Danrelle
"Día uno de natación". Escribí en el diario que había comenzado recientemente.
Ante la imposibilidad de hacer terapia, tomé esta práctica que muchas veces Edith me había recomendado. Llevaba dos cuadernos, uno sobre lo que me sucedía emocionalmente, para poder analizarlo en profundidad y otro con los avances que estaba haciendo en perfumería, pues estábamos, Francia y yo, tomando un curso online. Era bueno poder hacerlo juntas, puesto que así, era más fácil de entender y realizar las prácticas.
Dejé mi diario a un lado y me dirigí hacia las piscinas. Era el atardecer y, con Ayax, habíamos acordado practicar juntos dos veces por semana. Tenía miedo, pero viviendo en el mar no podía no aprender.
Cuando llegué, él estaba solo allí, nadando. Como fuera que lo mirara, lo veía impresionantemente hermoso. ¿Cómo podía existir un ser tan perfecto? Ayax me vio y se acercó sonriendo.
— Ven.
Me quité la salida de baño, y me acerqué a la escalerilla. No me atreví a descender por ella y me senté a su lado, tocando e introduciendo los pies en el agua. Ayax se colocó frente a mí.
— ¿Pretendes nadar sin meterte al agua?
— Ten paciencia conmigo, siento aprensión.
— No te pasará nada, Dani, yo te sostendré.
Sus brazos se colocaron a mis lados y me deslicé entre ellos. De un lado me sostuve de sus hombros, y por el otro me prendí desesperadamente de la escalerilla.
— Me voy a ahogar — declaré agitada.
— Claro que no, aquí no es tan profundo.
Temblorosamente, busqué el suelo y tal como dijo, no era tan profundo, el agua me llegaba a los hombros.
— Comenzaremos con las piernas, mírame, harás este movimiento.
Él se puso de forma horizontal, enseñándome lo que debería hacer. Yo no dije nada, pensando en el terror de meter la cara bajo el agua.
— No debes sumergirte por completo como he hecho yo. Te sostendrás de la barandilla y yo me quedaré a tu lado.
— Bien, puedo hacerlo — afirmé, intentando mostrar un valor que no tenía realmente.
— Muéstrame.
Inspiré profundo e intenté hacerlo, pero estaba tan rígida que me hundía.
— No puedo
— Solo debes relajarte un poco, estás muy tensa, eso evita que flotes. Atrévete, yo pondré mis brazos debajo de ti, no vas a ahogarte. Lo prometo.
Volví a intentar y esta vez fue un poco más fácil, aunque por momentos me tensaba al recordar la situación de mi infancia.
— Lo haces muy bien — su mano se colocó en mi vientre, intentando darme la sensación de sostén, pero en lugar de eso me hizo cosquillas, por lo que me contorsioné en sus brazos.
— ¡No, por favor! — grité, pero él me envolvió y me sostuvo contra la barandilla.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello con la respiración agitada. Su cuerpo fuerte, desnudo y mojado, pegado al mío, me hizo olvidar del miedo a ahogarme. Levanté la mirada hacia él y de inmediato me besó. Mis piernas lo envolvieron bajo el agua, sentí tanto deseo que lamenté estar en un lugar tan público; además, solo habían pasado unos minutos de la clase.
— Ayax — musité contra sus labios.
— Me vuelves loco.
— Estamos en la piscina.
— Puedo darme cuenta — rio por lo bajo.
— Mejor sigamos con la clase.
— De acuerdo...
Me continuó enseñando a flotar, por aproximadamente media hora más, pero sus manos eran atrevidas y yo me sentía muy excitada, por lo que luego de eso desistimos de continuar la lección del día.
— Vayamos a cambiarnos y a cenar — me dijo.
Por supuesto, que nos tomamos nuestro tiempo en la habitación antes de subir al comedor.
***
Ayax
Finalmente, había logrado hacer contacto con mi hermano, pero apenas si habíamos podido intercambiar disculpas, o yo no lo recordaba, debería buscar una manera de poder mantener la memoria al día siguiente. Tendría que preguntar a Danrelle si ella conocía algún método para mantener los recuerdos de esos viajes.
Ya todo estaba en marcha, ahora debía viajar a Marsella, puesto que los líderes se reunirían allí para establecer las nuevas rutas de comercio. Estaríamos en el lugar una semana. Dejaría a Leven a cargo del buque y Samin me acompañaría. Francia y Danrelle vendrían con nosotros.
Ya había gestionado una nueva identificación para Dani, aprovecharía este viaje para llevarla a la tienda de la diseñadora que tanto admiraba, y le compraría un nuevo móvil allí, ya aunque no me lo expresó verbalmente, yo sabía que deseaba un móvil igual al que le había comprado antes.
— ¿Helena Troy? ¿Es una broma? — indagó al ver el pasaporte.
— Helena de Troya, me pareció una buena opción.
— Yo no provoqué ninguna guerra.
— Nos atacaron por tu culpa.
— No lo hice a propósito — ella se enfurruñó.
— No es un reproche — aseveré acercándome a ella que estaba sentada en la cama. — Me pareció gracioso, lamento que no te gustara.
— No es gracioso — se quejó, pero un atisbo de sonrisa bailaba en sus comisuras. — Tu humor es muy negro.
— Bueno, no puedo evitarlo.
— ¿Cuándo nos vamos? ¿Es seguro?
— Es muy seguro. Nos vamos mañana en la mañana.
— Ayax.
— ¿Sí?
— Francia me ha contado que está considerando la conversión, ¿puedes decirme cómo es?
— Se realiza en momentos en que los velos se afinan, durante las fiestas que ahora llaman paganas, lleva un tiempo de preparación, puesto que debes estar segura de hacerlo porque tu vida corre riesgo.
— ¿Cuál riesgo?
— "Riesgo de vida", es decir, que te puedes morir en el intento.
— ¿Cuál es la probabilidad de vivir?
— Un poco más del cincuenta por ciento, creo.
— Eso es muy poco.
— Depende de qué tantas ganas tengas de vivir, en general las parejas de los vampiros sobreviven, porque su amor intenso hace que deseen fervientemente permanecer al lado de su amado, pero a veces, como en el caso de Leven, que convirtieron a muchos en grupo, sobreviven la mitad, más o menos.