, te espero.
Aproveché el momento para escapar de la situación. Tomé algo de carne, pan y unas verduras y volví a la mesa.
— ¿Has sentido la tormenta? Tuve mucho miedo, comenté
— Sí, pero... — ella se sonrojó. — Samin me distrajo y después me dormí.
— Entiendo — sonreí. — ¿Te pasa algo? Te ves triste.
— Estamos incomunicados y... bueno, extraño a mi familia.
— Debe ser difícil para ti.
— Lo es, pero me hago responsable de que tomé la decisión de estar con Samin más allá de todas las recomendaciones.
— ¿Te recomendaron que no lo hicieras? Él parece buena persona.
— Lo es, pero mis padres no querían que viniera por la situación que hay de guerra.
— Sí, entiendo, qué estemos en guerra es un gran motivo.
— Hablas como si también fuera nuestra guerra, pero somos humanas.
— Estoy involucrada, aunque no lo quiera, me contactaron para ser partícipe y si no fuera por Ayax, quién sabe qué sería hoy de mí.
— Sí, puedo comprender tu situación. Yo me siento un poco comprometida, amo a Samin, pero tengo miedo.
— También tengo miedo — aseveré tocando su brazo para confortarla. — Pero no nos pasará nada, tenemos quienes nos protejan.
— Tienes razón — ella pareció cobrar ánimo. — Sabes, he pensado que podría llevar las redes de tu emprendimiento, sé que tú sabes hacerlo, pero me encantaría colaborar.
— Sería estupendo, yo sé hacerlo, pero entre dos podemos hacerlo mejor.
— ¿Has pensado en el nombre de la marca?
— Se me ocurrió que le podría llamar "Elle". Es un nombre que me acompaña desde pequeña y me gustaría resignificarlo.
— Es bonito para perfumes.
— Sí, puede tener una imagen de flores o plantas...
— El color verde tiene que estar porque simboliza lo natural.
— Eso pensaba, y las fotos...
— Con el mar por detrás se verán fantásticas...
Seguimos dando ideas para el emprendimiento, por primera vez haría algo que me gustaba sin tener que hacerlo sola.
Cuando nos despedimos, ella se dirigió a su camarote y yo a la cocina. Allí no había nadie, excepto la chef australiana.
— Buenas tardes, ¿puedo ayudar en algo?
— Hola — sonrió. — No es necesario, solo estoy inventariando los suministros.
— ¿Te puedo hacer compañía?
— Claro, me sorprendió no verte en la mañana.
— Ayax me ha prohibido trabajar.
— ¿Él es tu novio?
— No podría afirmarlo, pero no me molestaría que lo fuera.
— Comprendo.
— ¿A ti te gusta Leven?
— El señor Leven es... demasiado avasallador para mi gusto. Prefiero los hombres tranquilos.
— ¿Entonces no te gusta ni un poco?
— Es atractivo... pero... — ella se acomodó sus gafas y anotó algo en su cuaderno. — No podría tener nada con alguien que se comporta de esa manera.
— ¿De cuál manera?
— Actúa como si estuviera enamorado de mí, todos los días me hace alguna declaración.
— ¿No crees que esté enamorado?
— Obvio no. Solo siente atracción física, y yo no me dejo llevar por esas cosas, me gusta la profundidad en las personas.
— Te ves joven, pero hablas como una abuelita. Creo que deberías darte la oportunidad de conocerlo, Leven es muy buena persona.
— No. Él... si me descuido, me pedirá que nos casemos, no, no y no, yo... —De pronto me miró como si se diera cuenta de algo muy importante. — Preferiría no volver a tocar el tema, espero que no te moleste.
— No, para nada.
— Por favor, no comentes lo que hemos hablado.
— No lo haré, pierde cuidado.
— Gracias. Podrías...
En ese momento una figura se asomó por la puerta.