Vendrix
Otra vez lo había arruinado. Parecía que estaba condenado a hacer las cosas mal, lo peor era que ni entendí qué había dicho para que ella se pusiera así. Lo mejor sería disculparme. Me desvanecí y aparecí en su puerta. Como imaginé que ella no querría recibirme, simplemente entré.
Estaba en su cama llorando, no podía ser peor, la había hecho llorar.
— No sé qué fue lo que dije para que te pongas así, pero lo lamento.
Ella tomó una almohada y se la puso sobre la cabeza, yo me senté a su lado.
— Por favor, hablemos, dime que fue lo que te ha molestado. Cuando estuvimos en la biblioteca de la torre me pareció que teníamos mucho en común y...
— No sé cómo pensaste eso, si creíste que podías comprarme.
— No pensé que podía comprarte, de dónde sacas semejante tontería.
— De tus palabras.
— ¿Cuáles palabras? ¿Que toda princesa merece un séquito?
— Que podría tener lo que quiera, y todo lo anterior.
— No pretendo comprarte, creí que esta alianza sería buena para ti también.
— Puedes proponerme simplemente una alianza sin decirme todas las otras tonterías. — Ella se descubrió el rostro lanzando la almohada al piso y sentándose de repente. — Yo no soy una tonta a la que puedes engatusar.
— Bien. Te propongo esta alianza, considera si te conviene tanto como a mí o no. Si lo dije de otra manera, fue porque pensé que era una forma más amable, nada más. Me gustaría que nos casemos antes de que te vayas, porque una vez allá quién sabe lo que podría pasar, y ten en cuenta que aquí se celebra el pacto.
Me marché. ¿Cómo es que todo se había torcido tanto? ¿Por qué ella reaccionaba así?
Al llegar cerca de la escalera me encontré con mis padres que bajaban al comedor.
— ¿Vas a cenar?
— No tengo ganas.
— ¿Ha pasado algo con Aila?
Mamá y su perspicacia. Ella miró hacia el fondo del pasillo con expresión intencionada.
— Sí.
Los dejé allí y subí a trabajar.
***
Aila
Adiós a mi fantasía de romance. Vendrix simplemente buscaba una alianza, y aunque no lo quisiera confesar, quería la revancha con Corina.
Él tenía razón en qué me beneficiaría mucho este matrimonio, si no fuera porque yo estaba enamorada. Amarlo sin ser correspondida no me haría ningún bien, mucho menos estando casada, y sentir su desamor cada vez que me toque.
Suaves golpes en la puerta me sobresaltaron. Pero no debía ser él, puesto que había entrado sin tocar minutos antes. Al abrir, allí estaba la reina Elizabeth.
— Liz — articulé sorprendida.
— ¿Qué ha pasado? Vendrix me dijo que hubo una situación entre ustedes, se lo veía ofuscado.
— No ha sido nada.
— Pero has llorado.
— Bueno, soy una prisionera y extraño a mi familia, no puedo estar siempre feliz, ¿verdad?
— ¿Intentas encubrir a mi hijo?
— ¿Por qué lo haría?
— ¿Porque lo amas tal vez?
Me giré hacia el interior del cuarto dejándola pasar.
— Ni siquiera nos conocemos.
— No hace falta conocerse demasiado.
— Discutimos porque me dijo algo que me resultó hiriente, eso es todo. Él se ha disculpado y todo pasó.
— Eso suena más lógico, aunque no parece que todo haya pasado, puesto que ambos se quedaron mal.
— No necesitas preocuparte, lo solucionaremos.
— Bien, ¿quieres bajar a cenar?
— No tengo hambre, gracias.
— Te espero mañana en el almuerzo entonces.
— Gracias, de acuerdo.
Ella se marchó y yo intenté volver a mis pensamientos, pero enseguida entró Briana con una bandeja de comida.
— Te agradezco, pero no tengo hambre — dije antes de que hubiera dado dos pasos dentro de la habitación.
— Es solo algo ligero, Nadine me contó lo sucedido — comentó haciéndome llenar de vergüenza.
— Gracias, Briana, pero deseo estar sola.
Ella puso la bandeja en la mesa.
— De acuerdo, dejaré esto aquí por si le da hambre más tarde. Sé que no debería meterme, pero creo que sería una buena opción que considerara la propuesta de Vendrix, no importa lo que sientan ahora, el pacto hará lo necesario. Con permiso.
Lo que me faltaba, seguramente todos en el castillo sabrían de nuestra discusión. Ahora salir sería peor que antes.
***
Vendrix
— Mamá, dime cómo hacer para poder conectar con mi hermano.
— Es sencillo, aunque requiere tiempo de práctica.
— Dime cómo es.
— ¿Por qué primero no me cuentas qué sucedió con Aila?
— No quiero hablar al respecto.
— Ella tampoco, pero ya sabes que yo...
— Sí, sí, quieres saber.
— Sí.
— Pues parece creer que intento comprarla, no sé, conversábamos de una manera que me parecía que todo estaba bien y de repente todo se torció, es una chica difícil.
— Me resulta agradable.
— Agradable, pero difícil.
— ¿Qué le dijiste exactamente?
— No quiero hablar de ello y si no me dirás lo que te he preguntado, mejor me regreso a mis tareas — declaré poniéndome de pie.
— Ay, hijo, no te pongas así, solo pretendo ayudar. Ella estuvo a mediodía y tampoco quiso hablar del tema, pero se notaba que le afectaba.
— No quiero saber.
— A ti también te afecta por lo que veo. Pero acordamos que ya no era una prisionera, ni culpable de nada, no debería estar pasándolo mal.
— Hago lo que puedo, mamá.
Hice un ademán de marcharme, pero mamá me detuvo.
— Espera, te enseñaré.
Ella comenzó una larga explicación que lejos de ser fácil me resultó complicadísima, en especial porque no solo era algo que debía realizar antes de dormir, sino que en el día también debía decir cosas, hacer movimientos y lo que ella llamaba "comprobaciones de realidad" para comprender que no estaba dormido, lo cual me parecía ridículo, pues era algo obvio.
***
Aila
Las semanas se me hicieron lentas, estar en malos términos con Vendrix me perturbaba, pero no aceptaría que me utilizara, ya tenía suficiente con mi hermana, por la cual me encontraba en esta deplorable situación. De repente, las nevadas eran menos, pero el paisaje seguía siendo imperturbablemente blanco.