Danrelle
Finalmente, llegó el día de mudarnos a nuestro propio barco. Fue un día ajetreado pero liberador, puesto que estaríamos en nuestro propio lugar. Ayax y yo nos instalamos en la misma habitación, esta vez tenía muchas más comodidades, entre ellas una cama enorme. Estos días habíamos establecido una rutina peculiar, yo despertaba en la mañana y él ya dormía a mi lado, en la tarde compartíamos la cena y luego yo me acostaba a dormir sola. Me preguntaba si esto sería lo común en su mundo. En cierta forma me sentía como en un matrimonio de muchos años, donde había cariño, pero sin sexo.
Tardamos un día y medio en instalarnos, llenar los almacenes y dejar todo a punto para poder lanzarnos a la mar nuevamente. Yo entonces empecé a organizar el que sería mi nuevo negocio. Francia y yo hicimos una sociedad, y comenzamos a trabajar en los perfumes, yo para tener una forma de vida y ella para hallar la combinación exacta que le gustara tanto a ella como a Samin.
Aunque tenía idea de cómo llevar adelante el emprendimiento, me sentía en la nada. ¿Cómo saber qué les gustaría a los vampiros?
Era la madrugada y oí la puerta, no me había dado cuenta de que no había dormido nada, tanto pensar.
— ¿Por qué estás despierta? ¿Te pasa algo?
— No, solo pensaba.
— ¿En qué?
— En los perfumes y los vampiros, ¿cómo podría saber qué les gustará?
— El aroma debe ser sutil.
Yo lo miraba y él comenzó a desvestirse como si realmente fuéramos casados. En otras oportunidades me había girado para no verlo, pero esta vez no. ¿Por qué siempre sería yo la que se sintiera incómoda?
— Casi imperceptible, que realce el aroma natural de la persona.
— Y cómo puedo saber cuál es esa fragancia, no entiendo, debería tener su olfato para saberlo.
Abrió el botón de su pantalón y mi corazón se agitó, pero no le daría la espalda. Bajó la cremallera y entendí que su lentitud era intencional.
— Tú hueles a miel, y hierbabuena, y cuando estás excitada es como si hubieran sacudido en la habitación un ramillete de jazmines.
Me acaloré ante sus palabras, él olía que yo estaba excitada.
— No quisiera tener ese olfato — comenté moviéndome para dejar de mirarlo.
— No lo hagas. Ya has abierto la caja de Pandora, ahora mírame.
Sostener su mirada oscura era casi imposible para mí, por lo que por momentos bajaba la mirada hacia los dibujos en su pecho. Mucho menos quería observar su pene directamente, pero cuando sus pantalones quedaron en el piso, no pude evitar verlo, erecto en todo su esplendor.
Yo que me quejaba de estar en un matrimonio de años. El momento había llegado. Ayax se acercó sin abandonar su premeditada lentitud, haciendo que mi corazón se agitara cada vez más. Apoyó la rodilla en la cama, inclinándose hacia mí, que esperaba expectante. Sus labios tocaron los míos y un fuego intenso me recorrió, envolví mis brazos alrededor de su cuello para atraerlo hacia mí. Y cuando su perfume me envolvió, casi entré en éxtasis. Me sentía tan sedienta de él que besarlo era como beber de un manantial de agua fresca.
Ayax quedó recostado a mi lado y yo giré todo mi cuerpo hacia él y lo envolví también con mi pierna. Su brazo rodeó mi cintura apretándome contra su desnudez. Acaricié su cabello y sus hombros, nunca imaginé que podría sentirme tan pequeña al lado de alguien, pero él era tan enorme.
Sentí su cálida palma deslizarse por debajo de mi pijama para acariciar mi espalda y quise deshacerme de las prendas, me sentía arder bajo la tela. Me separé un poco y, sin molestarme en abrir los botones, quité la parte superior por encima de mi cabeza. No alcancé mis pantalones, porque Ayax, me empujó suavemente hacia atrás y se inclinó hacia mis pechos. La punta de su lengua tocó un pezón delicadamente, haciéndome contener la respiración, expectante. Volvió a tocarlo de la misma forma, una vez y luego otra. Yo estaba cada vez más excitada, quería que me chupara, pero no me atrevía a hablar por miedo a arruinarlo y que se detuviera.
Su aliento me hizo pensar que iría más allá, pero se retiró dejando un rastro de besos hacia el valle entre mis pechos.
— No... — Me quejé inconscientemente. Me tensé al darme cuenta de ello, pues temí que pensara que yo no quería que continuara; sin embargo, él entendió bien mi objeción y de inmediato volvió a su actividad anterior, pero esta vez, su boca tomó por completo mi aureola, provocando en mí, sonoros gemidos.
Entonces, deslizó sus dedos dentro de mis pantalones para buscar el centro de mi placer. Intenté bajar la prenda un poco y separé las piernas para darle espacio. Ayax acarició mi entrada y desparramó los fluidos que estaban allí acumulados, pulsó en mi clítoris un par de veces y luego se introdujo en mí, esta vez mordí mis labios para no gritar. Metió un dedo y luego dos, tocó mi punto interior más sensible y de repente el orgasmo estalló, sin que yo lo esperara ni supiera cómo lo había hecho.
Aprovechó este momento para soltar mis pechos y bajar con su boca por mi abdomen. Mi cuerpo se había arqueado, mi pijama desapareció y sus labios reemplazaron su mano hábil.
— No... — Volví a gimotear, pero su lengua intensificó esos instantes y me ayudó a no bajar tan rápido de la cima sensorial en la que me encontraba.
Ayax no se detuvo, me hizo voltear boca abajo y mientras sus dedos volvían a estimularme, me mordió, aunque no fue doloroso, pude sentirlo, lo hizo justo en la unión de mi nalga y mi pierna, lo sentí succionar, y no me quejé, esto no duró demasiado porque se incorporó y, colocándose sobre mí, me penetró, aunque yo estaba tan mojada que se podía deslizar con facilidad, pude notar que a mi canal le costó adaptarse a su tamaño. Él debía estar acostumbrado a esto, puesto que fue lento y por momentos se retiraba y volvía a entrar.
Cuando por fin pudo estar por completo dentro de mí, dejó escapar una exhalación contenida y se quedó quieto por unos instantes.