Vendrix
Al fin lo había logrado, pero había sido todo tan fugaz, necesitaba hablar mucho más con Ayax. Debía contárselo a mamá. Al mirar hacia afuera, noté que era temprano, el sol estaba a mitad de camino entre el mediodía y el horizonte, mi madre seguramente estaría en el castillo a estas horas. La encontré en el hospital, donde ella realizaba sanaciones por las tardes.
— Mamá, ¿tienes para mucho? — indagué cuando tuvo un momento libre.
— No, Vend, acabo de terminar, ¿qué ha sucedido?
— Lo he conseguido, aunque fue bastante breve, pude ver a mi hermano — la emoción que me embargó al relatar lo sucedido humedeció mis ojos y tuve que hacer un esfuerzo por no llorar.
— Es raro que después de que ha pasado tanto tiempo de aquel lado estemos pudiendo conectar ahora, ¿no crees?
— No lo sé, quizá tiene que ver con el hecho de que aquí no ha pasado mucho tiempo.
— Es posible, sí — ella parecía dudar.
— ¿Por qué no le preguntamos a Madre Diani? Ella está ya aquí, ¿no?
— Es cierto y seguramente ya ha despertado, vayamos con ella.
Nos dirigimos de regreso al castillo.
— ¿Has visto a Aila hoy?
— No, ¿y tú?
— No, estuve con ella ayer, llevé a la modista que hará su vestido de boda.
— La buscaré para cenar.
Llegamos al piso de las mujeres, donde se encontraba la habitación de la sacerdotisa. Mamá tocó con suavidad. Ella no tardó en abrir.
— ¿Tienes tiempo para nosotros, Madre Diani? — pregunté.
— No podría negarme a la realeza — aceptó con su habitual humor extraño.
— Claro que puedes negarte, Diani, no juegues — la reprendió mamá, ellas eran muy amigas y podían darse el lujo de este trato, pero yo me sentía irreverente de solo pensar en hablarle de esa manera a una mujer como ella.
— Pasen — sonrió. — ¿Qué es lo que desean saber?
Ella, en un gesto, nos invitó a sentarnos a la mesa y los tres lo hicimos.
— ¿Por qué Ayax recién ahora ha podido contactar con nosotros, cuando en el otro lado han pasado milenios desde que llegó? — indagué.
— Los velos se han afinado por sucesos sobrenaturales entre los Dioses, no sé bien qué clase de cosas pasan, pero es un tiempo de cambios en el otro mundo.
— ¿Entonces quizá él podría regresar?
— Si los Dioses así lo quieren.
— Entonces, aplacemos la coronación, si él regresa no será necesario.
— Tu coronación será pronto — declaró y sus ojos habían cambiado. — Pero se realizará en el sur.
— ¿En el sur?
— Quizá algo te detenga allá cuando viajes con Aila — comentó mamá.
— En ese caso será mejor posponerla, la ceremonia debe realizarse aquí.
— Deberás ser fuerte — ella seguía hablando sin escucharnos. Tomó mi mano. — Tu esposa necesitará de esa fuerza.
Mi madre no decía nada y los ojos de la sacerdotisa parecían un torbellino.
— ¿Es por la maldición de su familia?
— Tu primer hijo será un varón, llevará tu estirpe, y después... dos niñas, diurna y nocturna... — ahora hasta su voz había cambiado, y me sostenía cada vez con más fuerza.
Diani parecía haber entrado en un trance, pero no dijo nada más al respecto.
— Diani, ¿puedes ver a Ayax?
— No puedo ver del otro lado del velo — ella soltó mi mano. — Debes irte, tu princesa te espera.
— Gracias, Madre Diani — dije, poniéndome de pie para marcharme.
— Dile que quiero hablar con ella antes del rito.
— Se lo diré, gracias. Te veo luego, mamá.
***
Aila
Luego de cenar con Vend, me dirigí a la habitación de la suma sacerdotisa, pues ella había pedido hablar conmigo. Era la primera vez que yo conversaría con ella, desde que era una niña. Recordaba vagamente su visita cuando mi hermana Alma se casó con el rey de Licam.
— La pequeña destinada —, cuando ella dijo esto, recordé que así me había llamado al conocerme. Yo en aquel entonces no entendí por qué lo decía y con los años lo olvidé.
Sonreí sin saber qué responder.
— Lord Vendrix me dijo que quería hablar conmigo, Madre Diani.
— Pasa, toma un tentempié conmigo.
Aunque la habitación se parecía a la mía, tenía un ambiente muy místico, olía a especias y la luz era tenue. La seguí y me senté a la mesa frente a ella. Allí tenía preparada una tetera con dos tazas y algunas galletas. Ella sirvió la bebida con parsimonia y tuve la impresión de que el tiempo pasaba demasiado lento.
— ¿Para qué crees que te he llamado, mi reina? — indagó pasándome una de las tazas.
— Yo no soy la reina todavía. — Ella esperaba mi respuesta sin decir nada. — ¿Para darme un augurio?
— No. Para que me hagas las preguntas que te inquietan.
Me sorprendieron sus palabras, pero después de todo, ella era una bruja del más alto rango, era natural que supiera lo que me pasaba. Bebí un sorbo de la infusión antes de atreverme a hablar.
— Quiero saber si la maldición de mi familia me alcanzará y si quedaré maldita doblemente al realizar este pacto.
— El pacto no es una maldición, es una bendición y tu familia no está maldita.
— Mamá nos ha dicho siempre que en la séptima generación nacería una banshee.
— Y tú eres la séptima hija de la sexta generación. Una voz dentro de ti te dice que serás la elegida.
— Por los Dioses, Madre, sí.
La taza tembló un poco en mi mano y bebí un poco más.
— Te casarás con el hombre que amas y le darás hijos, aunque no será fácil para ti, tu descendencia es parte de una nueva generación que traerá a este mundo la gloria de antaño.
Me quedé en silencio nuevamente, sin saber qué decir. Observé el té que ya casi se terminaba mientras esperaba que ella continuara su disertación.
— ¿No te has preguntado por qué tus padres solo tuvieron hijas? ¿Por qué tus hermanas mayores se casaron con reyes de otros países?
— Mamá dijo que ella era madre de reinas...
— Eso es cierto; no obstante, para todo hay un motivo.